Ahorramos poco y escondemos mucho

La economía argentina arrastra una larga historia con muy pobres registros de tasa de inversión interna, reflejo de una débil vocación por el ahorro doméstico y de una recurrente fuga de capitales.

Claramente, la insistencia de los gobiernos de los últimos 80 años en querer volver a empezar, desconociendo los pocos y raros logros de las administraciones anteriores, explica gran parte de la debilidad que caracteriza a la moneda nacional y la pobre propensión a encarar emprendimientos de envergadura que no aseguren rápidas y altas tasas de ganancia.

Ahora se está frente a un escenario similar, después de cuatro años con estancamiento de la actividad económica y receso de la capacidad de generación de riqueza promedio por habitante, en un contexto de altísima inflación, y cepo para girar utilidades a casas matrices radicadas en el exterior.

Los datos a julio de la consultora de Orlando Ferreres sobre el desempeño de la inversión bruta interna fija, es decir, en construcciones y máquinas y equipos para la producción, dan cuenta de que no sólo se estancó en el nivel de marzo, sino que cayó a un paupérrimo 17% del PBI en valores corrientes, y 20% si se lo ajusta por inflación y tipo de cambio. Se trata de niveles que ubican a la Argentina por debajo de la mitad de la tabla en un listado de 179 países, posición 101, con 2,5 puntos porcentuales menos que el promedio mundial.

La consecuencia de semejante atraso, agravado por la veda al acceso al mercado internacional de capitales, aunque para algunos pueda ser un consuelo que esa tasa de inversión es mayor a la que registran países vecinos, como Brasil o Uruguay, es que se traduce en destrucción de fuentes de trabajo, porque la economía pierde competitividad, al punto que ya está en el puesto 104 sobre 144 países, según el último ránking del World Economic Forum.

Si a eso se agregan los efectos nocivos de una amplia vocación por el exceso de gasto público sobre los ingresos que se obtienen con el cobro de impuestos, al punto que no son pocos los políticos, incluidos algunos de los candidatos a la presidencia de la Nación, que sostienen que el déficit fiscal se puede corregir con el crecimiento de la economía, se comprende la costumbre que tienen muchos argentinos y residentes con capacidad de ahorro de atesorar en moneda extranjera, o en activos dolarizados.

Pero además, la larga historia de prohibiciones, exceso de regulaciones y hasta cepos, como el que en la actualidad rige para diversas operaciones de cambio, reservadas para muy pocos -menos del 6 por ciento de los trabajadores pueden comprar divisas para ahorro- incentiva la marginalidad de la economía, la cual se resiste a bajar del 40 ó 35%, sea en el mercado de trabajo, o en la generación agregada de riqueza.

De ahí que una de las metas que debería proponerse una buena administración del país es generar las condiciones para que los habitantes y empresas puedan recuperar capacidad de ahorro y se desactiven todas las normas y medidas que directa o indirectamente contribuyen a mantener altos índices de informalidad, como claramente acaba de pedir de Coordinadora de las Industrias de Productos Alimenticios.

De lo contrario, no sólo en la Argentina se continuará “ahorrando poco y escondiendo mucho”, como sintetizó en una conferencia el economista jefe de un banco, sino también con repetidos episodios de tensiones en el mercado de cambios, como los que reaparecieron desde fines de julio.

El déficit fiscal y el peso de la deuda pública están en los peores niveles desde 2001-02

El último dato de las finanzas públicas correspondiente a marzo fue de un desequilibrio primario de 6% del PBI del mes antes, y escaló a 8,7% del PBI después del pago de intereses. El desendeudamiento se abandonó en 2012.

Esas proporciones surgen de comparar las brechas negativas entre ingresos totales (antes de los aportes de Anses y Banco Central a la Tesorería General de la Nación) y los gastos pagados con el PBI equivalente mensual, que reflejaron las cuentas del sector público no financiero en base caja, esto es entre los recursos tributarios y de Anses percibidos y los compromisos efectivamente pagados.

La crónica del momento dio cuenta de cómo de un excedente informado de $3.570 millones en marzo de 2014, antes del pago de los servicios de la deuda pública, se pasó un año después a un rojo de $17.429 millones; mientras que el resultado final negativo de $4.366 millones, se elevó a 27.895 millones de pesos. En ese período, los aportes de la Anses y Banco Central se redujeron de $12.897 millones a 6.050 millones de pesos.

