La recaudación de la AFIP plantea interrogantes

Una vez más, en agosto el aumento de la recaudación tributaria superó con creces a la tasa de inflación y a la variación promedio de los salarios en una magnitud que no se corresponde con ningún indicador genuino de la actividad agregada.

En la habitual conferencia de prensa, el Administrador Federal de Ingresos Públicos, Ricardo Echegaray, y el secretario de Hacienda, Juan Carlos Pezoa, justificaron la brecha de más de seis puntos porcentuales entre el crecimiento de los recursos tributarios y cualquier índice de precios, en el dinamismo de la actividad, y mencionaron el impulso de la construcción que alcanzó récord en julio, según el Indec.

Sin embargo, curiosamente, los funcionarios no hicieron mención ni explicaron por qué si la construcción está en apogeo, como suele ocurrir en los años de elecciones nacionales, el relevamiento de expectativas del Indec para agosto arrojó como resultado un predominio de empresas que reducirían el empleo por sobre las que lo incrementaría, habida cuenta de que nadie destruye empleos en plena bonanza, y menos aún, como ocurre en la obra pública aún, cuando quedan meses en que debería sostenerse el impulso.

Tampoco atinaron a explicar, y confieso que tampoco fue motivo de inquietud por parte de colegas periodistas, por qué si la actividad está tan pujante, dado que de la brecha entre la variación de la recaudación y la inflación se desprende una expansión del PBI del 5%, el consumo real promedio por establecimiento en supermercados volvió a bajar, y el patentamiento de automotores acusó caída en agosto de más de seis por ciento.

Pero no sólo eso. Un análisis de la serie histórica por año desde 2005 a 2014 de las variaciones del cobro total de IVA y del impuesto al cheque revela una brecha promedio entre esos dos tributos de más / menos cuatro puntos porcentuales, pero en agosto último ese gap se amplió a casi 20 puntos porcentuales y en los primeros ocho meses fue de once puntos.

De ahí se desprende, a primera vista, que en el desempeño del IVA habría gravitado un vencimiento de pago más que un año antes, dado que no se liquida diariamente, como ocurre con los débitos y créditos bancarios; o se le pidió a alguna mano amiga un anticipo a cuenta; o bien la economía está atravesando por un período de auge fenomenal que las estadísticas del Indec no llegan a captar en plenitud porque parte del crecimiento se generaría en la economía informal -aunque sí percibe el organismo ese efecto cuando elabora el Índice de Salarios- para eludir los insoportables controles de precios y tipo de cambio oficial administrado; o alguna falla en el sistema informático que suma algo más que la recaudación del mes calendario.

La bonanza de la Anses
Y así como la variación que mes a mes viene mostrando el cobro de impuestos vinculados con la actividad productiva y comercial crece mucho más que lo justificable por cualquier indicador oficial, y más aún privado, también aparece como incongruente el singular aumento de más del 35% de lo ingresado a la Anses por aportes y contribuciones sobre la nómina salarial, con la suba del 29% que midió el Indec en el Indice de Salarios, porque la última Encuesta Permanente de Hogares del Indec dio cuenta de un virtual estancamiento de la tasa de empleo.

No obstante, de las declaraciones a la prensa de Ricardo Echegaray se desprendió que la Anses debería haber cobrado aún más por aportes y contribuciones porque “del análisis de la variación de los pagos de algunas empresas surge que estarían liquidando menos salarios de lo que informaban en otros meses”. Al parecer, los asesores del funcionario no atinaron a comunicarle que por la retracción de la actividad productiva y comercial muchas empresas se vieron forzadas a disponer suspensiones transitorias de personal, previa supresión de las horas extras, como son los casos de la industria terminal automotriz, el sector siderometalúrgico, el comercio y también en algunas constructoras e inmobiliarias, pese a que no se manifiesta en los resultados informados del desempeño del total de los recursos tributarios.

En el caso de Ganancias, si bien mantiene una suba sostenida muy superior a la inflación y al promedio del resto de los tributos, porque impacta en pleno el impuesto inflacionario por la caprichosa decisión del Gobierno de no autorizar actualizaciones generales, para asalariados, autónomos y monotributistas, de las escalas y deducciones al ritmo de la inflación, y tampoco permitir a las empresas el ajuste de sus balances, empezó a desacelerar la tasa de expansión.

Con todo, la mala noticia es que pese a la singular ingeniería del sistema tributario que permite mostrar mes a mes como crece la presión tributaria sobre los contribuyentes, los recursos continúan resultando insuficientes para cubrir la explosiva política de gasto público, la cual pese a determinar un déficit proyectado para el año de más de 7% del PBI, comenzó septiembre con un agregado de 841 millones de pesos, por la decisión unilateral de los ministros Axel Kicillof y Aníbal Fernández.

La fiebre del gasto público exige tomar deuda

El ritmo de crecimiento del cobro de impuestos va perdiendo vitalidad, al punto que de haber aumentado durante años a un ritmo mayor al de la inflación, ahora corre de atrás en más de 10 puntos porcentuales, mientras que la expansión del gasto público se disimula con la acumulación de atrasos en los pagos a proveedores y contratistas.

Sólo la aparente “contabilidad creativa” le permite a la AFIP mostrar variaciones en diversos rubros que superan todo pronóstico de crecimiento nominal, pese a que no son objeto de análisis por parte de los funcionarios que sólo se limitan a resaltar cada mes como impulsores: “el aumento de la actividad, la suba de los salarios y la labor de fiscalización”, de modo muy general y nada particular, porque no resisten pruebas ácidas alguna.

