Quienes formamos parte del pueblo judío y sus conmemoraciones sabemos que cada una de estas posee una doble carga emotiva. Por un lado, una inmensa alegría y, por el otro, un dejo de tristeza y de dolor.
En Pésaj (Pascua judía), por ejemplo, festejamos la libertad que nos permitió salir de Egipto, pero sin dejar de recordar con dolor los tiempos de esclavitud. Incluso al momento de casarse, donde se festeja el amor y la unión, también se rompe una copa en recuerdo de la destrucción del templo de Jerusalén.
Siguiendo con esta lógica, reflexiono sobre lo acontecido durante este año y encuentro en esta Navidad ese gusto agridulce al que hice referencia anteriormente.
Este 2015 fue un año de profunda convivencia de la Iglesia Católica con los otros credos. El pasado 28 de octubre se conmemoraron 50 años de Nostra aetate, la declaración del Concilio Vaticano II que impulsó un cambio en la relación de la Iglesia con las religiones no cristianas. Para esta fecha, el papa Francisco convocó por primera vez en la historia a una Audiencia General Interreligiosa, la cual colmó la plaza de San Pedro. Continuar leyendo