La decisión de la Corte Suprema de Justicia de los EEUU de no aceptar tomar el caso argentino tras los fallos adversos en el estado de Nueva York y en la Cámara de Apelaciones impuso un baño de realismo y cordura que desdibujó las expectativas en contrario que durante la última semana corrieron como un reguero de pólvora.
Frente a ese cuadro, la primera reacción de la presidente Cristina Kirchner fue acudir a su hombre de confianza, Juan Carlos Fábrega, por su responsabilidad para administrar las muy debilitadas reservas de divisas en el Banco Central, y decidió anunciar que “no va a ceder frente a la extorsión de los bonistas y que garantizará los pagos al 92% que aceptaron los canjes de deuda de 2005 y 2010”.
De este modo, lejos de avanzar hacia la resolución definitiva de lo que constituye el último capítulo del default de la deuda pública, la Presidente eligió mantenerse en la línea de la confrontación no sólo con los holdouts sino, peor aun, con los Tribunales de Nueva York, y echar por tierra los últimos avances hacia la normalización de las relaciones internacionales, requisito imprescindible para poder aspirar a la obtención de financiamiento de largo plazo y divisas para financiar el crecimiento de la economía.