Los precios cuidados siguen descuidados

La difusión de los datos de inflación de junio no contó con un discurso ad hoc del ministro de Economía para explicar lo inexplicable. Desde la jefatura de Gabinete de ministros se intentó tímidamente alentar el relatfo de la desaceleración del ritmo de alza de los precios, con lo miopía de quien sólo se contenta con ver distancias cortas. Claramente, se trata de una estrategia interesada de no levantar la mirada para no descubrir, una vez más, que en lugar de avanzar se sigue caminando para atrás, puesto que no sólo se han alcanzado las tasas de inflación interanual más altas desde diciembre de 2002, con casi 40%, (por un punto no se retrocedió diez años más), sino que siquiera se ha podido bajar a las subas informadas un año antes.

El ministro de Economía y su secretario de Comercio resaltaron hace pocas semanas el mérito de los Precios Cuidados para provocar una desaceleración de los aumentos y por eso “lograron acordar” la ampliación de la canasta original de 198 precios a más de 320 a partir de julio, para que generen un efecto imitación sobre los “aproximadamente 230.000 precios en más de 13.000 locales informantes” que, según cita la nota metodológica sobre el IPCNu, releva el Indec mensualmente. Sin embargo, de la paupérrima información que comenzó a brindar el organismo oficial de estadística desde febrero último sobre los precios al consumidor surge que en junio último de los nueve grandes capítulos que componen el agregado del IPCNu dos acusaron menores subas que un año antes, otros dos repitieron la variación y cinco se incrementaron en mayor medida.

Mientras que si se comparan los 20 subíndices relevantes se advierte que apenas un cuarto registró alzas inferiores a las de junio de 2013. De ahí que más allá de compararse canastas de precios diferentes, que responden a ajustes en la estructura de consumo de los hogares, lo cierto es que el índice general oficial saltó de 0,8 a 1,3 por ciento en los pasados doce meses.

Claramente, en comparación con los picos de aumentos detectados en enero y febrero, por efecto del impacto del severo ajuste cambiario y algunas subas de tarifas, se está frente a una desaceleración. Pero eso poco tuvo que ver con la inflación, y mucho con un intento, rápidamente abandonado, de recomposición de los precios relativos entre algunos bienes y servicios, o visto de otra forma entre el tipo de cambio, los salarios y las tasas de interés. La inflación es algo más complejo, ya que no se trata del mero aumento del índice general de precios al consumidor, sino de subas promedio generalizadas (las alzas superan con creces a las bajas, en cantidad e intensidad) y persistentes, por oposición a variaciones de “una vez”.

Entre los <strong>precios al por mayor también el Indec acaba de dar cuenta no sólo de que la suba del índice general fue en junio superior a la del año anterior (1,5 vs 1,3%), sino que, además, ese resultado no fue consecuencias de alzas en rubros aislados, sino que sobre 27 subcapítulos atenuaron la tasa de incremento apenas siete, otros dos la repitieron y en 18 se intensificó, con varios casos de saltos singulares como en el complejo textil y ropa, cuero, productos del papel, materiales para la construcción y equipos para medicina e instrumentos de medición, entre otros.

La excepción se observó en el caso del costo de construcción, donde habría comenzado a tener impacto el brusco cambio de giro de la actividad, al punto que de crecer a un ritmo de 7,4% anual en mayo de 2013 pasó a caer a una tasa de 4,4% doce meses después, ya que sobre 14 subsectores en ocho se registraron menores subas de precios que un año antes y seis evidenciaron una modesta aceleración. Pero aún así, y sacando el efecto del adelanto del primer ajuste salarial acordado en paritarias en abril último, en comparación con junio en 2013, se advirtió también una intensificación de la tasa de crecimiento de los precios de los materiales y gastos generales.

