Mucho esfuerzo que se decidió no coronar

La decisión de la Corte Suprema de Justicia de los EEUU de no aceptar tomar el caso argentino tras los fallos adversos en el estado de Nueva York y en la Cámara de Apelaciones impuso un baño de realismo y cordura que desdibujó las expectativas en contrario que durante la última semana corrieron como un reguero de pólvora.

Frente a ese cuadro, la primera reacción de la presidente Cristina Kirchner fue acudir a su hombre de confianza, Juan Carlos Fábrega, por su responsabilidad para administrar las muy debilitadas reservas de divisas en el Banco Central, y decidió anunciar que “no va a ceder frente a la extorsión de los bonistas y que garantizará los pagos al 92% que aceptaron los canjes de deuda de 2005 y 2010”.

De este modo, lejos de avanzar hacia la resolución definitiva de lo que constituye el último capítulo del default de la deuda pública, la Presidente eligió mantenerse en la línea de la confrontación no sólo con los holdouts sino, peor aun, con los Tribunales de Nueva York, y echar por tierra los últimos avances hacia la normalización de las relaciones internacionales, requisito imprescindible para poder aspirar a la obtención de financiamiento de largo plazo y divisas para financiar el crecimiento de la economía.

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Oportunidad perdida de Kicillof

El ministro de Economía volvió de la Asamblea de Primavera del Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial con las manos vacías, porque desaprovechó la asistencia de los representantes de las principales potencias y acreedores de la Argentina para avanzar, en modo informal, hacia un acuerdo que posibilite al país volver a emerger y regenerar oportunidades de inversión y empleos de calidad, a través del cierre del capítulo del default parcial de la deuda pública.

La mayoría de los representantes de los 188 países miembros no va a ese tipo de foro a buscar algo específico, pero sin duda vuelven a sus estados con diversos logros, no sólo de tipo intelectual, porque aprovechan la posibilidad de pasar un par de jornadas completas con sus pares para discutir sobre las tendencias de sus países en forma particular, sino porque generan caminos para profundizar las oportunidades de negocios e inversiones bilaterales.

En el caso argentino, a juzgar por el balance que hizo Axel Kicillof en una improvisada conferencia de prensa, donde una vez más se puso el acento en la crítica a la prensa, el ministro fue claro: “No hay resultados porque no fui a buscar nada”.

Y claramente la Argentina necesitaba buscar muchas cosas, no sólo apoyo de los máximos dirigentes de los organismos de crédito multilateral, sino también el de muchos países para poder obtener una resolución del pendiente litigio con los bonistas que no aceptaron las condiciones de canje de deuda, y también de las naciones miembros del denominado Club de París, para encontrar una salida consensuada a más de una década de default, y poder recuperar la capacidad de ser sujeto de crédito.

Y ni que hablar de la necesidad de superar los obstáculos que impiden atraer inversores para explorar y explotar el reservorio hidrocarburífero de Vaca Muerta, revitalizar el paquete tecnológico en el agro, revertir las restricciones energéticas, generar oportunidades de negocios de exportación e importación y romper con la crónica tendencia de muchos residentes con capacidad de ahorro (personas, pero principalmente empresas) a hacerlo en moneda extranjera fuera del sistema financiero.

Pero el impedimento ideológico y la falta de convicción sobre que se está empezando a hacer algunas cosas bien justificaron que el ministro persistiera con la postura de no someter a la Argentina a la auditoría formal de los técnicos del Fondo a las cuentas públicas y política macroeconómica, como establece el reglamento constitutivo del organismo para todos los socios, sea o no su deudor, quiera o no acceder a alguna línea para financiar crisis de balanza de pagos o contar con el aval para acceder a otras líneas de crédito país-país, o de instituciones internacionales.

Obstáculos con costos sociales crecientes

Pese a que sin ese prerrequisito es imposible que la Argentina pueda aspirar a un crecimiento sustentable, con inclusión social y mejora de la distribución del ingreso entre el conjunto de los argentinos, como dijo aspirar el ministro y su Gobierno en la mañana del lunes último, más aún luego del virtual estancamiento del empleo en el último trienio, independientemente del contexto internacional, no porque lo diga el FMI, sino principalmente porque se insiste con no revaluar las instituciones e ir a contramano de la mayor parte del mundo.

Los primeros datos del primer trimestre de 2014 indican que la economía ingresó en una faz recesiva que aún no se sabe cuándo finalizará, según Juan Mario Jorrat, experto econometrista de la Universidad Nacional de Tucumán que estudia permanentemente el ciclo económico.

