Las acusaciones de Carrió a UNEN de tener una vocación suicida y propiciar una política de minorías chocan con la realidad de su conducta, que se ha caracterizado, en los últimos años, por una marcada inclinación a la soledad y al individualismo. Sus creaciones políticas han durado un instante, pues al menor contratiempo las destruye. Su mirada del acontecer de los últimos treinta años es, asimismo, rápida y ligera y no se asienta en un pensamiento elaborado y meduloso. Su lucha histórica contra el peronismo la ciega, volviéndola primitiva y tosca. El 20 de abril del 2003, en el programa de Mariano Grondona, ante la afirmación del periodista de que Carlos Menem crecía en la intención del voto, afirmó que el expresidente tenía la rara habilidad de potenciar y expresar al hijo de puta interior que corroe nuestras vidas. Ahora, acusa al conjunto del peronismo de ser narco y de no tener una política para acabar con la inseguridad. No percibe que al interior de este partido hay profundas diferencias, pues no es lo mismo aliarse con Occidente que con Venezuela e Irán, desregular que regular, privatizar que estatizar, intervenir que liberar. Sí, tiene razón respecto de la corrupción y la droga pero esto les cabe a muchos políticos y no a un solo partido. Debiera ser más estilista en sus análisis. Continuar leyendo
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Un Perón poco conocido
Cuando Juan Domingo Perón buscó una salida electoral para la Revolución del ’43, pensó en el dirigente radical cordobés Sabattini como su acompañante en la fórmula presidencial. “¡Al fin y al cabo yo también he sido radical!”, dicen que afirmó. La estrategia fracasó. Y el peronismo se hizo solo. ¿Fue radical Perón? Y en tal caso ¿qué tipo de radical?
Perón y el 6 de septiembre de 1930
En mi libro Perón liberal, he abordado con más detalles la participación del capitán Perón en aquella jornada. A los efectos de esta nota solo diré que se sumó a la revolución, invitado por su amigo el teniente coronel Descalzo (padrino de su casamiento con Aurelia Tizón) y el coronel José María Sarobe, bajo la conducción del general Justo, por quien Perón profesaba gran admiración y respeto. Este pequeño núcleo sumó a doscientos oficiales, persuadidos por la proclama redactada por Sarobe, que reemplazó la escrita por Leopoldo Lugones, expresión del nazismo vernáculo.