La sociedad argentina está enferma y desorientada. El kirchnerismo y algunos sectores del Gobierno nacional se equivocan fieramente. Sus actos revelan inconsistencia y vaguedad. Y no hablo de economía, del aumento de los servicios ni de ganancias, que dejo para especialistas y ecónomos. Hablo de conductas antisociales llevadas adelante por el kirchnerismo, que la autoridad tenía la obligación de impedir y no lo hizo por temor, más que por prudencia.
Las escenas de la toma de Comodoro Py evocan los tiempos del Gobierno de Héctor José Cámpora, cuando la Juventud Peronista aliada a montoneros asaltaba oficinas y edificios públicos. Cuarenta y nueve días de espanto que el kirchnerismo evoca como el paraíso a recuperar. No ha sido un tema menor que Kirchner adoptara el nombre del ex Presidente para bautizar su creación juvenil. La sociedad ya debería darse cuenta de que el revisionismo histórico de estos gandules no es incoloro ni inodoro, ni siquiera un devaneo intelectual. Conlleva el peligro de la repetición de viejos errores que la inteligencia, la intelectualidad peronista y los políticos del mismo espacio dejaron correr como si fuera una simple travesura juvenil. Ahora, con las escenas de la toma de Comodoro Py, es tarde, el mal está hecho. El futuro se anuncia borrascoso.
Es bueno y necesario recordar en estos momentos el cruce verbal de Domingo Perón con Cámpora, cuando este último era el Presidente de la proscripción del general. Decía Perón: “El Estado no puede permitir que los edificios y bienes privados sean ocupados o depredados por turbas anónimas, pero menos aún puede tolerar la ocupación de sus propias instalaciones. Para eso está la policía y si no es suficiente, debe echarse manos de las Fuerzas Armadas y tomar a los intrusos: a la comisaría o a la cárcel”. ¡Con razón el kirchnerismo y estos jóvenes desprecian a Perón! Es pertinente reparar que estas palabras fueron dichas cuando el peronismo se disponía a gobernar por tercera vez, esto es, desde el Gobierno. Tienen el peso que otorga la responsabilidad del ejercicio del poder. Claro, los jóvenes idealistas y los críticos del peronismo, por distintas razones, reparan más en los disparates dichos por el general desde el exilio, cuando ponderaba la violencia y algunos crímenes injustificables. Desde la oposición se pueden decir muchas cosas. El poder ordena las ideas.
El Gobierno kirchnerista ha sido en la Argentina la reproducción del progresismo que azotó a América Latina desde comienzos del siglo XXI. Esta izquierda vive la modernidad con un enorme disgusto. La caída del muro de Berlín y el hundimiento de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas los dejó sin habla. El futuro se les antoja desolador desde que sólo ven globalización, capitalismo y democracia republicana. Por lo tanto, para ellos el futuro se encuentra atrás. En una desgastante labor arqueológica procuran volver a la arcadia perdida de los sesenta, cuando la izquierda era una posibilidad efectiva.
Los jóvenes de La Cámpora son viejos. Piensan con categorías antiguas, cuando la Guerra Fría estaba en su apogeo. Y esto es tan así, tan antiguo, que comparan el presente con la revolución del 55. Hecho lamentable y desgraciado de nuestra historia que desplazó a un gobierno que un año antes había sacado el 62% de los votos. Épocas en las cuales los conflictos políticos se resolvían drásticamente, porque la democracia era formal, un mero trámite, tanto para una revolución como para una contrarrevolución. Como piensan en antiguo creen que es la calle y la toma de edificios lo que los devolverá al poder, como en el sesenta, lo que podría explicar los delitos que en el día de la fecha han cometido.
Por el contrario, hoy el poder se toma por mecanismos democráticos. Ganándose la voluntad del pueblo por medio de acciones políticas legales y a la luz del día. El Gobierno no debió retirar a las fuerzas del orden y debió cuidar a la Justicia. Si el kirchnerismo, por esa razón, se empeñaba en la violencia, allá ellos. La televisión debía llevar esas imágenes a todos los rincones de la patria. Precisamente donde se ganan y pierden elecciones.