La tasa de inflación se afirmó arriba del tres por ciento mensual y la desaceleración esperada para abril no podrá perforar el piso de dos por ciento que era el ritmo que registró en el segundo semestre del año anterior. Para peor, la resistencia a frenar el aumento del déficit fiscal amenaza con recrear tensiones inflacionarias y cambiarias en el comienzo del tercer trimestre, cuando finalice la estacionalidad favorable de las exportaciones.

YPF debió tomar deuda a una escalofriante tasa de 8,75% anual en dólares, cuando Grecia pagó menos de cinco por ciento y naciones vecinas se pueden endeudar a un costo de tres a cuatro por ciento anual. Semejante brecha obedece al grado de incertidumbre que despierta una administración que se muestra hostil con el resto del mundo y que se manifiesta amante de romper los protocolos y los moldes de las instituciones, manipular las estadísticas y se muestra enemigo al diálogo franco y transparente no sólo en el orden interno, sino más aún con el resto del mundo. Amén que la petrolera mantiene un enorme rezago en el cumplimiento del plan de cuatro años 2013-17 de exploración y explotación del reservorio de Vaca Muerta, que tiene un objetivo de máxima de 37.200 millones de dólares y de mínima de 16.000 millones.

La devaluación de fines de enero aún no arrojó resultados positivos en términos de comercio exterior y del balance de divisas del turismo internacional y consecuentemente, las reservas del Banco Central no logran proyectar una tendencia de acumulación a tono con la estacionalidad alcista de las exportaciones del complejo oleaginoso y de la cosecha gruesa.

Y el empleo privado no sólo dejó de crecer desde fines de 2012, sino que “las empresas no proyectan despidos masivos, pero tratan de no reponer el puesto que se deja vacante, y en las PyME y en muchas economías regionales comienza a observarse cesantías por problemas de proveedores, restricciones financieras y alta presión tributaria”, dijo el abogado laboralista Julián de Diego.

Mirá lo que hago no lo que digo

Después de su relámpago viaje a Francia el 20 de enero último para comenzar las negociaciones con los acreedores del Club de París el ministro volvió con la receta mágica no autorizada por su ideología marxista: devaluar, subir las tasas de interés y bajar los subsidios a todos y todas las gentes, no a las empresas y al comercio.

Ahora parece encaminado a lo mismo, dijo el ministro que no fue a buscar nada al FMI y por eso no trajo nada, pero pocas horas después de una improvisada conferencia de prensa, mejor dicho, monólogo con la prensa, porque permitir sólo tres preguntas, de las cuales una era para alimentar su ego, la otra fue respondida parcialmente y la tercera no colmó las expectativas de los presentes, la Presidente reflotó el Plan de Competitividad de Domingo Cavallo en los 90, claramente con algunas variantes que pusieron el acento en los micro emprendedores, aunque no alivia el costo laboral del total de la nómina y, además, tiene un horizonte finito, ya que expira a los dos años de la incorporación de cada empleado, con el consecuente costo operativo de administrar la diferente antigüedad del personal.

Pero, como siempre, se avanza uno y se retrocede dos, porque es bienvenido un plan para reducir el costo laboral de las empresas, pero se hace en forma parcial, porque salvo para los micro emprendedores no baja el costo laboral para las empresas y tendrá un costo fiscal, porque no aparecen las luces para reasignar el gasto público, como primer paso para reducir la ineficiencia y despilfarro, menos aún forzar una reducción en términos reales, es decir que crezca menos que la inflación y que la recaudación tributaria, como política sólida para tender a la estabilización de los precios.

¿El FMI es duro o realista?

La presentación de un nuevo informe semestral del Fondo Monetario Internacional, con las perspectivas económicas de los países miembros, volvió a dejar la sensación de otro “más de lo mismo”. No sólo porque nuevamente ubica a la Argentina en el mismo rango que Venezuela, pese a que claramente aún existe un abismo, no sólo en lo referente a brecha cambiaria, de inflación, potencial económico, y más aún en cuanto a la situación política y social, sino principalmente porque, sin decirlo, parece insistir con la muletilla de los 80 del “ajuste fiscal”.