El rojo fiscal primario de marzo fue de 6% del PBI del mes y el final subió a 8,7%

Se sabe que las finanzas públicas no pasan por su mejor momento, más allá de que en un año electoral es habitual un relajamiento de la política de gasto y propaganda, como el viernes último informó el Boletín Oficial por decisión compartida y aislada de los ministros Aníbal Fernández y Axel Kicillof, porque pese a la recesión que ha llevado a que la industria automotriz acumule 17 meses con caída de ventas; a un mercado inmobiliario que no repunta de modo significativo pese a haber bajado a los peores niveles en casi 20%; aumentan los índices de locales comerciales vacíos en las principales ciudades del país y el efecto desaliento afecta por año a más de 200 mil nuevos trabajadores, en un escenario de apreciable baja de los precios de exportación, las erogaciones de Hacienda han tomado una dinámica singular.

marzo mayor rojo fiscal 2001

El resultado es que el déficit fiscal real, esto es sin la denominada “contabilidad creativa” que representa contabilizar como recursos genuinos en lugar de nueva deuda, aunque sea intra sector público, a la miríada de millones de pesos que mes a mes transfieren la Anses y el Banco Central a la Secretaría de Hacienda, alcanzó niveles en términos del PBI que no se veían desde la crisis de 2001 y 2002, con 6% primario y 8,7% final, cuando un año antes fueron equivalentes a 3% y 5,6% del PBI, respectivamente.

Mientras los recursos crecieron 32,2%, los gastos se elevaron 44,8 por ciento.

Semejante salto, producto de una aceleración singular desde 2012, cuando el rojo antes del pago de intereses había subido de 0,6% del PBI mensual en marzo de 2011 a 1,3%, luego se incrementó el año siguiente a 2,4% y ascendió a 3% el año posterior, fue la consecuencia de la ampliación de la brecha negativa entre el crecimiento de los recursos tributarios genuinos (32,2%) y el de los gastos (44,8%) de entre 3 y 8 puntos porcentuales en el primer trimestre de 2014 a más de 12 puntos ahora.

Esa brecha deberá cerrarse por la vía de la disciplina fiscal y el aliento a la actividad productiva y comercial, sustentada no sólo en el consumo del sector público, sino en particular en el privado, junto a la inversión y las exportaciones, de lo contrario, constituirá una de las tantas mochilas pesadas que recibirá el próximo gobierno, cualquiera sea el signo partidario.

El mito del beneficio del desendeudamiento

Hasta el año último Economía cubría la brecha creciente entre gastos y recursos genuinos con el aumento de la presión tributaria, el impuesto inflacionario que significa postergar las actualizaciones de los mínimos no imponibles de Ganancias a los asalariados, pero también a jubilados, pensionados, autónomos y empresas, como a través de la negativa a permitir los ajustes de los balances por inflación, pese a que el ritmo de alza de los precios ya arrastra más de siete años por arriba del 20% al año; y giro anticipado de ganancias contables de la Anses y Banco Central.

Pero en los últimos meses, el agotamiento natural de esas fuentes, llevó a que tuviera que acudir a la emisión de deuda, principalmente en el mercado interno a tasas del 27 a 28% al año y en el exterior, acotada y a medida de inversores “amigos” que exigieron tasas en dólares del 9% anual, esto es entre dos y tres veces más que las que pagan países vecinos.

Los intereses de la deuda ya representan 2,7% del PBI, pese al desendeudamiento

Además, como ese proceso coincidió con los efectos de las regularizaciones de la deuda externa con los países que integran el denominado Club de París y también con Repsol, la deuda pública total que había caído a un mínimo de 33,4% del PBI en 2011 retomó la senda alcista hasta 42,8% en junio de 2014. Desde entonces, se dejó de informar su actualización, aunque se estima que actualmente supera el nivel del 53,7% del PBI que existía al momento de la caída del gobierno de Fernando de la Rúa, en diciembre de 2001.

costo deuda sube 3 pbi

La conjunción del singular aumento del endeudamiento con la sobretasa que acepta pagar el ministro Axel Kicillof, que es el costo de no cerrar el pleito con los bonistas de acuerdo al fallo desfavorable de la justicia de los EEUU que eligió el Gobierno argentino, explica que el servicio de la deuda pública haya trepado en marzo último a casi 3% del PBI del mes, casi el doble de la relación que predominó en la década previa.

Menos del uno por ciento de los residentes compra dólar ahorro

En su conferencia matinal, en el día de la celebración de la llegada de los Reyes Magos, el Jefe de Gabinete dijo que “el 25 por ciento de la población argentina accede a transacciones para tenencia en moneda extranjera. Esta burda mentira instalada respecto a restricciones al acceso. Si existe declaración jurada impositiva, acceden tanto para viajes al exterior tanto para dólar tenencia”. Jorge Capitanich remarcó que “en el último año 4.798.952 personas accedieron a la compra del dólar ahorro por un monto de 3.061 millones de dólares”.

