Saqueos: datos dudosos llevan a políticas erróneas

Reiteradamente el Gobierno nacional se ha negado a revaluar las funciones del organismo oficial de estadística, y en particular el resultado de sus informes mensuales y trimestrales de precios, actividad, pobreza e indigencia, distribución del ingreso, entre otros.

Sin embargo, ahora que se agotan las reservas del Banco Central, porque han caído a niveles críticos, menos de tres meses de importaciones representan las de libre disponibilidad, se accede a lanzar un nuevo IPC Urbano y Nacional, a partir de febrero desde 2014, y el recálculo del PBI a precios de 2003 desde marzo de 2014, para poder quedar más cerca del acceso a créditos contingentes del Fondo Monetario Internacional.

Pero mientras tanto no se sabe qué pasó en la pomposamente llamada “década ganada” para que no sólo aparezcan abultadas demandas de subas salariales por parte de las fuerzas policiales de las provincias, las cuales están siendo rápidamente reconocidas, sino que también amenazan con derivar en reclamos de igual tenor por parte de docentes, personal de la salud, y otros servicios públicos, incluida la administración pública, justo cuando las finanzas se debilitan por el efecto de la inflación desantendida.

Se argumenta que la situación de pleno empleo en varias provincias del norte del país y reducción de la desocupación a valores desusadamente bajos en los últimos 30 años no justifican reclamos salariales, porque a la luz de las estadísticas oficiales que no reflejan la realidad sino lo que el Gobierno quiere que revelen, en particular en el orden social, no hay hoy incapacidades extremas de poder de compra de las familias.

Más aún considerando que desde la salida de la convertibilidad la presión tributaria global, que es el porcentaje que representa la recaudación propia de la Nación, provincias y municipios del total de la generación de riqueza del país (PBI), se elevó en más de 15 puntos porcentuales, a casi 50% del producto, gracias a los aportes de las retenciones sobre las exportaciones, el impuesto al cheque, y el impuesto inflacionario sobre las empresas y también sobre el gasto de las familias.

Está claro que gran parte de esos recursos adicionales que hasta 2011 habían posibilitado acumular reservas se destinaron al pago de la deuda externa del sector público, principalmente con el Fondo Monetario Internacional y otros organismos de crédito multilateral. Pero ahora no aparece claro qué porción se destinó a saldar la elevada deuda social.
Los jubilados nacionales no logran acceder al 82% móvil dispuesto por ley, pese a que la Anses se muestra con fondos excedentes para financiar el ahora abultado desequilibrio de las cuentas públicas.

Los índices de pobreza e indigencia que estiman los estudios universitarios, como el Observatorio Social de la UCA, superan en varias veces las cifras que difunde el Indec y se ubican en valores de dos dígitos altos.

La porción de los jóvenes de más de 18 años que revisten en la nómina de ni-ni-ni -no estudian, no trabajan y no buscan trabajo- ya supera el millón, y no se trata de personas adineradas que se pueden dar el lujo de vivir del ocio o de rentas heredadas, sino en gran parte corresponden a poblaciones en asentamientos precarios que se sospecha obtienen recursos mal habidos, como la delincuencia juvenil y saqueos.

La supuesta situación de pleno empleo no hace más que ocultar inquietantes bolsones de desocupados desalentados por no lograr el objetivo de ocuparse en tareas dignas y, muchos de ellos, por el temor a perder generosos planes asistenciales sin contraprestación laboral, aunque también sufren las consecuencias de la erosión que provoca la inflación.

Lamentablemente, por efecto de la sublevación policial en la mayoría de las provincias, hoy nos enteramos que esas fuerzas de seguridad, pese a su alta exposición al riesgo, apenas percibían, con adicionales, horas extras, jornadas de 48 horas, etcétera, poco más que el salario promedio de toda la economía. Lo mismo vale para el sistema de salud y la educación.

Demanda de transparencia hoy
Es tiempo de blanquear las estadísticas ya y hacer los análisis correspondientes sobre cómo se llegó a este estado de estancamiento de la actividad económica, alta inflación, reconocimiento de un dólar turista que supera en 35% al oficial, y en más de 74% al que regía un año atrás, debilitamiento acelerado del crecimiento de la recaudación tributaria, dos años de estancamiento del empleo en la actividad privada y, consecuentemente, creciente mal humor social.

Buscar financiamiento externo, aunque sea para obras de infraestructura; sostener el control de precios e intentar limitar también el margen de ganancias de las empresas y acelerar el ritmo devaluación para tentar a exportadores a que liquiden sus operaciones y desalentar a los importadores, es sólo insistir con atenuar las consecuencias de los crecientes y abultados desequilibrios macroeconómicos, provocados por caprichos transgresores. Seguir demorando las decisiones para enfrentar las causas que le dieron origen sólo conduce a generar más trastornos sociales y pérdida inquietante de vitalidad de la actividad económica. La producción de autos se desmorronó 20% en noviembre.

Para peor, el viento de cola del mundo parece haber comenzado a cambiar: los precios internacionales de las materias primas que exporta la Argentina cayeron en promedio 13%, según el índice del Banco Central de la República Argentina, y nada asegura que el ajuste declinante haya cesado. Parte de ese fenómeno explica la caída de los ingresos de la AFIP por retenciones sobre las exportaciones, justo cuando se elevan día a día las necesidades de divisas para pagar importaciones de combustibles que requieren las centrales térmicas.

