Lo que no se resuelve, retorna

La sociedad argentina está enferma y desorientada. El kirchnerismo y algunos sectores del Gobierno nacional se equivocan fieramente. Sus actos revelan inconsistencia y vaguedad. Y no hablo de economía, del aumento de los servicios ni de ganancias, que dejo para especialistas y ecónomos. Hablo de conductas antisociales llevadas adelante por el kirchnerismo, que la autoridad tenía la obligación de impedir y no lo hizo por temor, más que por prudencia.

Las escenas de la toma de Comodoro Py evocan los tiempos del Gobierno de Héctor José Cámpora, cuando la Juventud Peronista aliada a montoneros asaltaba oficinas y edificios públicos. Cuarenta y nueve días de espanto que el kirchnerismo evoca como el paraíso a recuperar. No ha sido un tema menor que Kirchner adoptara el nombre del ex Presidente para bautizar su creación juvenil. La sociedad ya debería darse cuenta de que el revisionismo histórico de estos gandules no es incoloro ni inodoro, ni siquiera un devaneo intelectual. Conlleva el peligro de la repetición de viejos errores que la inteligencia, la intelectualidad peronista y los políticos del mismo espacio dejaron correr como si fuera una simple travesura juvenil. Ahora, con las escenas de la toma de Comodoro Py, es tarde, el mal está hecho. El futuro se anuncia borrascoso. Continuar leyendo

El sentido político de Cámpora

Ser cristiano y simpatizar con Judas es una decisión incomprensible. No sé si alguna vez pasó. Creo que no. Pero si hubiera llegado a ocurrir, se trataría de un desquicio moral de proporciones gigantescas con ribetes demoníacos.

Algo parecido ocurre, naturalmente, salvando la distancia, los hombres y el contexto, con el merengue de asumirse como peronista y reivindicar la figura de Héctor Cámpora, hasta el límite de bautizar con ese nombre a una agrupación juvenil que hace de la militancia y del peronismo una vocación cuasi religiosa. En este último caso me refiero a los jóvenes, incautos e inocentes, que han creído en la honestidad de una causa. No en sus jefes, que se han enriquecido de manera inmoral. Inmoralidad similar a la de identificarse con el peronismo y llamarse camporistas.

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De Alberdi a Bergoglio, una idea de la historia

Juan Bautista Alberdi fue, a mi manera de ver, el más grande pensador argentino del siglo XIX. Formó parte de la élite liberal que dio forma y contenido a nuestra patria. Sin embargo, su liberalismo, muchas veces no comprendido, difiere esencialmente del que profesaron contemporáneos suyos como José Castelli, Bernardino Rivadavia, Bartolomé Mitre o Domingo Faustino Sarmiento, sesgados al racionalismo iluminista de la Revolución Francesa. El de Alberdi fue un liberalismo vinculado al romanticismo, que en el terreno de la historia construyó lo que se conoce como historicismo. Ambos, racionalismo e historicismo, pertenecen a la vasta ideología liberal, ambos creen en el progreso indefinido, sin embargo este progreso se alcanza por caminos diferentes. El racionalismo lo promueve por golpes bruscos y cambios revolucionarios, puesto que la razón se impone a la historia o, lo que es lo mismo, la idea anula la realidad. Formulados, entonces, los valores, estos fuerzan el contexto en el marco espiritual de una utopía revolucionaria. En consecuencia, creen en la revolución como motor del progreso.

Por el contrario, el historicismo entiende el progreso como un movimiento interior a la historia. Inmanente a ella, que en un crescendo continuo y armonioso, alcanza el porvenir sin sobresaltos revolucionarios. Son leyes que responden a un sinfín de factores culturales, religiosos, históricos, geográficos o de costumbres las que promueven la marcha. El progreso está en la naturaleza de la historia. Creen en la evolución, no en la revolución. Continuar leyendo

No solo el kirchnerismo es viejo, la mayoría de sus detractores también lo son

Cuando se aborda la historia sin tener oficio, las cosas no salen bien. Ocurre que en este último tiempo han brotado, como las arrugas en la senectud, una ristra de libros y exposiciones culturosas abocadas a explicar a Juan Domingo Perón y al peronismo que repiten, o para decirlo educadamente, que recuperan las viejas ideas que sobre él se tenía en los años cuarenta y cincuenta. Esto es, que era un fascista, un protonazi o un dictador enemigo de la democracia y las instituciones, y sus acusadores -los de aquellos años-, almas bautismales ofrecidas al altar de la República. Un disparate como luego veremos. Descargan sobre su figura males que eran de todos, pero que no se quieren ver. El asunto se agrava aún más, pues estos noveles autores que se hallan bajo el desagradable influjo del actual Gobierno se han almorzado sin degustar la idea de que el kirchnerismo es peronismo y en consecuencia un revival light de aquella dictadura. ¡De tal palo, tal astilla! Imaginan. Continuar leyendo