Por: Daniel Sticco
La decisión de la Corte Suprema de Justicia de los EEUU de no aceptar tomar el caso argentino tras los fallos adversos en el estado de Nueva York y en la Cámara de Apelaciones impuso un baño de realismo y cordura que desdibujó las expectativas en contrario que durante la última semana corrieron como un reguero de pólvora.
Frente a ese cuadro, la primera reacción de la presidente Cristina Kirchner fue acudir a su hombre de confianza, Juan Carlos Fábrega, por su responsabilidad para administrar las muy debilitadas reservas de divisas en el Banco Central, y decidió anunciar que “no va a ceder frente a la extorsión de los bonistas y que garantizará los pagos al 92% que aceptaron los canjes de deuda de 2005 y 2010”.
De este modo, lejos de avanzar hacia la resolución definitiva de lo que constituye el último capítulo del default de la deuda pública, la Presidente eligió mantenerse en la línea de la confrontación no sólo con los holdouts sino, peor aun, con los Tribunales de Nueva York, y echar por tierra los últimos avances hacia la normalización de las relaciones internacionales, requisito imprescindible para poder aspirar a la obtención de financiamiento de largo plazo y divisas para financiar el crecimiento de la economía.
Historia de mega anuncios que se fueron diluyendo
En la última década se anunciaron grandes hitos que, a poco de andar, quedaron en el vacío, mientras se avanzaba peligrosamente hacia un sendero de debilitamiento de las declamadas bondades del modelo; como fueron el crecimiento, la generación de empleos, y los superávit gemelos: fiscal y externo, porque no fueron sostenidas con acciones complementarias para hacerlas sustentables y por ende, sostenibles en el tiempo.
Ya nadie habla del gran anuncio del 7 de noviembre de 2004 de un acuerdo comercial con China por 20.000 millones de dólares y cuánto se manifestaron en impulso de las inversiones y del comercio bilateral. Entonces el Índice de Riesgo País se ubicaba en 5.300 puntos básicos, todavía claramente afectado por el default anunciado y promulgado a fines de 2001, mientras el de Venezuela era de 420 pb, similar a los 415 que el mercado le asignaba a Brasil.
Con ese cuadro de fondo y la rápida recuperación de la actividad económica, se encara en abril de 2005 el primer canje de deuda con quita de 66% del capital y adhesión del 76% de los bonistas, pero la desconfianza de los inversores seguía latente, habida cuenta de que el Riesgo País subía a 6.200 pb, según registra Economía en su site de internet, en contraste con Venezuela y Brasil donde apenas avanzaba a 470 y 450 pb, respectivamente.
El paso siguiente fue encarar el pago de una deuda barata con el Fondo Monetario Internacional por 9.700 millones de dólares, por considerar que de ese modo la Argentina no quedaba más sometida las recomendaciones de política económica, pese a que se mantuvo la condición de socio. Ese movimiento redundó en que se achicara el riesgo soberano a 500 pb, aunque se mantuvo por arriba del correspondiente a Venezuela que cedió a 318 pb y Brasil a 305 puntos básicos.
Desde ese momento y hasta 2010 virtualmente no se registraron hechos relevantes como los precedentes, más allá de que se ingresó en un proceso de creciente intervención en los mercados de bienes y, en particular del Indec, en que se llega al segundo canje de deuda que permitió la adhesión del 92% de los acreedores. Esa movida fue insuficiente para evitar que el Riesgo País subiera a 630 pb, aunque pudo acomodarse debajo de los 818 pb de Venezuela, y se alejó del de Brasil que descendió a un piso de 185 puntos básicos.
Pero una vez más, ese hecho no fue acompañado de políticas que devolvieran la inflación a un rango de un dígito real y gradualmente se fue cayendo en un escenario de creciente intervencionismo cuya máxima expresión fue el cepo cambiario a fines de octubre de 2011, y el principal responsable de que el PBI pasara de crecer 8,6% ese año a un paupérrimo 0,9% el siguiente.