Seguir buscando conspiradores y desestabilizadores, en lugar de reconocer desaciertos en la gestión y corregirlos, en particular los incurridos en los últimos dos años, sólo conducirá a agravar el descontento social el cual se manifestó en las últimas elecciones legislativas, aunque ese mensaje hasta ahora se desestimó.

El Presupuesto 2014 revela tasas de indigencia y desempleo de dos dígitos

Desde que el último jueves, cuando el ministro de Economía presentó y explicó las bases del Presupuesto de Gastos y Recursos para 2014 (PGR14) en el Congreso Nacional, corrieron hilos de tinta y expresiones radiales, televisivas y millones de bytes por internet, con las opiniones negativas de expertos por la falta de realismo de los supuestos macroeconómicos.

En este espacio no voy a distraerlo explicando dónde veo las mayores inconsistencias, entre lo previsto y lo realizado, así como más aún entre los datos actuales y los proyectados, porque como se trata de un presupuesto, se corre el riesgo de caer en lo contrafáctico, ya que se deberá esperar hasta los primeros meses de 2015 para poder dirimir quién estaba en lo cierto.

Sí me parece apropiado compartir las incongruencias entre las metas de 2013 y el dato conocido de 2012 establecidos en el presupuesto base para los Programas de Ministerio de Trabajo (Folio 151) y también en lo referido a la Seguridad Alimentaria (Folio133) del hace tiempo devaluado proyecto de “Ley de Leyes”.

¿Década ganada o perdida?

Mientras que de los últimos informes de la Encuesta Permanente de Hogares del Indec surge que el desempleo total en el país promedió el año último 1,31 millones de personas y en la primera mitad del corriente se elevó en 35 mil trabajadores, el PGR14 da cuenta de que “la asistencia financiera a jóvenes desocupados” benefició por mes en 2012 a 1.729.598 y subió en 2013 a 1.800.000 personas.

Como se sabe, se considera desocupada a la porción de la población que no tiene un empleo que busca trabajo y no lo encuentra. Por tanto no incluye a los menores, ni a los estudiantes o mayores que no están ocupados y que además no buscan ocuparse en una tarea remunerada o rentada.

También se sabe que nunca “un dato parcial puede ser mayor al total”. Sin embargo, de la lectura del PGR14 surge que Trabajo da asistencia financiera a jóvenes desocupados que representan 133,5% del total desocupados que surgen de las mediciones del Indec.

Si se asume que los jóvenes de 20 a 39 años representan el 30% de los poco más de 41 millones de habitantes y que en ese estrato el desempleo en esa franja etaria más que duplica al promedio nacional, surge que el nivel de desocupación actual se ubica en torno a 16% de la población económicamente activa. Muy lejos del 7,2% que calcula el Indec.

Al mismo tiempo, el PGR14 da cuenta de que pese a que según las cuentas nacionales la actividad económica se reactivó a un ritmo de 5,2% en 2013 en comparación con 1,9% en 2012, la asistencia para la inserción laboral se elevó en ese período de 573.072 a 650.000 personas por mes; la atención del Seguro de Capacitación y Empleo subió de 1.687.415 a 1.750.000 y la asistencia para trabajadores desocupados para desarrollar proyectos formativos ocupacionales se amplió de 96.889 a 130.000 personas y para empleo transitorio saltó de 363.309 a 450.000 trabajadores.

En conjunto significa un aumento de 329.717 asistencias incrementales, en contraste con una baja de 159.745 personas de las personas que habían sido beneficiadas con el Programa de Mantenimiento de Empleo Privado, determinando un crecimiento neto del desempleo real en casi 170.000 personas, casi cinco veces el aumento que se desprende de la Encuesta Permanente de Hogares del Indec.

La indigencia afecta a más de 14 millones de personas
El Folio 133 del PGR14 indica que en la meta física de seguridad alimentaria para 2013 se redujo la “Asistencia Alimentaria para Hogares Indigentes” de 15.932.282 a 14.167.549 personas, equivalente a 34% de la población total del país, y salta a 17 millones en la previsión para el año próximo, a poco más de 40% de los habitantes.

Además, en lo referente al “Componente Alimentario” el módulo sube de 784.35 beneficiarios en 2012 a 1.189.336 para el corriente año y 1,8 millones para el próximo. Representa 2,9% de la población, casi el doble del cálculo de indigencia que informó el Indec tras el último relevamiento de la EPH y salta a 4,3% para 2014.

También el PGR14 incrementa en forma sostenida la asistencia técnica financiera para la conformación de huertas de 2.941.762 personas asistidas en 2012 a 3,2 millones en 2013 y 3,45 millones para el año próximo.

Se trata de datos claramente inconsistentes con una economía que se dice pasa de crecer a un ritmo de 1,9% en 2012 a 5,1% en 2013 y proyecta un avance de 6,2% en 2014, con una inflación estable en poco más de 10% para los consumidores y más cercana a 16% para el conjunto de la economía, esto es familias, empresas y gobiernos nacionales, provinciales y municipales.

Queda en manos de los legisladores indagar en el Congreso sobre cuál es la realidad de la economía argentina, sus necesidades y recursos, para poder diseñar un Presupuesto que vuelva a convertirse en ordenador de los desequilibrios que, cómo se vio, no se pueden mantener ocultos, y recupere el rol de contribuir a las expectativas de los agentes económicos para planificar sus inversiones presentes y en particular las próximas, para un futuro mejor para el conjunto de los habitantes.