Nos quieren hacer creer que un dólar vale menos de 10 pesos

En su último mensaje en la Asamblea Anual de las Naciones Unidades, la presidente Cristina Kirchner hizo una rápida historia de la economía argentina, y al explicar a muy pocos líderes del mundo que se quedaron en el auditorio una de las causas de la crisis de deuda, sostuvo que “nos hicieron creer durante la convertibilidad que un dólar valía un peso”.

Es una pena que ahora, al fin de mandato, la Presidente no repare en que, como en los 90, nos quiere hacer creer que un dólar vale menos de $10, cuando en el mercado libre, donde realmente es posible comprar un billete, ya cotiza a más de $16, con una brecha al filo de 70%, y el consenso de los economistas estima que una paridad real debiera ubicarse entre 12 y 13 pesos, por la inflación que genera un déficit fiscal descontrolado.

Los mentores del derrumbe de la convertibilidad de la peor manera, devaluación, desdolarización, default y corralón para el retiro de depósitos, estimaron entonces que la brecha cambiaria entre el peso y el dólar era del orden de 40%. En este punto, pareciera que el escenario actual es peor que entonces. Más aún cuando los números del comercio exterior muestran que las exportaciones se derrumban a ritmo de más de 11% por segundo año consecutivo, en contraste con 14 años atrás, que sólo habían bajado transitoriamente por un período y el saldo de la balanza comercial superaba en más de tres veces al que, con alguna ingeniería contable del INDEC, se proyecta para todo 2015.

También los indicadores pobreza e indigencia, pese a que nos quieren hacer creer que son sustancialmente bajos, son sensiblemente peores a los que se obtenían en los últimos años de los noventa, como lo acaba de detectar un hallazgo periodístico del diario La Nación.

Del mismo modo, nos quieren hacer creer que los cuadros tarifarios no necesitan una revisión urgente para los sectores de altos ingresos, pese a que pueden pagar hasta más de diez veces los valores actuales sin que se vean comprometidas sus finanzas, para poder mantener los subsidios a la demanda de los segmentos de la población de bajos ingresos, esto es más de la mitad de los argentinos.

No sólo eso, para sostener el relato, el INDEC nos quiere hacer creer que el consumo en supermercados y shopping crece a tasas de dos dígitos altos, entre 10 y 20% en cantidades, respecto del año anterior, pese a que una simple división de los ingresos por ventas por el coeficiente de aumento real de los precios, arroja una caída real de 3% en el primer caso y una modesta suba de 5%, sobre un nivel singularmente bajo del año anterior.

Y para no abundar mucho más en falsas creencias, la Secretaría de Hacienda nos quiere hacer creer que el rojo de las finanzas públicas es menos de la tercera parte del real, porque considera como recursos genuinos el cómputo de ganancias contables del Banco Central y de la Anses.

La realidad se impone
Sin embargo, al final del día, o mejor dicho, de ocho años del gobierno de Cristina Kirchner, ya no hay forma de ocultar los severos desaciertos de política económica, como fue el error de cálculo del posible cambio de escenario internacional cuando en 2012 se le confiscaron a Repsol sus tenencias accionarias de YPF, y después de dos años decidió evitar juicios hipermillonarios en dólares y pagó por el 51% del capital de la petrolera mucho más que el valor actual del 100% en Bolsa.

Y si bien, el derrape del precio del petróleo y la crisis de Petrobras, jugaron un rol relevante, en la pérdida de capitalización de YPF, no se pueden soslayar los efectos derivados de la persistencia del default parcial de la deuda externa de la Argentina porque trabó el ingreso de inversiones extranjeras, salvo casos muy puntuales; el atraso del tipo de cambio que le restó competitividad externa; el cepo cambiario que restó fluidez a las importaciones de insumos y máquinas, en modo directo e indirecto; y el severo atraso del Plan Piloto de Vaca Muerta, porque sólo aparece como viable con una cotización de crudo superior a los USD80 el barril.