El común denominador no es otro que el desborde de las erogaciones del sector público respecto de los ingresos tributarios y las consecuentes necesidades crecientes de financiamiento con el uso y abuso de la emisión monetaria por parte del Banco Central que ha llevado a achicar el tamaño de la economía, desalentado aún más la inversión productiva, por la doble vía de afectar severamente la capacidad de consumo de las familias y la competitividad de las exportaciones, aún en los rubros históricamente más eficientes, como el agro y la nueva minería.

La restricción presupuestaria castiga el consumo y no baja la inflación
Para peor, el viento de cola que venía favoreciendo a la actividad productiva, y en particular a las finanzas públicas, por la vía de las retenciones abultadas sobre la mayor parte de las exportaciones, ha comenzado a virar mucho antes de lo esperado y por tanto afectará la estrategia que sigue Economía, luego de la fuerte devaluación del peso a fines de enero, de anclar el tipo de cambio, para forzar la desaceleración de la inflación.

El sector privado está ajustando rápida e intensamente, no sólo en lo que respecta al punto de giro de la producción de bienes durables y de inversión, como automotores, maquinarias de uso agrícola y construcción, con caídas siderales, sino también en el gasto de los hogares, al contraerse la capacidad de compra de los salarios y jubilaciones que en poco más de un semestre perdieron más de diez puntos porcentuales.

Mientras el sector público se resista a encuadrar las finanzas y sólo piense en recuperar la capacidad de endeudamiento para complementar el financiamiento de gasto corriente con emisión espuria, no habrá Precios Cuidados capaz de impedir que se siga transitando el probado camino minado de alta inflación y recesión, y consecuente destrucción de empleos netos y más déficit fiscal.

Sólo la habitual contabilidad creativa de la Secretaría de Hacienda que considera como ingreso corriente a las transferencias de utilidades contables del Banco Central, la Anses, PAMI y Fondos Fiduciarios, posibilitó mostrar en mayo un superávit fiscal, cuando en realidad registró un abultado desequilibrio que ya se multiplicó por más de cuatro en el acumulado de los primeros cinco meses del año y condiciona toda posibilidad de contener la suba de los precios y evitar la pérdida de competitividad, con el consecuente efecto recesivo y profundización de las tensiones en el sector externo de la economía.

La ilusión monetaria ilumina la recaudación

Una vez más el jefe de la AFIP, Ricardo Echegaray, se mostró feliz al anunciar al comienzo de la semana un nuevo récord de la recaudación tributaria, más aún porque se ingresó en el rango de los doce dígitos! (105.000 millones de pesos), después de 108 meses con niveles de ingresos de 11 dígitos.

Sin embargo, el mérito de semejante logro no ha sido otro que la escalada de la inflación, la cual se ha traducido en que el Banco Central haya concentrado la emisión en el billete de máxima nominación, aunque un billete de cien pesos apenas se puede cambiar por 10,2 dólares en el limitado canal de venta para ahorro y poco más de ocho en el circuito informal (representa 62% del total de billetes en circulación y casi 92% de la masa monetaria), con el consecuente perjuicio que genera para las transacciones diarias de las familias en una economía donde más de 40% está en negro y donde la bancarización es de apenas un quinto del PBI.

Lejos está de invitar a festejar la aparentemente abultada recaudación de impuestos, cargas aduaneras y aportes y contribuciones a la caja de jubilaciones, no sólo porque no se apoya en un escenario de una economía pujante, floreciente, donde pagar Ganancias constituya un objetivo de “pertenecer” al sector pudiente, en el caso de los trabajadores, y al club de los líderes en el caso de las empresas y sectores exitosos, sino porque desde hace más de nueve meses consecutivos el aumento de los recursos se ubicó por debajo del ritmo de expansión del gasto público y con ello volvió a resultar insuficiente para evitar el abultamiento del déficit fiscal, que es el principal responsable de generar la ilusión monetaria.

Claramente, en una economía inflacionaria todo sube, no sólo los precios de los bienes y servicios, sino también del trabajo, de la moneda y del costo del dinero. De ahí que la prueba ácida que hacen los economistas, y que también debiera hacerlo el buen recaudador cuando no es tentado por el relato de la política, es analizar el desempeño de los tributos en función de las variaciones de dichos precios de la economía, para evaluar realmente la disciplina fiscal de la sociedad y el verdadero curso de la actividad productiva, comercial y sus efectos sobre el mercado de trabajo.

