Según afirman los que saben, en la noche del 12 de agosto la presidente golpeó su cabeza al caer desvanecida. Algunos, quizás con “mala leche”, atribuyen el accidente al estado emocional de Cristina, al enterarse de los pésimos resultados electorales de ese día. Sea o no cierta la relación, así quedará para la historia. Aquella noche negra, el kirchnerismo desconoció la derrota y la presidente también.
Cuarenta días después y al recuperarse del traspié, la señora de Kirchner ha dado el primer indicio de integrarse a la realidad. El golpe en la capocha le permitió reflexionar. Los cambios en el gabinete pueden explicarse en esa dirección. Cabalgar la derrota es la tarea del presente.
Capitanich es el hombre del momento. El ex gobernador del Chaco es Jefe de Gabinete de un gobierno que se va. La presidente derrotada se blinda con un gobernador exitoso que cuenta con fluidos vínculos en el justicialismo para lograr una retirada en orden. De este modo el político chaqueño ha sido tocado por la varita mágica del poder kirchnerista o por el lodo que salpica el descalabro. El chaqueño tiene la pelota en sus manos. ¿Será capaz de unificar al justicialismo deshilachado que rodea al gobierno nacional para alcanzar un final feliz en el 2015 y luego impulsarse como continuador de la “década ganada”? Falta mucho y está por verse.
Lo que sí queda claro es que Cristina no lo quiere a Scioli y se lo hace saber. ¿El hombre de La Plata comprenderá ahora que no le ha servido lo de la Máscara de Cristina, como la de Fernando en su momento, o será que necesita un telegrama colacionado? Se le va a hacer difícil remar contra Massa, contra Cristina y contra Capitanich, justo él, que no se pelea con nadie. Su espíritu carga un pesado sesgo administrativista. Corre por la vida política peldaño por peldaño como un antiguo empleado del Estado. Nada de shock, golpe de timón o salto a lo desconocido. Lo profundo de su pensamiento está dicho en las palabras que le prodigó a Fábrega, al ser nombrado presidente del Banco Central: “Me gusta cuando se le da esta posibilidad a gente de carrera, que no se ha salteado ninguna materia y puede hacer un gran trabajo si se le presenta una oportunidad”. ¿De quién habla Scioli? En algún momento deberá jugar fuerte si pretende conducir los destinos del país.
Lorenzino y Kicillof son una dupla bien pensada. Mientras el primero arregla con el mundo y desanda el camino de la “década ganada”, esto es licúa el modelo, el marxista Kicillof explicará a los jóvenes revolucionarios, en idioma académico, claro, los daños colaterales que el capitalismo salvaje le inflige a las naciones que como la Argentina se han plantado como una alternativa a la globalización incivilizada. En la idea que el modelo está “teniendo cierta repercusión en el mundo”.
Kicillof asume debilitado. La partida de Moreno lo embroma a él. Si bien en personalidad son el día y la noche hay, sin embargo, una profunda coincidencia entre el peronismo antiguo y el neomarxismo-keynesianismo del joven ministro. En fin, veremos cómo se desenvuelve el nuevo gabinete. Si hubiera cortocircuitos entre Capitanich y el joven universitario, seguramente el peronismo, que aún quede en esos páramos, no perderá. La sociedad argentina y sus principales partidos han impedido que el gobierno gire al chavismo.