Haber concedido un premio Nobel de Economía a un especialista de la Universidad de Princeton, en los Estados Unidos, lleno de inquietudes acerca de la pobreza y la desigualdad, tuvo un objetivo muy claro. En primer lugar, el hombre: se trata de Angus Stewart Deaton, escocés, de 70 años de edad, con nacionalidad inglesa y norteamericana. El galardón le fue entregado por sus análisis del consumo, la pobreza y el bienestar.
Muchos creían desde hace meses que el merecedor del premio sería Thomas Piketty, autor de El Capital y otras obras relacionadas con la desigualdad en el mundo. Apostaron mal. En la Academia Sueca pensaban distinto.
En segundo término: la preocupación de la Academia por el tema. Suecia viene sufriendo virajes importantes en su estructura social; ha aumentado la violencia, tanto los índices de desamparo como de crímenes se elevaron, en un país que fuera paradigma del Estado de bienestar hasta 1980 y que hizo de la neutralidad su bandera de Gobierno. Hay crisis seria en Suecia que mostró sus dientes con la oposición del poder político a la entrada de los refugiados de Siria y Afganistán.
Es una contradicción con el pasado o los tiempos han cambiado radicalmente. El pasado no muy lejano demuestra que Suecia acogió a los exiliados políticos del mundo. Recibió, por ejemplo, con los brazos abiertos a los que escaparon de la represión de Augusto Pinochet tras el golpe de Estado y el suicidio de Salvador Allende. También lo hizo con otros perseguidos de otros rincones del mundo y con los argentinos que buscaron protección en la década del setenta. Continuar leyendo