Todo en terreno negativo
El aumento de la recaudación total de 35,1% interanual en mayo se ubicó entre 6 a 9 puntos porcentuales por debajo del crecimiento del gasto público.

El incremento de 26,8% del IVA sobre la producción nacional fue casi 14 puntos porcentuales menor al alza media de los precios minoristas, indicando que ese canal del consumo se derrumbó alrededor de 9% en los últimos doce meses; mientras que la suba de 25% de lo ingresado por el IVA aduanero estuvo 28 puntos porcentuales alejado del salto del tipo de cambio oficial en el período. De ahí se desprende una contracción de la demanda de bienes de origen importado del orden de 18%. Si se toma el agregado de los tributos al comercio exterior que repuntaron 39% en valores nominales, se advierte un deterioro en términos reales de 9,2 por ciento.

En tanto en el caso de la Seguridad Social, el incremento nominal de 28,1% en un año fue 4,8 puntos porcentuales inferior a la suba promedio de los salarios registrados que estimó el Indec.

Con algunos matices, aunque en general un poco más atenuado, se obtienen resultados negativos en el desempeño de los primeros cinco meses, fenómeno que indicaría que la recesión más que comenzar a revertirse se ha intensificado.

Por tanto, sólo la ilusión monetaria que genera la nominalidad permite festejar un número que debiera haber provocado angustia y la necesidad de revisar qué está pasando en la política económica para evitar que ese cuadro se agrave, sobre todo porque ya se manifiesta en pérdidas de puesto de trabajo, recorte de la jornada laboral y aumento de la porción de la población que demora su ingreso al mercado de trabajo, más la que abandona la búsqueda, al percibir que se desvanecieron las oportunidades de empleo.

Este fenómeno fue detectado por el Indec en la última Encuesta de Demanda Laboral, la cual arrojó que sólo 32,5% de las empresas buscó personal en el primer trimestre, en contraste con 39,4% que lo hacía antes del cepo cambiario impuesto en noviembre de 2011 y casi 42% antes de asumir Cristina Kirchner la primera presidencia en diciembre de 2007.

Claramente, todos los análisis de mediano y largo plazo prenuncian un futuro floreciente, asumiendo que cada vez se está más cerca de un punto de giro hacia la vuelta a la institucionalidad y la recreación de un clima de negocios, sea por la inclinación a un capitalismo de mercado o a un socialismo con plan, que posibilite poner en valor la potencialidad que brinda la naturaleza en materia energética, agro y minería, junto al reconocido talento argentino y la muy baja bancarización, en un mundo donde prevale una elevada liquidez y la necesidad de diversificar el flujo de capitales hacia emprendimientos productivos y obras de infraestructura.

Pero el corto plazo luce cada vez más oscuro, porque cada anuncio de política económica, social y gubernamental, está vinculado con el aumento del gasto, pese a que se debilita aceleradamente la capacidad de generar recursos genuinos.

Más gasto público aleja la salida de la estanflación

Economistas del Gobierno y afines, junto a algunos dirigentes industriales, consideran aventurado hablar de un escenario de estancamiento con inflación y aumento del desempleo, pese a que esta semana diversas plantas automotrices anticiparon programas de suspensiones de personal y recorte de la jornada laboral, por falta de demanda. Incluso, el propio Indec recogió expectativas moderadamente contractivas para este segundo trimestre, y en el comercio crece notablemente la tasa de vacancia en las principales calles de los centros urbanos del país.