Desde el Gobierno, pero también muchos economistas de la oposición y consultores profesionales, destacan que en el primer trimestre de 2014, después de haber asimilado las nuevas funciones de modo formal, la dupla Kicillof- Fábrega, se abocaron a una vuelta a la denominada ortodoxia económica, como devaluar, bajar los salarios, subir las tasas de interés, reducir los subsidios, enfriar la economía, acordar las condiciones de expropiación de las acciones que Repsol tenía en YPF y que con esas herramientas ahora cuentan con argumentos de peso para recibir una aprobación y recomendación del FMI para que los acreedores del Club de París acepten consensuar la superación del capítulo del default y quedar habilitada la obtención de financiamiento internacional y a menores tasas.

En muy pocas líneas de las 80 páginas del trabajo de marras, los técnicos del FMI indican que “las perspectivas de la Argentina y Venezuela han vuelto a desmejorar”. Claramente, si se repara en la caída del 36% de las ventas de autos, de más de 40% en el caso de las motos, de 7% en el consumo masivo de alimentos, perfumería, ropa, y electrónicos, del promedio de los supermerados, y la caída real de la recaudación tributaria, entre otros, el diagnóstico está en lo cierto.. Mientras que si se observa el giro parcial de política, podría decirse que es exagerado.

“Se prevé que la actividad de la actividad en la Argentina y Venezuela se desacelerará marcadamente en 2014, aunque las perspectivas están sujetas a un alto grado de incertidumbre”, agrega el paper en otra breve referencia a los dos países, en contraste con las previsiones para la mayoría del resto de los países miembros del organismo. La aceleración de la inflación a un rango de 40% y más aún del ritmo de aumento del gasto público y consecuentemente del déficit fiscal, avalan esa consideración.

Y concluye, “las medidas administrativas adoptadas para reducir los desequilibrios internos y externos, entre ellas los controles de precios, de cambio y del comercio, están afectando aún más la confianza y la actividad. Y si bien ambos países ajustaron sus tipos de cambio y la Argentina elevó las tasas de interés, se precisan modificaciones importantes de las políticas para evitar un ajuste desordenado”. Esto es lo que parece subestimarse, y si bien las condiciones son muy distintas, no debiera olvidarse que tras la desprolija salida de la convertibilidad a fines de 2001 se necesitó de casi dos años para reencauzar la economía.

Rojo creciente en las cuentas públicas
El viernes último, la Secretaría de Hacienda difundió el resultado base caja de las finanzas de la administración central correspondiente a febrero, el cual pese a su dinámica desestabilizante, no afectó en demasía al mercado de deuda pública, por el contrario, muchos economistas aparecieron haciendo recomendaciones de compra de bonos públicos, de cara al largo plazo, en la convicción de que en algún momentos se harán los ajustes.

Eso es lo que recomiendan y volverán a hacerlo los técnicos del FMI al ministro Kicillof si en su participación en la Asamblea Anual hiciera un pedido informal de recibir una señal de inmediato apoyo para poder cerrar el capítulo del default con los acreedores del Club de París. No se puede esperar otra cosa cuando se acaba de difundir que el gasto público retomó un ritmo de crecimiento que no se veía desde fines de 2010, y se pasó de un paupérrimo superávit fiscal doce meses antes a un singular desequilibrio ahora, con empresas públicas que pierden el triple en el término de un año.

El descuido de las finanzas públicas, con la consecuente vuelta a un también alarmante aumento de la deuda pública: 14.000 millones de dólares en un año, pese a haber utilizado u$s7.000 millones de reservas del Banco Central para afrontar vencimientos y haber licuado otros 14.000 millones de dólares con la devaluación del peso, ha sido el principal factor determinante de la crisis de la convertibilidad a fines de 2001, y también lo es ahora que parece haberse agotado la capacidad de financiamiento con aumentos de impuestos, incluido el inflacionario.

Podrá evitarse la palabra ajuste, y también evitar hablar de inflación, devaluación, alza de tarifas, recesión, control de precios, etc., y volver a desoír las recomendaciones del Fondo Monetario Internacional, pero no podrá ocultarse que mientras la mayoría de los países dan claras señales de superación, la Argentina y Venezuela siguen retrocediendo en su contribución a la generación de la riqueza mundial y al comercio internacional, con el consecuente costo en términos de calidad de vida de la mayor parte de sus habitantes, al no poder ofrecer suficientes oportunidades laborales productivas.