Es que esos argumentos parecen muy endebles para explicar por qué el cobro de IVA sobre la producción nacional aceleró en abril la tasa de suba de 35 a más de 40% anual; aun cuano se percibe un claro efecto de sustitución de importacione; o que lo percibido por el gravamen a la transferencia de combustibles haya “volado” a un ritmo de más de 130% al año en el caso de combustibles diferentes a las naftas, gasoil y gas; 70% para las naftas y 99% para el gasoil y gas.

También excedió lo previsible el incremento de los recursos que recibió la Anses por parte de “aportes personales” a 35,6% en contraste con 29,7% que acusaron las contribuciones patronales y casi 62% por el rubro “otros” que agrupa a los pagos de monotributistas y de moratorias previsionales.

Sólo en esos tres rubros se pueden sumar más de $2.500 millones que posibilitaron a la AFIP cerrar abril con un crecimiento de la recaudación tributaria global por arriba de 21%, esto es superior en casi tres puntos porcentuales al que se hubiese anotado si esos rubros se hubieran limitado a aumentar como en los meses previos, en torno a 30 o 35% y más cerca de lo esperable en función de la inflación que estiman consultoras privadas, la devaluación del peso que aplica el Banco Central y el aumento de salarios que informa el Indec. Aún así, el resultado final no pudo ocultar un neto negativo en términos reales, esto es ajustado por la inflación.

Además, esa “ingeniería” no evita mostrar un acelerado deterioro de la contribución de los recursos tributarios para solventar el gasto público total, que no sólo es sustancialmente más alto, sino que además mantiene un ritmo de incremento interanual de 8 a 10 puntos porcentuales al año más alto, sólo en base caja. El devengado, esto es el ejecutado, pero no necesariamente pagado, mantiene una brecha aún mayor, por eso el déficit fiscal se ha multiplicando por diez en los primeros meses del año respecto de doce meses antes.

De ahí que la contrapartida ha sido una vez más el uso creciente del recurso de última instancia como es la expansión de la base monetaria por parte del Banco Central, ya que pasó de tasas en torno a 20% al año entre julio de 2013 hasta enero último, a 30% en febrero y marzo y escaló a más de 33% en abril, para poder asistir a las necesidades de la Tesorería.

En ese aspecto, las planillas del BCRA muestran cómo fue perdiendo grados de libertad para utilizar los instrumentos de esterilización monetaria, como son las Letras y operaciones de pases, porque en conjunto pasaron a exceder en un 10% al total de las reservas en divisas, esto es equivalen a más de u$s37.000 millones, con el agravante que mientras las Lebac crecen por devengamiento de intereses a un ritmo del 26% al 28% anual, las reservas se incrementan en pesos al ritmo de la devaluación de 12% en ese período. Semejante brecha es la que motivó la resurrección del denominado déficit cuasifical, a más de 1,5% del PBI.

Tampoco queda mucho margen para asistir al Tesoro con “adelantos transitorios”, porque ya suman más de $260.000 millones, equivalente a 56% de la base monetaria y casi dos veces y media la recaudación mensual de impuestos por parte de la AFIP.

El desendeudamiento ya fue!
Por eso, para sostener la fiebre del gasto público, más en un año electoral, el cual coincide con la concentración de abultados vencimientos de deuda pública hacia octubre por unos u$s7.000 millones entre Nación y provincias, tanto el ministro de Economía como el presidente del Banco Central ahora hablan del “fin de la política del desendeudamiento” abonan la ampliación de la emisión del set de bonos públicos con cargo a los próximos gobiernos.

Pero, mientras persista el estado de default parcial de la deuda pública, y las severas limitaciones para el acceso al mercado internacional de capitales, tanto en cantidad, como más aún en precio (más de 9% anual en dólares), la estrategia oficial no sólo contribuirá a profundizar la recesión, al quitar liquidez al mercado interno, sino que además, amenazará con reavivar la inflación y las tensiones cambiarias hacia el último trimestre.

Por ahora los mercados financieros juegan a favor del peso, por el seguro de cambio que brinda el Banco Central, pero la historia es muy rica en mostrar que esas maniobras no son sostenibles, porque naturalmente no son sustentables. Se trata de una película que muchos las vivieron, a otros se las contaron, y siempre hay quienes sólo prefieren experimentarla, tal vez por despreciar la historia, tal vez porque se muestran convencidos de que ahora será distinto, aunque se repitan todos los ingredientes que se usaron en el pasado y que condujeron a reiterados fracasos.

Los ministros tienen una mirada parcial de las estadísticas

Axel Kicillof y Débora Giorgi, junto al recaudador, Ricardo Echegaray, parecen tener la misma escuela: analizan las estadísticas oficiales sin considerar el contexto, sea local o internacional. De ese modo, logran el objetivo buscado, mostrar a sus conciudadanos que se superan las metas, que se logran resultados superiores a los esperados y que quienes ven una realidad diferente están equivocados y por tanto deben replantearse un cambio en sus posturas.

El común denominador es el análisis nominal de las estadísticas, sea de precios, salarios, PBI, consumo, empleo y desempleo, fiscal, monetarias, y también del comercio exterior, sin pasar a la depuración en términos reales, y menos aún por el filtro del cotejo con el desempeño de esos indicadores en el resto del mundo y en particular en el vecindario que, con diferentes productos, se ha favorecido como la Argentina del auge de los precios de las materias primas y consecuentemente de la mejora de los términos del intercambio, esto es de precios de exportación que subieron más que los de importación, amén de perder de vista las relaciones intersectoriales. Continuar leyendo