Está claro que no es lícito, y por tanto conveniente, hacer proyecciones de cualquier indicador, sea inflación, actividad, como de reservas del Banco Central o incluso de la producción de un bien en particular, o del dólar, en función de lo ocurrido en apenas dos o tres meses. Ningún economista y consultor profesional en la materia hace eso. Pero tampoco es sensato cuestionar alegremente a los profesionales que no sólo predicen, sino que, más aún, ya ven un escenario de estanflación en la Argentina, a partir del análisis de series de tiempo de un conjunto de variables del sector real, financiero, monetario, cambiario y fiscal, porque es subestimarlos en defensa de una ideología o retórica interesada, como diría el economista John Galbraith.

Punto de giro inicial sin cambio de tendencia
La razón fundamental por la que se cayó en un estado de estancamiento con aceleración de la inflación y aumento del desempleo, fue el giro de la política económica, a favor del aumento del gasto público y su financiamiento con emisión monetaria, porque se agotó la capacidad de ampliar la presión tributaria, y se decidió extremar las regulaciones y controles a las empresas destinadas a impedir más que a reordenar y facilitar la producción, la exportación y la inversión productiva hacia un modelo inclusivo, como se anuncia y proclama en forma reiterada.

Esos factores no sólo siguen presentes, sino que incluso se han ido potenciando esta semana, más allá de que transitoriamente el efecto de la astringencia monetaria y consecuente suba de las tasas de interés, junto a factores estacionales, posibilitaron desacelerar la tasa de inflación. Mayo comienza con aumentos de tarifas del servicio público de trenes y también de los combustibles, mientras crecen los costos en dólares porque a acuerdan ajustes de salarios, mientras el tipo de cambio oficial lleva tres meses de congelamiento en torno a 8 pesos, pese a que desde el 23 de enero se acumuló una tasa de inflación de más de 12 por ciento.

Por un lado, en un mega encuentro de toda la cúpula industrial con todo el equipo económico, los empresarios se encontraron que fueron invitados para que brinden su “apoyo a la continuidad de un modelo, para no perder todo lo hecho”, les habría dicho Axel Kicillof en una exposición de más de una hora, más que para exponer sus preocupaciones y buscar puntos de coincidencia para reactivar la producción, elevar la competitividad, sin agregar costos a la sociedad, a través de la inflación, y la suba de tarifas, cómo se está haciendo.

Luego fue la propia Presidente de la Nación, cuando a través del uso de la cadena nacional, desestimó hacer cambios impositivos que alivien las cargas para el sector privado, al justificar la permanencia de las retenciones a las exportaciones agropecuarias con un análisis forzado de la experiencia del trigo entre el tiempo de siembra, cambio de las alícuotas y cosecha en los últimos 40 años, pese a que la producción se redujo a valores que apenas garantizan el consumo interno, y amplió el crédito productivo con la creación por decreto del Fondear por $10.000 millones, menos de medio punto del PBI: “Yo escucho a menudo a mucha gente prometiendo que van a bajar las retenciones, que van a eliminar todas las retenciones, que al mismo tiempo van a subir el 82 por ciento móvil, que le dicen a los empresarios que les van a dar el ajuste por inflación y amortización anticipada, que al mismo tiempo van…Bueno, miren, yo le estoy haciendo hacer a Axel, el ministro de Economía, que me haga un calculito para ver cómo dan los números porque todas esas cosas juntas, así a vuelo de pájaro, sin ponerme muy detallista no me dan para nada. Me dan a cosa, realmente, bueno, de cosa rara”, dijo Cristina Kirchner, en lugar de dar instrucciones para analizar el impacto y posibilidades de esas medidas.

Claramente, en el entorno al Gobierno nacional no se acepta que el gasto público ofrece varios frentes donde se puede reducir sin afectar al empleo de la planta histórica de la administración, y menos aún reducir los salarios y jubilaciones, más allá del que se provoca con el desfase entre los ajustes salariales de forma puntual y la inflación contínua.