Paso a paso, el camino se hace largo y tortuoso

Uno a uno el equipo económico va derivando pilares que llegó a considerar indestructibles, como la apreciación desmedida del peso, la flexibilización del cepo cambiario, aunque sólo para pequeños ahorristas, la coordinación de la revisión de las estadísticas del Indec con el FMI, el endurecimiento de la política monetaria, para subir las tasas de interés con el objetivo de frenar la suba del dólar y la sangría de reservas y ahora el pago de una compensación a Repsol por la expropiación del 51% de sus acciones en YPF, después que se reafirmara no sólo que no se le iba a pagar sino que, por el contrario, se le iba a exigir un resarcimiento por supuesto daño ambiental.

En todos los casos, las iniciativas recibieron, con diferentes matices, la aprobación de los agentes económicos, esto de los bancos, industriales, del comercio y servicios y también de la mayoría de los economistas profesionales.

Sin embargo, esos giros, acentuados claramente desde el cambio parcial del gabinete el 20 de noviembre, no fueron suficientes para revertir las expectativas de corto plazo, y en particular sus principales efectos: la actividad productiva y comercial literalmente se derrumbó; la inflación se aceleró peligrosamente pese a la insistencia con fracasados controles de precios y encuentros con los empresarios de 38 cadenas de valor de la producción y los servicios; la balanza comercial registró el menor superávit comercial en 13 años; el desempleo cae más por el efecto de la menor oferta de trabajadores en respuesta a la destrucción de puestos en la actividad privada que a la creación de empleos netos y el rojo fiscal se incrementa por el debilitamiento de la capacidad de recaudar impuestos en una economía que se contrae.

Y si bien, se van dando pasos que apenas unos meses atrás parecían como impensables, aún restan muchos otros cruciales para que la Argentina pueda volver aspirar a competir en el mercado internacional de capitales, sea para obtener financiamiento ante el agotamiento de la capacidad de uso de la máquina de imprimir billetes para asistir al fisco, sea para encarar demorados emprendimientos de infraestructura, sea para darle vida a Vaca Muerta, más allá de un modesto plan piloto de unos 3.000 millones sobre 37.000 millones de dólares que se había planificado en junio de 2012 para el quinquenio hasta 2017.

Son muchos pasos los que quedan por dar, y hacerlo de a uno como anticipó desde el primer día el Jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, no ayuda a cambiar las expectativas y reencauzar la economía al sendero de crecimiento con menor inflación y creación genuina de puestos de trabajo.

Asignaturas pendientes
En el orden internacional:
• Avanzar en la normalización de las estadísticas de PBI y sociales (no sólo de pobreza e indigencia, sino también de empleo donde aparecen muchos distritos con plena ocupación pese a que la oferta de trabajadores es inferior a un tercio de la población);

• Cierre del capítulo del default, tanto con los holdouts como con el Club de París. Para este último habrá que aceptar, como país miembro, que el Fondo Monetario Internacional audite las cuentas públicas y haga las recomendaciones de política, aunque eso no signifique que haya que tomarlas.

Mientras que en el orden doméstico, pero con claras implicancias para cambiar la percepción que tiene el resto del mundo sobre la economía Argentina quedan:
• Comenzar a desarmar la maraña de subsidios económicos, en particular los que benefician a los sectores de medianos a altos ingresos, y reforzar los programas asistenciales, aunque deberían tener como norte la superación de los factores que les dieron origen más que perpetuarlos como una causa perdida;

• Avanzar en forma decidida hacia el levantamiento del cepo cambiario;

• Abandonar los fracasados intentos de controlar la inflación con acuerdos de precios y reuniones multitudinarias con las cadena de valor;

Destrabar al pago y autorización de importaciones, en particular de insumos y partes esenciales para la producción y la exportación;

Liberar el giro de dividendos a los accionistas del resto del mundo, para que aliente el ingreso de capitales a través de inversiones extranjeras directas;

• Actualizar de manera automática por la variación de los precios reales de la economía los mínimos no imponible del Impuesto a las Ganancias, para dejar de cobrar el impuesto inflacionario a los trabajadores;

• Permitir a las empresas la actualización de sus balances por inflación, para dejar de gravar utilidades sólo nominales que desalientan la inversión productiva;

Rediscutir el régimen de coparticipación de impuestos con las provincias, para que disminuya la discrecionalidad y crezca la racionalidad en el reparto de los recursos.

Pese a esa agenda tan amplia, gran parte de la dirigencia empresaria y muchos economistas se aventuraron a predecir un futuro inmediato mejor tras el acuerdo del Gobierno con Repsol, pese a que aún resta superar un escollo no menor, como es el Congreso que no sólo deberá refrendarlo sino también firmar el abandono de la política de desendeudamiento y autorizar la emisión de deuda: ahora para Repsol, más adelante para acordar con los holdouts y seguramente también con el Club de París.

