Si tuviéramos el 10 por ciento de los dilemas climatológicos con los que se enfrenta el hemisferio norte seguramente en la Argentina no se sabría cómo reaccionar, cómo solucionar con perentoriedad los inconvenientes. Supongamos los tornados en el centro oeste de los Estados Unidos, o los sismos pequeños o grandes en California o los mismos anegamientos de ciudades, que suelen durar horas. O las tormentas de nieve, donde toda está previsto porque a las pocas horas, por obra de las limpiadoras, las rutas están transitables y las calles de las ciudades no tienen impedimentos.
Seguramente acomodada a las bondades del tiempo, Argentina no ha preparado su infraestructura para darle batalla al infortunio. Es como pensar siempre que Dios está de nuestro lado, que nunca nos ocurrirá ninguna desgracia. Algo así como acomodarse a la inoperancia generalizada. Se ha dicho y creo que con razón que si no hay obras aliviadoras de intensas lluvias o de anegamientos es porque el futuro votante no las ve. De lo contrario tendrían que ser prioridad en las agendas de trabajo de intendentes y gobernación. Pero no lo son. El Gran Buenos Aires es una muestra de que se vive en la improvisación y en la anomia total. Continuar leyendo