Sin embargo, como me cuesta creer que el Jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, miente, tiendo a pensar que está mal informado y que sus asesores le omitieron advertir que los 4.798.952 que adquirieron dólares para ahorro en el último año, no eran todas personas diferentes, ni todas lo hicieron con fines de tenencia.

La reglamentación de la AFIP establece que sólo se podrá adquirir dólares para ahorro hasta un límite de 2.000 por mes y 24.000 dólares por año, por parte de aquellos que reúnan ingresos comprobables en tareas registradas por un mínimo equivalente a dos salarios mínimos, en la actualidad unos 9.400 pesos de bolsillo (unos 11.800 pesos en valores brutos). Sobre ese monto, se estima una capacidad de ahorro, tentativa y discrecionalmente del 20%, por lo que el monto mínimo de compra de partida es de unos 1.900 pesos, equivalente a menos de 185 dólares por mes.

A ese límite inferior de ingresos accedió, según los últimos datos del Indec correspondiente al tercer trimestre de 2014, apenas poco más del 10% de los jefes de familia, equivalente a menos de 3% de la población total del país, unas 1,1 millones de trabajadores, esto es poco más de la quinta parte del universo que dijo el Jefe de Gabinete.

Los beneficiarios podrían ampliarse a casi cuatro millones de personas favorecidas por la “flexibilidad” de la venta de dólares ahorro al cambio oficial más un pago a cuenta de futuros impuestos de 20% si opta por no dejar en una cuenta ahorro bancaria los billetes. Pero simplificación y licencia de cálculo no es aceptada por la AFIP, porque sólo valida las autorizaciones de compra en función del ingreso habitual declarado y no del grupo habitacional.

Límite por mes que se puede repetir

Pero esa no es la única falacia de la apreciación que, al parecer, los asesores le transmitieron al Jefe de Gabinete. El régimen de venta de dólares para ahorro se ha definido como parámetro mensual, con un tope anual. De ahí que es muy probable que entre las casi cinco millones de operaciones autorizadas y ejecutadas en el último año se hayan verificado reiteraciones de compra en cada uno de los doce meses, con lo que de modo simple, se puede estimar que la cantidad de personas que fueron autorizadas por la AFIP se limitó a apenas 400 mil, equivalente a menos del uno por ciento de los poco más de los 42 millones de habitantes en el país, o si se quiere poco más del dos por ciento de la nómina total de trabajadores; o de menos del 4% de los ocupados en blancos. En todos los casos, muy lejos del cuarto de la población que con satisfacción dijo Jorge Capitanich, porque estarían manifestando capacidad de ahorro.

Pero peor aún, en una economía que ha pasado de una tasa de inflación de 25 a casi 40%; con salarios que en el mejor de los casos subieron 32% y un gasto público que se expande a una tasa superior al 43%, no han sido pocos los trabajadores autorizados a comprar dólares para tenencia, que lo han hecho para ahorro de muy corto plazo, porque los vendían en menos de 15 días de su adquisición en el mercado libre con una diferencia piso de 30 por ciento, para poder llegar a fin de mes, y de ese modo evitar o atenuar la erosión del poder de compra de sus salarios.

De cualquier forma, ese segmento de la población es muy reducido, porque según los datos de la AFIP el promedio de venta de dólar ahorro por operación fue en el último año de 638 dólares, que al cambio actual, significa un universo muy chico de trabajadores que pueden justificar, siempre en promedio, un ingreso de bolsillo de 33.000 pesos.

Según los datos de Distribución del Ingreso que difundió el Indec menos del siete por ciento de los jefes de familia registró ese parámetro de salario medio, muy por debajo del dos por ciento de la población del total del país, aunque muy superior, con unas 700 mil personas, al promedio mensual de transacciones efectivizadas.

Es decir no todos los que tienen alta capacidad de generación de riqueza y de ahorro acuden al mercado oficial de cambios para comprar dólares billetes, más el pago a cuenta de impuestos del 20 por ciento. Si, son más los que gastan en el exterior con el uso de tarjetas de crédito y luego abonan en pesos en el país, al cambio oficial más un pago a cuenta de impuestos del 35 por ciento. Pero, también se trata de un universo que no llega al 10% de la población, esto es menos de la mitad del 25% que aseguró Capitanich.