En un par de días la presidente, Cristina Kirchner, hablará en la apertura de las sesiones ordinarias del Congreso. Ahí se verá si hay decisión tomada de acelerar el paso, o si será tiempo una vez más de hacer revisionismo de la última década y continuar con el gradualismo, pese a que esa estrategia hasta ahora ha mostrado más costos para la sociedad que beneficios.

Gradualismo versus políticas de shock

La primera lectura de las definiciones de política que hicieron a la prensa el flamante jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, y el ministro de Economía, Axel Kicillof, es que se profundizará el esquema de tipos de cambios comerciales múltiples y diferenciados, tanto para las exportaciones, en particular para las economías regionales, más alto, seguramente a través de la eliminación de retenciones, así como más elevado para las importaciones de bienes considerados suntuarios, vía la suba de impuestos internos y tal vez también de los derechos de importación para autos de alta gama y cupos.

También se desprende de las primeras declaraciones de los funcionarios la posibilidad de que se dispongan incentivos a la generación de empleos a quienes sustituyan importaciones, probablemente a través de la exención de cargas laborales patronales sobre los nuevos empleos netos, como impulsó Domingo Cavallo en los 90 con los planes de competitividad.

Se advierte claramente la apuesta a un plan integral, como requiere la hora, para comenzar a reordenar las variables macroeconómicas, para corregir singulares desequilibrios en lo monetario, fiscal, cambiario y también en la actividad productiva, aunque en forma gradual: “se prevén más de 200 metas”, dijo Capitanich.

Sin embargo, la urgencia para detener la pérdida de reservas a un ritmo de u$s4.000 millones al mes, desacelerar la tasa de inflación y atraer el crédito internacional, se requieren políticas inmediatas y contundentes, de alto impacto.

Entre ellas se ubican:
* La eliminación de subsidios para la mitad de la población ubicada en el rango de mediano a altos ingresos y mantener el subsidio al resto de la población con métodos directos, sobre la demanda, más que sobre la oferta.

* Volver al Fondo Monetario Internacional para admiitir la revisión de las cuentas públicas, para destrabar en forma inmediata la superación del default con el Club de París, clave para acceder al crédito internacional para encarar planes de inversión pública y privada en infraestructura, equipamiento y desarrollo de proyectos mineros y energéticos.

* Levantar la restricción al giro de dividendos a los accionistas de empresas extranjeras radicadas en el país que residen en el exterior, porque mientras se mantenga cerrada la puerta de salida de los capitales será casi imposible esperar la entrada. Para alentar la reinversión se requiere generar condiciones propicias y atraer a nuevos inversores.

* Agilizar la autorización de las Declaraciones Juradas de Necesidades de Importación de insumos, partes y equipos relevantes para el proceso productivo. En octubre, excluidos combustibles cayeron en cantidades más que en el promedio de los diez meses, informó el Indec.

* Eliminar los cupos a las exportaciones de productos primarios, carnes, lácteos, trigo, etc., así como ofrecer precio pleno a las exportaciones de combustibles y elevar la tasa de corte de diesel con biodiesel para sustituir importaciones de combustibles, para incentivar la producción y generar divisas.

* Elevar la tasa de interés al nivel de la tasa real de inflación, para recrear la cultura del ahorro interno y desalentar los excesos de consumos. El exceso de pesos se puede corregir con aumento de los encajes bancarios.

* Establecer una restricción presupuestaria que impida que el gasto público real, esto es el devengado, no sólo la parte que se paga, crezca más del 80% de la tasa de crecimiento de los recursos tributarios., y se prescinda de la asistencia del Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la Anses y del Banco Central de la República Argentina.

* Renunciar al uso de las reservas del Banco Central para el pago de la deuda pública, y, en particular el uso de emisión monetaria para pagar gastos corrientes. El mercado tiene avidez por nuevos instrumentos de inversión, como sería la emisión de bonos para reemplazar los que van venciendo.

El diagnóstico de los funcionarios parece consistente. Ahora falta esperar las políticas, las cuales deberán dejar de asentarse en la discrecionalidad y la enunciación y pasar a respaldarse en resoluciones y decretos precisos, que contribuyan a dar certidumbre a los agentes económicos.

