Mario Vargas Llosa, asiduo visitante de la Argentina, a la que valora y ama según propias palabras, además de un gran escritor es un provocador serial —en el sentido positivo del término. Provoca al pensamiento, motiva la creatividad y habilita opiniones diferentes. Lo hace desde la profundidad de sus saberes y sus valores, trabajados por la lectura, la experiencia y las vastísimas relaciones sociales y políticas que ha sabido construir a lo largo de su vida.
En esta última visita al país le fue muy bien. Lo recibió el Presidente de la Nación, Mauricio Macri y en la Feria del Libro su público y el periodismo en general. Una enorme diferencia con visitas anteriores, cuando en el 2008 el micro que lo trasladaba por Rosario a la Fundación Libertad fue apedreado por grupos de izquierda y kirchneristas y en el 2011 este último sector intentó, sin lograrlo, que el gran escritor no inaugurara la Feria del Libro. La inauguró y el kirchnerismo se jodió.
Más allá de estas contingencias poco gratas para un escritor de semejante volumen y un país como el nuestro, que es capaz de reunir en la misma feria más de un millón de personas, lo que revela la reciprocidad del talento, lo cierto es que Vargas Llosa, que tiene todo el derecho del mundo a expresarse y opinar según su saber y entender, debería procurar, a mi humilde cavilar, una mirada más apegada a la historia, esto es, al contexto en el cual las cosas ocurren o han ocurrido y ser más piadoso con el peronismo, que en definitiva es ser más piadoso consigo mismo.
¿Y por qué hago esta observación? El escritor peruano, en su libro Conversación en la Catedral, se pregunta: “¿En qué momento se jodió Perú?”. El periodismo argentino, al menos algunos interesados en desacreditar al peronismo, le hicieron la misma pregunta: “¿En qué momento se jodió la Argentina?”, sabiendo la respuesta, pues inmediatamente Vargas Llosa contestó: “Con el peronismo”. Se elevó un murmullo de aprobación, especialmente después de haber padecido doce años de kircherismo.
Acá vale hacer algunos comentarios. Primero, no queda muy clara la referencia que hace sobre el peronismo, pues en otras oportunidades el escritor ha dicho que nuestro país hace ochenta años que entró en decadencia. Haciendo cuentas, la operación matemática remite al 30, la crisis mundial y el golpe contra Hipólito Yrigoyen. El peronismo no había nacido. Y en otras oportunidades ha dicho de manera clara: “El peronismo fue fatal para la Argentina, introdujo una especie de nacionalismo que cerró al país y frenó el extraordinario progreso que había traído la política de fronteras abiertas”.
El cierre de la Argentina no lo construyó el peronismo, ya el diario La Nación, en sus editoriales de la década del 20, lo venía promoviendo. (ver Sidicaro: La Política mirada desde arriba) y fue la crisis del 30 lo que obligó al mundo a replegarse sobre sí mismo ante la quiebra del mercado mundial. Fue la élite política tradicional la que cerró el país. Punto.
El peronismo heredó esa construcción económico-política realizada por lo más granado del liberalismo argentino: Federico Pinedo, Ernesto Malaccorto, Luis Duhau, Raúl Prebisch, entre otros, durante la mal llamada Década Infame. El peronismo continuó con lo hecho por los liberales adicionándole nada más y nada menos que justicia social. Y cuando la crisis apareció, alrededor de los 50, el general Presidente viró hacia posiciones más pro mercado al desplazar a Miguel Miranda y convocar a Alfredo Gómez Morales. El golpe militar impidió la continuidad de esa dirección, apoderándose del discurso político peronista, el revisionismo. Este relato lo construyó el nacionalismo vernáculo e hizo del peronismo una sustancia antidemocrática. Domingo Perón en el exilio, perseguido, denigrado y humillado dejó hacer. ¿Por qué proteger una democracia falsa y trucha como la que se vivía a partir del golpe del 55? En síntesis, el peronismo heredó un país cerrado y luego del 50 intentó acercarlo al mundo. Pero lo que no puede quedar afuera del análisis es la época en que le tocó actuar.
A Vargas Llosa le ocurrió de igual modo. ¿Acaso no apoyó la Revolución cubana? El peronismo al lado de los Castro resalta por su inocencia bautismal. Del Che Guevara llegó a decir: “Si la Revolución se lleva a cabo por el método concebido por el Che y pasando por las etapas que él previó, el Diario (libro del jefe guerrillero o manual sobre la guerrilla rural) será un documento extraordinario, la relación histórica del momento más difícil y heroico de la liberación continental. Si la revolución no se realiza, el diario perdurará como testimonio de la más generosa y osada aventura individual intentada en América Latina”.
Naturalmente que Vargas Llosa reconoce su equívoco, como cuando apoyó al gobierno nacionalista de Juan Velasco Alvarado. Llegado a este punto es prudente un manto de piedad, la generación de intelectuales y escritores de la cual formó parte Vargas Llosa, Octavio Paz. Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Manuel Scorza y Mario Benedetti, entre otros, adhirieron al marxismo-nacionalista de los Castro y a la violencia elitista de los 60. Y de alguna manera han sido responsables del atropello perpetrado por las utopías enfermizas de las que fueron portadores. Ciertamente algunos de ellos salieron de ese espacio, Octavio Paz y Vargas Llosa fueron los más evidentes. Pero no corresponde culpar al peronismo de los mismos errores que cometió la generación intelectual de escritores latinoamericanos y Vargas Llosa, algunos años después y más salvajemente, pues el peronismo llegó al poder por elecciones y no fusiló a nadie, mientras que el castrismo asaltó el poder y fusiló a mansalva. Y si Vargas Llosa felizmente partió para siempre de las utopías revolucionarias, debería comprender que el peronismo emprendió un camino similar. Primero, la renovación en los años 80, que al valorar las instituciones y la democracia acompañó al radicalismo en sus momentos difíciles y luego en los 90, al vincularse al mundo capitalista triunfante a la caída del Muro de Berlín, al alejarse de los no alineados y ser más amigable con el capital y el mundo empresarial. Las “relaciones carnales”, como lo denominó la progresía.
Vargas Llosa se engaña y el periodismo que lo estimula también; el kirchnerismo expresa a una argentina antigua y vieja, forjada en los 40, y a su manera representa aquel peronismo. Pero aquel peronismo que era moderno en los 40 hoy es viejo. Su recurrencia lo hace antiguo. Hay otro peronismo que espera la oportunidad de gobernar el futuro, más afín a la democracia, las instituciones y la república. En el caso, no deseado, de que la experiencia de Macri fracase, este peronismo estará a su lado para continuar la brecha abierta.