Negar la recesión no la evita

Así como durante siete años el Gobierno nacional se empeñó en negar la inflación a ritmo de dos dígitos altos, ahora parece empeñarse en subestimar al extremo la generalizada retracción de la actividad productiva y comercial y su duro impacto sobre el empleo y la capacidad de gastos de la mayor parte de las familias argentinas, y también sobre el rojo de las cuentas públicas.

Al menos eso es lo que trasunta cada mañana el Jefe de Gabinete de ministros cuando los periodistas acreditados en Casa de Gobierno lo indagan sobre la persistente abultada caída de patentamientos de automotores, las suspensiones de personal en las terminales automotrices y la rama autopartista, así como sobre los índices de vacancia en el comercio o la caída de la tasa de empleo de la economía en su conjunto.

Claramente, siempre se van a encontrar empresas o sectores que le va mejor que el promedio nacional, sea fabricante de automotores, aceitunas, pinturas, o proveedor de servicios de turismo o un gastronómico. Pero lo importante es el resultado global, y en particular la secuencia del proceso, habida cuenta de que se generalizan los casos en los que la retracción del último mes es más marcada que la del mes previo.

Sostener que no hay recesión porque se creció cómo nunca en la última década, hasta 2011, desestimando que el país prácticamente dejó de crecer en 2012, se estancó en 2013 y ahora los principales sectores de actividad ingresaron en la senda negativa, en proporciones variables, sólo contribuirá a profundizar el receso, antes que a frenarlo primero y luego revertirlo, porque no se atina a replantear la política económica, si es que existe una como tal.

Inercia contractiva creciente

Un repaso de un conjunto de indicadores oficiales resume con claridad ese proceso: el Estimador Mensual Industrial del Indec pasó de estar estancado en el primer cuatrimestre de 2013 a caer 3,5% un año después, con un abril que midió una contracción de 4,2% y que FIEL estimó en 6% de baja.

La facturación de los supermercados ajustadas por la inflación real y el efecto de haber ampliado la muestra de consulta en más de siete por ciento mantuvo sendas caídas del orden de 7% en el primer trimestre, con un marzo que arrojó receso de 9,5 por ciento.

El transporte de carga, medido por el Indec, pasó de crecer 1,8% entre enero y marzo del año pasado a contraerse 25,6% un año después y 19,6% en el caso puntual de marzo último.
También el Indicador Sintético de la Construcción acentuó el receso de 1,3% en los primeros tres meses de 2013 a 2,6% en el corriente año y 4,2% al cierre del período.

Mientras que el comercio exterior se deterioró en los dos frentes, pese a la devaluación de enero: las exportaciones pasaron de caer en cantidad de producto uno por ciento en el primer cuatrimestre de 2013 a disminuir 8% un año después y 13%, en el caso particular de abril, en tanto las importaciones revirtieron la suba de 9% y cayeron 5% en dicho período, y 13% en el cuarto mes del año, también en volumen de operaciones.

Como resultado de ese cuadro, el saldo de las cuentas públicas del primer trimestre fue deficitario en 15.180 millones de pesos en las cuentas de Hacienda, aunque si se resta el efecto del auxilio financiero del Banco Central, la Anses y el PAMI se amplió a más de 33 mil millones de pesos, equivalente a 4,6% del PBI, en contraste con 2,7% del producto de un año antes. Y antes del pago de intereses de la deuda el rojo fue de 19.100 millones de pesos, más que duplicando el saldo negativo de un año antes.

Y más grave que eso fue que tanto las tasas de participación de la población en el mercado de trabajo, como la proporción de ocupados, en blanco y también en negro, fueron

Con este escenario y una inflación que parece desacelerarse respecto a los picos del primer trimestre pero que se sostiene bien por arriba de la observada un año antes, sea en la medición de las consultoras privadas, como más aún del Indec, el ministro Kicillof confía cerrar el capítulo del default con los acreedores del Club de París. Sin duda, una empresa difícil y con riesgo de convertirse en una victoria a lo Pirro. Esto es que las grandes potencias acepten cobrar en bonos de la deuda pública a plazos de 10 años y más, pero como hizo Repsol, se desprendan rápidamente de esos papeles, porque buscarían con eso dejar asentado que hoy no confían en la política económica que sigue la Argentina y por tanto no alentarían créditos al sector público y privado en corto plazo, pese a que el largo luce claramente venturoso.