En abril de 2012 con la expropiación del 51% de las acciones de Repsol en YPF se anuncia un plan cuatrienial de inversiones en producción no convencional por u$s37.000 millones de máxima y u$s16.700 millones de mínima, de los cuales después de dos años se pudo cumplir con una ínfima porción de la meta menor. En ese momento el Riesgo País salta a 1.000 pb, y nuevamente deja atrás a Venezuela con 981 y se aleja más de Brasil que se sostiene en 184 pb.
Después de un año y medio, ante la clara pérdida de vitalidad de la actividad económica, el Gobierno comienza en octubre de 2013 a buscar revertir la demanda de cinco empresas ante el CIADI (Azuriz, CMS Gas, Continental, Casuality Vivendi y National Grid”, y con ello logra mejorar el humor de los mercados: el Riesgo País retrocede a 880 pb, mientras el Venezuela subía a 1.000 y Brasil avanzaba a 213pb.
El paso siguiente fue en abril último, cuando se cerró un acuerdo con Repsol, tras elevar la deuda pública en 5.000 millones de dólares, y logra otra baja del Riesgo País, a 800pb ampliando la brecha positiva con Venezuela (990) y recortando en algo con Brasil (220 pb).
Y finalmente, previa a la decisión de la Corte Suprema de Nueva York se acuerda en mayo con el Club de París la salida del default con el reconocimiento de una deuda total de u$s9.700 millones (u$s3.700 millones más que lo estimado hasta septiembre de 2013), lo que hace retroceder el Riesgo País a 760pb, mientras el de Venezuela se sostiene en el rango de 1.000 pb y Brasil cede a 207 puntos básicos.
Pero ayer, tras la inesperada decisión de la Corte Suprema de Nueva York por parte del conjunto de los agentes económicos, con la única excepción de la Presidente que dijo anoche que no esperaba una postura diferente, el Riesgo País subió a 866 pb, saltó 17%, mientras que Venezuela cedía levemente a 957 y Brasil se sostenía en 205 pb.
Hoy el cuadro puede empeorar aún más por la aparente decisión del Gobierno nacional de volver al camino de la confrontación, en lugar de ensayar atajos para forzar una postura más flexible del tribunal inferior, el cual en ningún momento determinó que la Argentina debía pagar 1.500 millones en efectivo y en un único pago a los holdouts.
Si se mantiene esta actitud confrontativa, todo el trabajo de acercamiento a los mercados internacionales de deuda, clave para apuntalar las reservas del Banco Central y posibilitar el impulso de diversos proyectos productivos, de cara al potencial claro hacia fines de 2015, se frenaría, con el consecuente impacto de la profundización del escenario recesivo que caracterizó a este primer semestre, el cual no sólo se ha traducido en menor generación de riqueza, sino en deterioro del poder de compra de los salarios, recortes de la jornada laboral en diversas industrias y destrucción de empleos en el comercio, las inmobiliarias y en el sector manufacturero por la pérdida de competitividad cambiaria.
Para peor, la apresurada e inexplicable decisión de imponer un techo a las tasas de interés, para fomentar el consumo, en detrimento del ahorro y por tanto de la inversión, le quitó al Banco Central grados de libertad para su política monetaria, pese a que está debidamente demostrado que no se pueden controlar en simultáneo precios y cantidad de dinero. De ahí las tensiones que renacieron en el mercado de cambios y las dificultades para acrecentar las reservas de divisas.
De este modo, todo el esfuerzo realizado en los últimos seis meses, con algunas medidas próximas a la ortodoxia, próximas y no plenas, porque se trató de acciones aisladas desesperadas, sin convicción, cayó inicialmente en saco roto, y su consecuencia inmediata será la profundización de la recesión y el retorno de la alta volatilidad a los mercados financieros.