Esta será la mejor manera de asegurar un crecimiento sustentable, creación neta de puestos de trabajo, más en el sector privado que en el público y posibilitar una mejora en el ingreso real medio de los trabajadores.

La Argentina cumple con las deudas, pero a medias

Nuestra máxima prioridad es continuar pagando las deudas en tiempo y forma como hemos venido haciendo durante la última década. Simplemente queremos que nos dejen cumplir con nuestras obligaciones”, señaló en la última semana el ministro de Economía Hernán Lorenzino en sus encuentros con ministros y funcionarios del FMI, del Banco Mundial y del BID, en Washington.

Sin embargo, eso no es lo que se observa en el caso de las obligaciones vencidas con el denominado Club de París, desde la crisis de 2001, las cuales entre capital e intereses superan los u$s10.000 millones, y si bien se dice que “siempre se está en conversaciones”, lo cierto es que, por tratarse de deudas con un grupo de países altamente desarrollados no agrupados como entidad, como ocurría con el caso del Fondo Monetario Internacional, no se advierte vocación por regularizarlas.

También, en su participación en la Asamblea Anual del Fondo Monetario Internacional – Banco Mundial, Lorenzino llamó la atención “de la comunidad internacional sobre estos asuntos y hacemos hincapié en la importancia de abordar nuestros desafíos. Tenemos que reconocer y buscar soluciones sobre la necesidad de reglas internacionales más claras, transparentes y coherentes para garantizar resoluciones de crisis de deuda rápidas y justas”.

No obstante, eso no es lo que se observa en el tratamiento de la deuda pública ajustable por CER, es decir, aquella que se emitió para los canjes de 2005 y 2010 con cláusula de actualización por la tasa de inflación que publica el Indec, porque desde hace seis años se subestima el alza real del promedio de los precios de la economía. Y si bien en gran parte esa falencia y carencia de transparencia fue compensada con el cálculo de un crecimiento del PBI superior al efectivamente verificado, no se corresponde con el reclamo que el funcionario hizo fuera de la Argentina.

Tampoco se percibe dentro de la frontera una política consistente con el llamado que el ministro formuló en Washington, cuando invitó a los países de la región “a encontrar un equilibrio entre equidad, formalidad y productividad en la agenda de las políticas públicas“. “Lo que debemos procurar en muchos países de América Latina es encontrar un equilibrio entre la satisfacción de las necesidades del presente y las del futuro, implementando políticas que estimulen el ahorro interno”, ”en un contexto externo con disponibilidad para el financiamiento”.

Por el contrario, el exagerado aliento del consumo, con una viciada política de subsidios, favorece más a los que más tienen que a los sectores que se busca asistir, porque éstos sufren en mayor medida las consecuencias del flagelo de la inflación que provoca una política monetaria pasiva, destinada a satisfacer las necesidades insaciables del fisco.

No es equitativo el efecto de la inflación sobre la población, sino que afecta más a los de menores ingresos que a los más altos, y en particular a los que dependen de haberes fijos y que de rentas variables.

Enamoramiento de la heterodoxia

No se honra la formalidad cuando se buscan recurrentes atajos contra la ortodoxia para obtener resultados en el corto plazo que no podrán sostenerse en el largo.

Y tampoco se incentiva la productividad, cuando se desalienta la inversión con políticas de precios administrados, cepo cambiario, exigencias de declaraciones juradas de necesidades anticipadas de necesidades de importación, obstáculos para el pago de dividendos a los accionistas de empresas extranjeras en el país que residen en el exterior y deliberadamente se atrasa la tasa de devaluación del peso respecto del alza promedio de los costos de producción, porque de ese modo se desincentiva el ahorro, al menos dentro del circuito institucionalizado.

Los economistas no se ponen de acuerdo sobre si después de las elecciones legislativas del 27 de octubre el Gobierno decidirá mantener la política económica que sigue desde 2007 y que profundizó desde 2011 o si, a la luz de los resultados electorales, pero fundamentalmente en términos económicos y laborales, optará por tender a lo que Lorenzino definió como la necesidad de “encontrar un equilibrio entre equidad, formalidad y productividad en la agenda de las políticas públicas. Lo que debemos procurar en muchos países de América Latina es encontrar un equilibrio entre la satisfacción de las necesidades del presente y las del futuro, implementando políticas que estimulen el ahorro interno”.

En pocas semanas lo sabremos. Las operaciones bursátiles con papeles de los paneles energético y bancario parecen anticipar un cambio.