Pero no sólo eso, por el contrario, al día siguiente, el martes de esta semana, la Presidente firmó el decreto 601 que dispuso aumento del 50% respecto de diciembre de 2011 en los viáticos de los funcionarios dependientes del Poder Ejecutivo Nacional, el cual reconoce una inflación promedio mensual acumulativo de 1,46% en los pasados 28 meses. El ajuste supera en 13 puntos la inflación del Indec en ese período, aunque mantiene un rezago de 35 puntos porcentuales respecto de la Inflación Congreso. Y ayer, a través del decreto 614 aprobó incrementos en los haberes de las fuerzas militares entre 30 y 45 por ciento.

Más rojo fiscal sin contabilidad creativa
Los datos de la Administración Central mostraron al cierre de abril que los recursos fiscales globales atenuaron el ritmo de aumento de 40% en los primeros meses del año a 34% en el promedio del cuatrimestre, pese a que las transferencias de rentas del Banco Central y de la Anses se elevaron en más de 70%, en comparación con similar período de 2013, mientras que el gasto total apenas desaceleró de una tasa de 45 a 42 por ciento.

Sólo cuando se repare en la necesidad de reordenar las finanzas públicas, como parcialmente se hizo en el frente monetario, y se avance en dirección a desatar los nudos que se le fueron agregando a la actividad productiva y comercial y consecuente a la inversión, podrá pensarse en que se transita hacia un nuevo punto de giro del ciclo económico que posibilite volver a crecer y bajar la inflación de modo sustentable y por tanto sostenido.

El Gobierno en un brete

En el comienzo del undécimo año de Gobierno de un mismo signo político y continuidad estratégica, aunque con algunas modificaciones no menores entre la primera mitad y la segunda, se advierte que un largo período de crecimiento, inédito en 200 años, según afirma la Presidente, no ha sido suficiente para no depender del día a día.

Las familias no saben si podrán llegar a fin de mes con sus presupuestos, porque la aceleración brusca del ritmo inflacionario, a una tasa anualizada cercana a 50% en el primer bimestre, licuó las mejoras salariales y de jubilaciones anunciadas, pero aún no plenamente efectivizadas. Y para peor las posibilidades de que los miembros activos del hogar puedan hacer horas extras no sólo se han esfumado, sino que en varios casos, principalmente en la industria automotriz padecen los efectos del recorte de la semana laboral por suspensiones transitorias.

Y los datos del Indec sobre el desempeño de la actividad industrial en enero y febrero revelaron un proceso recesivo que se habría sostenido en marzo, según las expectativas empresarias que recogió el organismo oficial de estadística, con su consecuente impacto negativo sobre la generación de empleos.

Afortunadamente, el Gobierno, decidió abandonar su afán de mostrar un crecimiento irreal exagerado de 4,9% en todo 2013, dos puntos más que el estimado por el consenso de las consultoras privadas, y desistió avalar el trascendido de que honrará el 15 de diciembre el pago del cupón PBI que tienen incorporado los bonos de los canjes de deuda de 2005 y 2010.

Se trataba de unos 2.500 a 3.500 millones de dólares, equivalente a 28.000 millones de pesos al cambio oficial. Ahora con semejante ahorro podría destinar una pequeña parte de esos fondos a auxiliar a las provincias, principalmente de Buenos Aires, para que puedan acercar posiciones en las negociaciones para destrabar el conflicto docente, en beneficio de los chicos.

Aunque acá el Gobierno se metió en el brete: porque al sincerar el crecimiento menor a 3,22% no pagará el cupón, y por tanto no dilapidará recursos escasos por haber sobre estimado por mucho tiempo el crecimiento, por efecto de haber subestimado la inflación en 2013 , generará un singular malestar en los mercados financieros, porque se devalúa aún más la seguridad jurídica. Mientras que si no lo hacía, alimentaba tensiones cambiarias, porque agravaría la posición de reservas en divisas, ya que aún con toda la ingeniería financiera y cambiaria del Banco Central no logran subir en el período de estacionalidad favorable del comercio exterior.

