Mario Vargas Llosa, asiduo visitante de la Argentina, a la que valora y ama según propias palabras, además de un gran escritor es un provocador serial —en el sentido positivo del término. Provoca al pensamiento, motiva la creatividad y habilita opiniones diferentes. Lo hace desde la profundidad de sus saberes y sus valores, trabajados por la lectura, la experiencia y las vastísimas relaciones sociales y políticas que ha sabido construir a lo largo de su vida.
En esta última visita al país le fue muy bien. Lo recibió el Presidente de la Nación, Mauricio Macri y en la Feria del Libro su público y el periodismo en general. Una enorme diferencia con visitas anteriores, cuando en el 2008 el micro que lo trasladaba por Rosario a la Fundación Libertad fue apedreado por grupos de izquierda y kirchneristas y en el 2011 este último sector intentó, sin lograrlo, que el gran escritor no inaugurara la Feria del Libro. La inauguró y el kirchnerismo se jodió.
Más allá de estas contingencias poco gratas para un escritor de semejante volumen y un país como el nuestro, que es capaz de reunir en la misma feria más de un millón de personas, lo que revela la reciprocidad del talento, lo cierto es que Vargas Llosa, que tiene todo el derecho del mundo a expresarse y opinar según su saber y entender, debería procurar, a mi humilde cavilar, una mirada más apegada a la historia, esto es, al contexto en el cual las cosas ocurren o han ocurrido y ser más piadoso con el peronismo, que en definitiva es ser más piadoso consigo mismo. Continuar leyendo