Más controles y menos ideas

Día a día los indicadores de la economía real y financiera muestran un severo deterioro y paso a un estado de desbarajuste cuya reversión provocará mayores costos cuánto más lejos se asuma la necesidad de implementar un cambio drástico. Pero frente a esa realidad, cuya máxima expresión es la destrucción de empleos privados y generalización del recorte de la jornada laboral, con su consecuente efecto contractivo sobre los ingresos nominales de muchos trabajadores, las autoridades económicas se muestran ausentes y sólo aparecen para actos protocolares o almuerzos con algunos empresarios para hablar sobre las preocupaciones de las consecuencias del plan de gobierno, en lugar de aceptar planteos sobre las causas que explican el delicado cuadro actual.

Esa actitud explica que en las últimas semanas se haya decidido intensificar el cepo cambiario a las importaciones. Y en la presente, en invadir la city con mega operativos policíacos con ayuda de oficiales de la Comisión Nacional de Valores, del Banco Central, de la Unidad de Investigación Financiera y del INAE, en la seguridad de que no iban a encontrar nada que comprometiera a entidades financieras, casas de Bolsa y casas de cambio, porque el objetivo no era ese sino sólo atemorizar al público para que dejara de operar.

Por un momento esa estrategia posibilitó achicar el volumen de operaciones y con ello también el precio del nuevo índice de riesgo país: el dólar contado con liqui. Sin embargo, en la medida en que no se dé un giro rotundo en la política, ese curso de los precios será meramente transitorio, porque seguirán vivas las causas que los impulsan, como la agudización de la pérdida de capacidad de generación de divisas que el Indec dio cuenta en su informe sobre el Intercambio Comercial Argentino en septiembre.

Con una soja que en sólo cuatro meses pasó de 558 a 334 dólares la tonelada en el mercado internacional, aunque a los productores argentinos se les retiene compulsivamente el 35% de esos precios antes de cualquier impuesto o gasto, el equipo económico encontró el argumento fácil para explicar las dificultades que enfrenta para acumular reservas. Pero no alcanza para culpar por qué se acelera la inflación, se profundiza la recesión y que el saldo comercial fuera en septiembre el menor para ese mes en los últimos catorce años.

Estrategia incompleta
Y como de las causas de los problemas no se habla, Economía decidió trabajar contrarreloj en el armado de un nuevo festival de bonos en busca del financiamiento que necesita para llegar a fin de mandato sin las arcas vacías. Pero el objetivo no podrá ser alcanzado si, como se ve a diario en el Boletín Oficial, el Jefe de Gabinete sigue autorizando aumentos del gasto público y validando la incorporación de personal en los diferentes organismos del estado, a costa de ampliar a niveles ya insoportables del déficit fiscal, que llevan a fogonear la inflación y alimentar el atraso cambiario para comercio exterior.

La emisión de bonos ajustables por la paridad cambiaria oficial no generará divisas, pero sí quitará grados de libertad a la hora de tener que devaluar, salvo que se opte por una severa baja del gasto público que posibilite bajar retenciones, ajustar balances por inflación y elevar los mínimos no imponibles para los asalariados, o simplemente persiga el objetivo de limitar la acción del próximo gobierno, al cual ya le espera una tarea ardua para revertir el déficit fiscal, la escalada de la inflación, la destrucción de empleos y seducir a inversores en actividades productivas de largo plazo.

La ceguera del equipo económico no le permite ver como cada medida que implementó en los últimos tres años tuvo el efecto opuesto al buscado, y por tanto no advierte que la solución está a la vuelta de la esquina: incentivar el ahorro, quitar el cepo a la exportación e importación y, abandonar la indisciplina fiscal, para poder liberar recursos al sector privado, que es el único que podrá revertir este ciclo que se encamina a una depresión más temprana que tarde.

No se trata de ser apocalíptico, sino simplemente de aceptar que el paso de una economía que crecía al 5% a otra que cae más de 4%, y más aún en el caso de la industria manufacturera, o que la inflación se desbocó de 25% a más de 40% y las reservas del Banco Central mantienen una tendencia fuertemente contractiva en un escenario de recesión interna y cepo creciente a las importaciones, dan claras muestras de que la economía hace meses que abandonó la etapa de la estanflación (estancamiento con inflación) para ingresar en un estadio de alta recesión.

Por ahora las estimaciones de las consultoras privadas y del Fondo Monetario indican que el receso es modesto para este año y algunos incluso arriesgan un punto de quiebre en 2015, pero las correcciones que ya se advierten en diversos estudios y los nuevos indicadores de comercio exterior del Indec anticipan que el último trimestre será peor de lo que esperaban. El cuadro sólo podrá cambiar si el equipo económico decide comenzar a revisar los desaciertos de política en lugar de seguir actuando infructuosamente contra las consecuencias.