De ahí que a menos de un mes de las elecciones nacionales, y de tres meses del cambio de Gobierno, el consenso de los candidatos y sus técnicos reconocen la necesidad de revertir esas falsas creencias y comenzar de inmediato con el reordenamiento de las variables claves, para que la Argentina vuelva a convertirse en un país confiable y por tanto creíble.

Oportunidad perdida de Kicillof

El ministro de Economía volvió de la Asamblea de Primavera del Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial con las manos vacías, porque desaprovechó la asistencia de los representantes de las principales potencias y acreedores de la Argentina para avanzar, en modo informal, hacia un acuerdo que posibilite al país volver a emerger y regenerar oportunidades de inversión y empleos de calidad, a través del cierre del capítulo del default parcial de la deuda pública.

La mayoría de los representantes de los 188 países miembros no va a ese tipo de foro a buscar algo específico, pero sin duda vuelven a sus estados con diversos logros, no sólo de tipo intelectual, porque aprovechan la posibilidad de pasar un par de jornadas completas con sus pares para discutir sobre las tendencias de sus países en forma particular, sino porque generan caminos para profundizar las oportunidades de negocios e inversiones bilaterales.

En el caso argentino, a juzgar por el balance que hizo Axel Kicillof en una improvisada conferencia de prensa, donde una vez más se puso el acento en la crítica a la prensa, el ministro fue claro: “No hay resultados porque no fui a buscar nada”.

Y claramente la Argentina necesitaba buscar muchas cosas, no sólo apoyo de los máximos dirigentes de los organismos de crédito multilateral, sino también el de muchos países para poder obtener una resolución del pendiente litigio con los bonistas que no aceptaron las condiciones de canje de deuda, y también de las naciones miembros del denominado Club de París, para encontrar una salida consensuada a más de una década de default, y poder recuperar la capacidad de ser sujeto de crédito.

Y ni que hablar de la necesidad de superar los obstáculos que impiden atraer inversores para explorar y explotar el reservorio hidrocarburífero de Vaca Muerta, revitalizar el paquete tecnológico en el agro, revertir las restricciones energéticas, generar oportunidades de negocios de exportación e importación y romper con la crónica tendencia de muchos residentes con capacidad de ahorro (personas, pero principalmente empresas) a hacerlo en moneda extranjera fuera del sistema financiero.

Pero el impedimento ideológico y la falta de convicción sobre que se está empezando a hacer algunas cosas bien justificaron que el ministro persistiera con la postura de no someter a la Argentina a la auditoría formal de los técnicos del Fondo a las cuentas públicas y política macroeconómica, como establece el reglamento constitutivo del organismo para todos los socios, sea o no su deudor, quiera o no acceder a alguna línea para financiar crisis de balanza de pagos o contar con el aval para acceder a otras líneas de crédito país-país, o de instituciones internacionales.

Obstáculos con costos sociales crecientes

Pese a que sin ese prerrequisito es imposible que la Argentina pueda aspirar a un crecimiento sustentable, con inclusión social y mejora de la distribución del ingreso entre el conjunto de los argentinos, como dijo aspirar el ministro y su Gobierno en la mañana del lunes último, más aún luego del virtual estancamiento del empleo en el último trienio, independientemente del contexto internacional, no porque lo diga el FMI, sino principalmente porque se insiste con no revaluar las instituciones e ir a contramano de la mayor parte del mundo.

Los primeros datos del primer trimestre de 2014 indican que la economía ingresó en una faz recesiva que aún no se sabe cuándo finalizará, según Juan Mario Jorrat, experto econometrista de la Universidad Nacional de Tucumán que estudia permanentemente el ciclo económico.

La tasa de inflación se afirmó arriba del tres por ciento mensual y la desaceleración esperada para abril no podrá perforar el piso de dos por ciento que era el ritmo que registró en el segundo semestre del año anterior. Para peor, la resistencia a frenar el aumento del déficit fiscal amenaza con recrear tensiones inflacionarias y cambiarias en el comienzo del tercer trimestre, cuando finalice la estacionalidad favorable de las exportaciones.

