Por: Daniel Sticco
Muchos economistas parecen haber caído en la trampa de creer que con una modificación de la política cambiaria orientada a atacar los principales focos de fuga de divisas, como el turismo, la compra de autos importados o incluso los pagos con tarjetas de productos importados sin salir del país, se podrá “comprar” tiempo para detener la hemorragia, mientras se ponen en marcha cambios profundos de política, aunque algunos vaticinan que eso no ocurrirá hasta antes de fines de 2015.
Ya la semana pasada comentaba que el cepo impuesto a los grandes exportadores para prefinanciar sus operaciones en la banca local, para forzarlos a que ingresen dólares por la vía del crédito internacional, podría llegar a abrir una puerta, pero no a cerrar la herida.
No sólo el recuerdo de los 70 y 80 avalan ese previsión, porque basta que exista un tipo de cambio múltiple, y sobre todo uno comercial y otro oficial financiero, para que toda la economía tienda a converger al valor más alto, forzando el proceso con reconocidas prácticas de sobrefacturación de importaciones y sobrefacturación de las exportaciones, sino también por las compras de dólares para turismo en el circuito oficial financiero, mientras que las ventas de divisas por parte de los turistas que ingresen al país se cursarán por el libre que marque el mercado, sino más aún por la multiplicación de desequilibrios monetarios, fiscales, cambiarios y de infraestructura, los cuales lejos de estabilizarse se acentúan día a día.
Está claro que la negativa durante diez años a reconocer que la Argentina marchaba por un camino seguro que conducía a un creciente déficit de generación energética con recursos propios, llevó a afectar la dinámica de las exportaciones y de las importaciones de combustibles, determinando un rojo de más u$s8.000 millones al año y con ello atizando el fuego del desequilibrio fiscal y elevar las perspectivas de una nueva crisis macroeconómica.
Para peor, las prohibiciones que impuso la Unión Europea a la compra de biodiesel argentino determinarán una pérdida de exportaciones de más de u$s1.500 millones al año y una ampliación similar del rojo energético, porque las autoridades se resisten a ampliar el corte con las naftas y el diesel para uso como carburante en los automotores, como ha hecho rápidamente Indonesia.
Sangría por pago de deudas
La implementación del crédito altamente subsidiado, con un costo muy inferior a la tasa devaluación del peso, llevó a muchos productores y en especial a firmas exportadoras a suscribirlo. La consecuencia en términos cambiarios fue la reducción en más de u$s3.700 millones del ingreso de divisas en el primer semestre para prefinanciar y financiar exportaciones, a un ritmo de más de u$s7.000 millones en un año.
Así surge de las estadísticas del Banco Central de la República Argentina. De u$s14.929 millones que ingresaron por esa vía en el primer semestre de 2012, equivalente a 36,3% de las exportaciones totales del período, un año después se contrajo a u$s11.210 millones, representando 28,8% del total de las ventas al resto del mundo.
Para revertir ese rojo no sirven más medidas compulsivas, porque la respuesta no será positiva, ni en términos de generación de divisas con aumento de la deuda externa privada, porque su costo duplica al que se puede pagar en la banca local, ni en términos de inflación, porque encarecerá los costos de la cadena de valor de ese sector, y por tanto mucho menos en términos de actividad y empleo.
Mientras que no se reconozca que imponer cepo cambiario a toda la economía, exigir presentaciones de declaraciones juradas de necesidades de importación -las cuales se aprueban discrecionalmente y con ello afectan la actividad productiva de varias industrias y servicios y ahora se agregó la exigencia del financiamiento anticipado en el exterior-, será imposible recrear la confianza en la moneda nacional cabe esperar que se agudicen los desequilibrios fiscales y del sector externo y con ello se acentuará la hemorragia de las reservas del Banco Central, con costos crecientes en términos de pérdidas de oportunidades para captar inversiones, generar empleos y mejorar la calidad de vida del conjunto de los habitantes.