En el orden social, se percibe que la denominada década ganada fue insuficiente para sacar del estado de pobreza a más de 40% de los jefes de hogar y 50% de las familias que según el Indec terminaron el último año con ingresos inferiores a uno y tres salarios mínimo vital y móvil, respectivamente. El escenario se agravará con el sorpresivo recorte de los subsidios al gas y agua para todos los consumidores, cuando lo recomendable era avanzar más agresivamente sobre los sectores menores vulnerables.

Sólo control monetario y cambiario
Después de la devaluación del peso, para borrar las expectativas de futuros mega ajustes, y detener la escalada del dólar en el mercado libre, el Banco Central se abocó a retirar en forma acelerada los pesos excedentes en la economía y dejar que escalaran las tasas de interés a niveles más cercanos a la inflación, y más altas aún para el financiamiento del consumo privado por la vía del uso de tarjeta de crédito.

Pero el costo de esa estrategia fue el citado enfriamiento de la actividad productiva y comercial, con su consecuente impacto negativo sobre la recaudación de impuestos, sólo sostenida por el efecto de la inflación, no mucho más.

Y pese a que los precios internacionales se mantuvieron en niveles superiores al promedio histórico, el receso interno no se tradujo en un repunte de los excedentes exportables, por el contrario declinaron en el primer bimestre y el superávit comercial se redujo a la mínima expresión en comparación con un año antes.

Mientras que el frente fiscal siguió desbordado con una dinámica del aumento del gasto que amplió la brecha respecto del curso que siguieron los ingresos tributarios, y acentuó el rojo fiscal, que fue el principal disparador de las tensiones inflacionarias y cambiarias desde que se impuso el cepo cambiario a fines de 2011. Y ahora con la rebaja de los subsidios no hay certeza de que cambie la tendencia, porque el ahorro que se logre se destinará a intensificar las asistencias a las familias de bajos ingresos y a jóvenes que no estudian, no trabajan y ni buscan trabajan, para alentarlos a que se capaciten.

Dada la estacionalidad favorable de la balanza comercial en el segundo trimestre, junto a la estrategia del Banco Central de forzar a los bancos a que se desprendieran de su posición en moneda extranjera excedente, el Gobierno cuenta con tres meses más para intentar reducir el déficit fiscal, fomentar el comercio exterior, sin restricciones al pago de importaciones, y bajar las presiones inflacionarias, no ya a través de fracasados y repetidos controles de precios, sino de una austera política de gasto que despeje temores de aumento de la presión tributaria.

Esto aparece así, porque al haber utilizado el Banco Central toda una batería de astringencia monetaria y de anticipo de liquidación de divisas por parte de los exportadores de los complejos de cereales y oleaginoso, desde julio comenzarán a reaparecer las tensiones cambiarias y financieras, cuya magnitud dependerá de lo que ahora hagan las secretarías de Hacienda y Comercio, con el respaldo de los ministerios de Planificación y de Industria.

Paso a paso, el camino se hace largo y tortuoso

Uno a uno el equipo económico va derivando pilares que llegó a considerar indestructibles, como la apreciación desmedida del peso, la flexibilización del cepo cambiario, aunque sólo para pequeños ahorristas, la coordinación de la revisión de las estadísticas del Indec con el FMI, el endurecimiento de la política monetaria, para subir las tasas de interés con el objetivo de frenar la suba del dólar y la sangría de reservas y ahora el pago de una compensación a Repsol por la expropiación del 51% de sus acciones en YPF, después que se reafirmara no sólo que no se le iba a pagar sino que, por el contrario, se le iba a exigir un resarcimiento por supuesto daño ambiental.

En todos los casos, las iniciativas recibieron, con diferentes matices, la aprobación de los agentes económicos, esto de los bancos, industriales, del comercio y servicios y también de la mayoría de los economistas profesionales.