YPF debió tomar deuda a una escalofriante tasa de 8,75% anual en dólares, cuando Grecia pagó menos de cinco por ciento y naciones vecinas se pueden endeudar a un costo de tres a cuatro por ciento anual. Semejante brecha obedece al grado de incertidumbre que despierta una administración que se muestra hostil con el resto del mundo y que se manifiesta amante de romper los protocolos y los moldes de las instituciones, manipular las estadísticas y se muestra enemigo al diálogo franco y transparente no sólo en el orden interno, sino más aún con el resto del mundo. Amén que la petrolera mantiene un enorme rezago en el cumplimiento del plan de cuatro años 2013-17 de exploración y explotación del reservorio de Vaca Muerta, que tiene un objetivo de máxima de 37.200 millones de dólares y de mínima de 16.000 millones.

La devaluación de fines de enero aún no arrojó resultados positivos en términos de comercio exterior y del balance de divisas del turismo internacional y consecuentemente, las reservas del Banco Central no logran proyectar una tendencia de acumulación a tono con la estacionalidad alcista de las exportaciones del complejo oleaginoso y de la cosecha gruesa.

Y el empleo privado no sólo dejó de crecer desde fines de 2012, sino que “las empresas no proyectan despidos masivos, pero tratan de no reponer el puesto que se deja vacante, y en las PyME y en muchas economías regionales comienza a observarse cesantías por problemas de proveedores, restricciones financieras y alta presión tributaria”, dijo el abogado laboralista Julián de Diego.

Mirá lo que hago no lo que digo

Después de su relámpago viaje a Francia el 20 de enero último para comenzar las negociaciones con los acreedores del Club de París el ministro volvió con la receta mágica no autorizada por su ideología marxista: devaluar, subir las tasas de interés y bajar los subsidios a todos y todas las gentes, no a las empresas y al comercio.

Ahora parece encaminado a lo mismo, dijo el ministro que no fue a buscar nada al FMI y por eso no trajo nada, pero pocas horas después de una improvisada conferencia de prensa, mejor dicho, monólogo con la prensa, porque permitir sólo tres preguntas, de las cuales una era para alimentar su ego, la otra fue respondida parcialmente y la tercera no colmó las expectativas de los presentes, la Presidente reflotó el Plan de Competitividad de Domingo Cavallo en los 90, claramente con algunas variantes que pusieron el acento en los micro emprendedores, aunque no alivia el costo laboral del total de la nómina y, además, tiene un horizonte finito, ya que expira a los dos años de la incorporación de cada empleado, con el consecuente costo operativo de administrar la diferente antigüedad del personal.

Pero, como siempre, se avanza uno y se retrocede dos, porque es bienvenido un plan para reducir el costo laboral de las empresas, pero se hace en forma parcial, porque salvo para los micro emprendedores no baja el costo laboral para las empresas y tendrá un costo fiscal, porque no aparecen las luces para reasignar el gasto público, como primer paso para reducir la ineficiencia y despilfarro, menos aún forzar una reducción en términos reales, es decir que crezca menos que la inflación y que la recaudación tributaria, como política sólida para tender a la estabilización de los precios.

La economía jugó su rol en el resultado de las PASO

Después de dos años de cepo cambiario, traba a las importaciones, incluida la de insumos esenciales, pesificación de las operaciones inmobiliarias, y fracaso del control de precios, la ciudadanía dio su voto de repudio.

La profundización de la presión tributaria sobre los salarios, al punto que ya un cuarto de los trabajadores ve que su ingreso de bolsillo no crece a la par de los aumentos que obtiene en paritarias, fue un factor clave en la pérdida de casi 20 puntos porcentuales de aquel 54% de octubre de 2011.

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