Según afirman los que saben, en la noche del 12 de agosto la presidente golpeó su cabeza al caer desvanecida. Algunos, quizás con “mala leche”, atribuyen el accidente al estado emocional de Cristina, al enterarse de los pésimos resultados electorales de ese día. Sea o no cierta la relación, así quedará para la historia. Aquella noche negra, el kirchnerismo desconoció la derrota y la presidente también.
Cuarenta días después y al recuperarse del traspié, la señora de Kirchner ha dado el primer indicio de integrarse a la realidad. El golpe en la capocha le permitió reflexionar. Los cambios en el gabinete pueden explicarse en esa dirección. Cabalgar la derrota es la tarea del presente.