Por: Daniel Sticco
El cambio que propuso y propone el Gobierno no sólo se manifiesta en el estilo de comunicación sobre la herencia, o mejor dicho las hipotecas recibidas, y sobre los reaseguros que fue tomando para atenuar el impacto de las medidas de “normalización” de la economía, sino también en la gestión de las grandes empresas y bancos.
“Ya no seguimos tanto a pie juntillas los pronósticos y escenarios que plantean los economistas externos, aunque no prescindimos de ellos, sino que ponemos más el acento en mirar los datos de la realidad, tanto de nuestros números como de los clientes”, destacaron en un encuentro privado banqueros de fuste, y en otro hicieron lo propio encumbrados empresarios.
Esta semana el Indec dio a conocer los resultados de la encuesta de supermercados y shoppings correspondiente a los primeros tres meses del año y dieron cuenta de un aumento de la facturación 10 puntos porcentuales por debajo de la tasa de inflación, denotando una contracción real de las cantidades consumidas por el conjunto de las familias de un receso de 7%, aproximadamente. Más aún con la escalada de la tasa de inflación en la Ciudad a 6,5% y el sostenimiento de la tasa de interés de referencia del Banco Central por arriba de 36% anual.
A partir de allí se alimentaron los análisis del severo costo que paga la sociedad por la política de reducción de los subsidios al valor de los servicios públicos de energía, gas, agua, y transporte, en particular en el ámbito del Gran Buenos Aires que representaría poco más de la mitad de la generación de riqueza del país, pero menos de un tercio de la población total de la Argentina, y se desestiman los efectos de las políticas de contención como la tarifa social, la suba y alcance de las asignaciones familiares, no sólo para los asalariados.
Sin embargo, a diferencia de lo ocurrido en la anterior crisis económica de 2008/09, ahora los bancos no perciben en sus carteras un incremento de los índices de morosidad e incobrabilidad de los préstamos ni de los pagos de los consumos con el uso de las tarjetas de crédito. Por el contrario, destacan que “neto del crecimiento de la emisiones de plásticos, el primer cuatrimestre cerró con un aumento del consumo nominal en pesos de 35 a 38%, esto es a tono con los índices de inflación”.
Sobre esa base, a contramano de los pronósticos corregidos de muchas consultoras económicas que indican que 2016 terminará con un receso de más de 2%; tasa de inflación al borde del 40%; déficit fiscal mayor al que proyecta el Gobierno; y un tipo de cambio que tenderá a moverse hacia los $18 hacia fin de año, y más de $20 en el siguiente, no son pocos los grandes bancos y empresas que trabajan con hipótesis más cercanas a las metas más ambiciosas que se fijó el ministro de Hacienda y Finanzas de reducir el déficit fiscal primario a menos de 5% del PBI, con una inflación en torno a 30% y crecimiento esperado para el año próximo de 4 por ciento.
Más productividad y competitividad
Incluso, frente al escepticismo que denotan diversos informes de reconocidos gurúes de la City, entre las grandes empresas, y en particular entre los bancos privados de mayor peso, consideran que “el escenario que se avecina es de fuerte apetito por invertir en la Argentina”, luego de haber superado el default parcial de la deuda pública, sólo falta que el país sea reclasificado por las agencias y mercados internacionales, de la condición de nación de frontera, esto es de alto riesgo de incobrabilidad, a emergente, por la proyectada mejora de los indicadores macroeconómicos, pero en particular al mercado de crédito y comercio internacional, sin cepos ni restricciones más allá de las que son de práctica mundial.
En ese contexto, anticipan que el aumento de la productividad será clave para ganar competitividad con el resto del mundo, porque sostienen que la afluencia de dólares para inversión, luego de la muestra que representó la emisión de bonos para salir del default, contribuirá a presionar a la baja de la cotización del dólar, esto es a apreciar el peso. De ahí que consideran que “se equivocan quienes en la nueva economía se volverán a encubrir las ineficiencias con devaluación”.
Y frente a quienes se muestran escépticos con la posibilidad de crecimiento mientras Brasil se mantenga en una faz recesiva, resaltan que el comercio exterior entre los dos países es de apenas el 1% de sus PBI agregados. Por tanto, con sólo diversificar los mercados e impulsando la “marca país”, como intenta imponer el negocio del vino de alta gama, se podrá apuntalar el crecimiento, con los incentivos a la inversión pública y privada que se generarían con sólo “normalizar la economía”, esto es sin cepos, ni atrasos deliberados de las tarifas, mientras que el tipo de cambio se sostenga flotante, con cotización y acceso libre.
Claramente, habrá que esperar un año para ver quiénes tuvieron razón en los pronósticos, los economistas externos, o los equipos internos de las empresas y bancos. En una visión retrospectiva, aseguran que sus previsiones de mayo de 2015, pre primarias electorales, para hoy, se cumplieron con creces, en particular en términos de “sincerar el tipo de cambio, eliminar la brecha cambiaria, disminuir el déficit fiscal, acceder a los mercados, restringir la creación de dinero primario y controlar la inflación núcleo (variación del promedio de precios al consumidor excluidos los derivados de las actualizaciones de los que estaban regulados, o congelados, como tarifas, Cuidados, y los estacionales del turismo, cambio de ropa de estación, tarifas escolares, entre otros).