Ingresos transitorios apuntalaron la caja de la AFIP

El secretario de Hacienda, Juan Carlos Pezoa, y el administrador federal de ingresos públicos, Ricardo Echegaray, volvieron a pasar en abril el examen de la recaudación, porque lograron que se superara con creces la pauta mensual fijada en el Presupuesto, aunque más el segundo que el primero, porque la bonanza de los recursos tributarios se licúa con un gasto que parece no encontrar límite.

Sin embargo, un análisis desapasionado del desempeño de las cobranzas de la AFIP permite rápidamente advertir que el Gobierno nacional ha comprado tiempo para poder obtener más recursos que lo esperable por una coyuntura con generalizada retracción del consumo, la producción, la inversión y el comercio exterior, y para peor con suspensiones de personal y recorte de la jornada laboral en varias industrias.

Comprar tiempo es la función que cumple el acuerdo celebrado con los productores sojeros y la cadena primaria de valor para que anticipen la liquidación de sus exportaciones en casi dos meses, el cual posibilitó que en abril aportaran 64% más recursos a la AFIP vía retenciones, más el efecto del salto del tipo de cambio en poco más de 55% en los pasados doce meses. No ocurrió lo mismo con los productores de cereales, ni con las refinerías de petróleo.

Pero también se agregó en el último mes el “efecto estadístico”, o del almanaque, porque con la multiplicación de los feriados nacionales se fue alterando el cronograma de vencimientos de impuestos que se pagan casi semanalmente, como es el caso del IVA. En abril de 2013 con alza de precios de 23,7% lo percibido por ese tributo sobre la venta de productos nacionales se había elevado 13,6% respecto de doce meses antes. Un año después, con aceleración de la inflación a poco más de 35%, registró un aumento de 51,9 por ciento.

En el caso del IVA importaciones, por el contrario, el efecto de “pisar” los pagos autorizados para cuidar las reservas en divisas del Banco Central, determinó que lo recaudado pasara de crecer 96% a 35,4 por ciento.

Se trata de un singular impulso del principal impuesto al consumo que no se puede explicar por una supuesta bonanza de la demanda interna, como sostuvieron los funcionarios, habida cuenta de que la facturación del conjunto de supermercados se elevó en casi veinte puntos porcentuales menos en términos agregados por el Indec, aunque con la ayuda de haber expandido el relevamiento de datos a más de 150 puntos de venta, 7,3% del total. Es decir la venta bajó más de siete por ciento en cantidades.

Tampoco se puede explicar por la suba nominal de la capacidad nominal de gasto de los trabajadores asalariados, porque el propio Indec informó que promedió 29 por ciento, unos seis puntos porcentuales por debajo de la tasa de inflación. Y, además, la economía dejó de generar empleos netos.

Indicadores contrastantes

Y si bien año tras año la AFIP registra progresos en la administración tributaria con operativos que han conducido a reducir la informalidad, no se han mostrado razones de peso que permitan justificar por esa vía un salto de 20 puntos porcentuales en la recaudación de IVA. Existen claras evidencias de que la economía en negro se mantiene por arriba del 34% entre los asalariados, y más de 50% entre las actividades independientes. En los últimos días ARBA detectó un grado de evasión plena de 45% en los comercios de La Salada y otro 40% con irregularidades relevantes. Sólo 15% tenía los papeles en regla.

Por el contrario, los primeros indicadores relevantes de actividad correspondiente a abril dieron cuenta de que el patentamiento de automotores declinó más de 35% interanual; el de motos se derrumbó 45%; la CAME midió una baja de 7,3% en las ventas minoristas; el transporte de cargas por las rutas nacionales mantiene varios meses con disminuciones del orden de 20% al año y el comercio exterior con el principal socio comercial se contrajo más de 24 por ciento.

De ahí que una vez agotado el “efecto anticipo” de exportadores del complejo oleaginoso y corregida la recaudación por el corrimiento de vencimientos de tributos claves como IVA, se observará que los recursos estuvieron lejos de reflejar un escenario de bonanza y singular eficiencia tributaria. Para ese momento, el resultado del examen de la recaudación proyecta un claro deterioro de la nota.