La suba del gasto ya superó al aumento de impuestos

Se trata de una carrera peligrosa cuyo efecto perverso no sólo se manifiesta en un creciente rojo fiscal, que fuerza a un incremento de la emisión de dinero para pagarlo y la aceleración consecuente de la inflación, porque no hay voluntad de los agentes económicos por demandar pesos y por eso fuga hacia el dólar, sino, peor aún, en la pérdida de puestos de trabajo y mayor exclusión social. No es casual la aparición de saqueos en algunas provincias y la tremenda pérdida de votantes que registraron los candidatos del Gobierno en las últimas legislativas.

Con las firmas del Jefe de Gabinete, Jorge Capitanich y el Ministro de Economía, Axel Kicillof, el Gobierno amplió hace una semana en $18.000 millones el gasto público de este año. Es para atender los pagos de jubilaciones y pensiones, asignaciones familiares tanto de la ANSeS como de las Cajas de las FFAA, Policía Federal, Prefectura, Servicio Penitenciario y Poder Judicial, y pensiones no contributivas de Desarrollo Social. Es equivalente, en el mejor de los casos, al doble del monto que se proyecta recaudar con el salto de los impuestos internos para los bienes suntuarios, como autos de alta gama, embarcaciones, aeronaves y motos, de 10% a un rango de 30% en un primer tramo y 50% en el más alto.

Podrá argumentarse que el impulso del gasto público en septiembre, con un incremento de más de 43% en comparación con un año antes, no es extrapolable para los meses siguientes, porque estuvo alentado por un fenómeno estacional, como fueron los momentos previos a las elecciones legislativas. Aunque no hay duda de que se está expandiendo en más de 4 a 5 puntos que la inflación real y que la suba del cobro de impuestos.

Pero no puede objetarse que la disminución en los últimos meses de las tasas de crecimiento de los recursos tributarios, sea porque perdieron competitividad las exportaciones, sea porque las empresas ahora acusan caída de la rentabilidad y por eso tributan menos Ganancias, sea porque el empleo dejó de crecer y las horas trabajadas por la nómina estable bajan, y por tanto se atenuó el aumento de los aportes personales, ha ido ampliando la brecha negativa con la dinámica del gasto público.

Prioridades invertidas

Sin embargo en las primeras dos semanas y media de cambio de estilo que impuso el nuevo jefe de Gabinete de Ministros no se advierte que semejante desbalance, que es la génesis del resto de los desequilibrios que afectan a la economía en su conjunto, a la mayor parte de la sociedad en particular, constituya uno de los temas de la agenda inmediata a comenzar a resolver ya.

Por el contrario, las primeras medidas de política económica, como la destinada a elevar la presión tributaria para los bienes suntuarios, o acordar con Repsol una fórmula de pago por la expropiación del 51% de las acciones que tenía en YPF, no son ni de implementación y efecto inmediata, ni de efecto rápido en términos de ahorro de divisas e ingreso de capitales para inversiones de riesgo, ni tampoco van camino a atenuar el ritmo inflacionario. Tampoco cabe esperar respuestas rápidas de Rusia, China y Brasil al pedido de créditos para apuntalar las reservas del Banco Central que encaran los ministros de Planificación, Julio De Vido, y de Economía, Axel Kicillof.

Menos aún cabe esperar un freno a la demanda de dólares por parte de turistas interesados en hacer viajes al resto del mundo, porque la suba neta de la alícuota del anticipo a cuenta de impuestos está lejos de tener un impacto relevante, dado el contexto inflacionario, las tasas de interés reales negativas y la reticencia a medidas de shock que conduzcan a restablecer una gradual recuperación de la confianza, clave para frenar el drenaje de reservas en el Banco Central.

Poner el acento para atacar la inflación en la concertación social y el análisis de las hojas de balances de cada uno de los integrantes de las denominadas cadenas de valor de cada sector productivo de la Argentina, para detectar cuellos de botellas y acciones monopólicas y políticas de suba de precios por parte de empresas con posición dominante, es negar las reales causas de la inflación a ritmo de más de 25% anual en el promedio del último cuatrienio.