Sin embargo, esos giros, acentuados claramente desde el cambio parcial del gabinete el 20 de noviembre, no fueron suficientes para revertir las expectativas de corto plazo, y en particular sus principales efectos: la actividad productiva y comercial literalmente se derrumbó; la inflación se aceleró peligrosamente pese a la insistencia con fracasados controles de precios y encuentros con los empresarios de 38 cadenas de valor de la producción y los servicios; la balanza comercial registró el menor superávit comercial en 13 años; el desempleo cae más por el efecto de la menor oferta de trabajadores en respuesta a la destrucción de puestos en la actividad privada que a la creación de empleos netos y el rojo fiscal se incrementa por el debilitamiento de la capacidad de recaudar impuestos en una economía que se contrae.

Y si bien, se van dando pasos que apenas unos meses atrás parecían como impensables, aún restan muchos otros cruciales para que la Argentina pueda volver aspirar a competir en el mercado internacional de capitales, sea para obtener financiamiento ante el agotamiento de la capacidad de uso de la máquina de imprimir billetes para asistir al fisco, sea para encarar demorados emprendimientos de infraestructura, sea para darle vida a Vaca Muerta, más allá de un modesto plan piloto de unos 3.000 millones sobre 37.000 millones de dólares que se había planificado en junio de 2012 para el quinquenio hasta 2017.

Son muchos pasos los que quedan por dar, y hacerlo de a uno como anticipó desde el primer día el Jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, no ayuda a cambiar las expectativas y reencauzar la economía al sendero de crecimiento con menor inflación y creación genuina de puestos de trabajo.

Asignaturas pendientes
En el orden internacional:
• Avanzar en la normalización de las estadísticas de PBI y sociales (no sólo de pobreza e indigencia, sino también de empleo donde aparecen muchos distritos con plena ocupación pese a que la oferta de trabajadores es inferior a un tercio de la población);

• Cierre del capítulo del default, tanto con los holdouts como con el Club de París. Para este último habrá que aceptar, como país miembro, que el Fondo Monetario Internacional audite las cuentas públicas y haga las recomendaciones de política, aunque eso no signifique que haya que tomarlas.

Mientras que en el orden doméstico, pero con claras implicancias para cambiar la percepción que tiene el resto del mundo sobre la economía Argentina quedan:
• Comenzar a desarmar la maraña de subsidios económicos, en particular los que benefician a los sectores de medianos a altos ingresos, y reforzar los programas asistenciales, aunque deberían tener como norte la superación de los factores que les dieron origen más que perpetuarlos como una causa perdida;

• Avanzar en forma decidida hacia el levantamiento del cepo cambiario;

• Abandonar los fracasados intentos de controlar la inflación con acuerdos de precios y reuniones multitudinarias con las cadena de valor;

Destrabar al pago y autorización de importaciones, en particular de insumos y partes esenciales para la producción y la exportación;

Liberar el giro de dividendos a los accionistas del resto del mundo, para que aliente el ingreso de capitales a través de inversiones extranjeras directas;

• Actualizar de manera automática por la variación de los precios reales de la economía los mínimos no imponible del Impuesto a las Ganancias, para dejar de cobrar el impuesto inflacionario a los trabajadores;

• Permitir a las empresas la actualización de sus balances por inflación, para dejar de gravar utilidades sólo nominales que desalientan la inversión productiva;

Rediscutir el régimen de coparticipación de impuestos con las provincias, para que disminuya la discrecionalidad y crezca la racionalidad en el reparto de los recursos.

Pese a esa agenda tan amplia, gran parte de la dirigencia empresaria y muchos economistas se aventuraron a predecir un futuro inmediato mejor tras el acuerdo del Gobierno con Repsol, pese a que aún resta superar un escollo no menor, como es el Congreso que no sólo deberá refrendarlo sino también firmar el abandono de la política de desendeudamiento y autorizar la emisión de deuda: ahora para Repsol, más adelante para acordar con los holdouts y seguramente también con el Club de París.

En un par de días la presidente, Cristina Kirchner, hablará en la apertura de las sesiones ordinarias del Congreso. Ahí se verá si hay decisión tomada de acelerar el paso, o si será tiempo una vez más de hacer revisionismo de la última década y continuar con el gradualismo, pese a que esa estrategia hasta ahora ha mostrado más costos para la sociedad que beneficios.