Mientras no cambie esa estrategia, la huida del dinero y refugio de muchos agentes económicos en la compra de dólares o de bienes y servicios dolarizados, las cuales son consecuencias de los desequilibrios fiscal, monetario y cambiario, persistirá la hemorragia de reservas del Banco Central, se agravará la destrucción de puestos de trabajo y será creciente exclusión social, por caída de la inversión productiva en un clima de incertidumbre, donde lo único que aparece como cierto el sostenido aumento de los impuestos en busca de financiar el impulso que mantiene el gasto público.

La hemorragia de reservas no se frenará con cosmética

Muchos economistas parecen haber caído en la trampa de creer que con una modificación de la política cambiaria orientada a atacar los principales focos de fuga de divisas, como el turismo, la compra de autos importados o incluso los pagos con tarjetas de productos importados sin salir del país, se podrá “comprar” tiempo para detener la hemorragia, mientras se ponen en marcha cambios profundos de política, aunque algunos vaticinan que eso no ocurrirá hasta antes de fines de 2015.

Ya la semana pasada comentaba que el cepo impuesto a los grandes exportadores para prefinanciar sus operaciones en la banca local, para forzarlos a que ingresen dólares por la vía del crédito internacional, podría llegar a abrir una puerta, pero no a cerrar la herida.

No sólo el recuerdo de los 70 y 80 avalan ese previsión, porque basta que exista un tipo de cambio múltiple, y sobre todo uno comercial y otro oficial financiero, para que toda la economía tienda a converger al valor más alto, forzando el proceso con reconocidas prácticas de sobrefacturación de importaciones y sobrefacturación de las exportaciones, sino también por las compras de dólares para turismo en el circuito oficial financiero, mientras que las ventas de divisas por parte de los turistas que ingresen al país se cursarán por el libre que marque el mercado, sino más aún por la multiplicación de desequilibrios monetarios, fiscales, cambiarios y de infraestructura, los cuales lejos de estabilizarse se acentúan día a día.

Está claro que la negativa durante diez años a reconocer que la Argentina marchaba por un camino seguro que conducía a un creciente déficit de generación energética con recursos propios, llevó a afectar la dinámica de las exportaciones y de las importaciones de combustibles, determinando un rojo de más u$s8.000 millones al año y con ello atizando el fuego del desequilibrio fiscal y elevar las perspectivas de una nueva crisis macroeconómica.

Para peor, las prohibiciones que impuso la Unión Europea a la compra de biodiesel argentino determinarán una pérdida de exportaciones de más de u$s1.500 millones al año y una ampliación similar del rojo energético, porque las autoridades se resisten a ampliar el corte con las naftas y el diesel para uso como carburante en los automotores, como ha hecho rápidamente Indonesia.

Sangría por pago de deudas
La implementación del crédito altamente subsidiado, con un costo muy inferior a la tasa devaluación del peso, llevó a muchos productores y en especial a firmas exportadoras a suscribirlo. La consecuencia en términos cambiarios fue la reducción en más de u$s3.700 millones del ingreso de divisas en el primer semestre para prefinanciar y financiar exportaciones, a un ritmo de más de u$s7.000 millones en un año.

Así surge de las estadísticas del Banco Central de la República Argentina. De u$s14.929 millones que ingresaron por esa vía en el primer semestre de 2012, equivalente a 36,3% de las exportaciones totales del período, un año después se contrajo a u$s11.210 millones, representando 28,8% del total de las ventas al resto del mundo.

Para revertir ese rojo no sirven más medidas compulsivas, porque la respuesta no será positiva, ni en términos de generación de divisas con aumento de la deuda externa privada, porque su costo duplica al que se puede pagar en la banca local, ni en términos de inflación, porque encarecerá los costos de la cadena de valor de ese sector, y por tanto mucho menos en términos de actividad y empleo.

Mientras que no se reconozca que imponer cepo cambiario a toda la economía, exigir presentaciones de declaraciones juradas de necesidades de importación -las cuales se aprueban discrecionalmente y con ello afectan la actividad productiva de varias industrias y servicios y ahora se agregó la exigencia del financiamiento anticipado en el exterior-, será imposible recrear la confianza en la moneda nacional cabe esperar que se agudicen los desequilibrios fiscales y del sector externo y con ello se acentuará la hemorragia de las reservas del Banco Central, con costos crecientes en términos de pérdidas de oportunidades para captar inversiones, generar empleos y mejorar la calidad de vida del conjunto de los habitantes.