Migrantes: entre la sensibilidad y la geopolítica

Poco antes del ataque a la Amia almorcé con el embajador iraní en Argentina, como parte de una rutina semanal de mi diario.

En esa charla, le pregunté a Hadi Soleimanpour si creía que la política de enfrentamiento con Occidente era lo mejor para su pueblo. Su respuesta fue frontal y brutal: “Si no nos opusiéramos a Estados Unidos, ni siquiera nos tendría en cuenta. De este modo, somos una amenaza latente que tiene que respetar y considerar”.

Si bien la charla era off the record, me pareció una respuesta demasiado descarnada y sincera para un diplomático. Pero luego comprendí que Irán quería que se supiese universalmente que esa era su línea inamovible de política exterior. Desaparecida la URSS, transformarse en el nuevo demonio era una alternativa no solo interesante, sino imprescindible en la concepción persa.

Irán ha seguido esa línea al pie de la letra en la región. Con la diplomacia, con el financiamiento del terror, usando su disfraz de nación cuando le conviene y su ropaje de islam cuando quiere atravesar y romper todas las convenciones.

No hay que confundir la fe individual con el concepto liminar político del ayatollah Ali Khamenei: la creación de un califato islámico. Lo que originalmente fuera un desvarío de un sector de descarriados, los chiitas, tanto en las formas como en el fondo, hoy es credo en casi todas las ramas y las sectas musulmanas: La yihad, que originalmente era una obligación religiosa, hoy se interpreta casi unánimemente como la obligación de todo musulmán de morir para imponer el islam. La yihad ya no es religión. Es política. Continuar leyendo

Marcharon 500.000 fiscales

El mismo gobierno fanatizado que no puede juntar mas de 2.000 militantes en un patio de la Casa Rosada, o tal vez 20.000 en un acto con conjuntos músicales, choripaneros y planeros, cree que 500.000 personas en silencio, la mayoría bajo la lluvia, no son representativas de nada, ni siquiera existen.

El kirchnerismo, una exaltación de los desvalores de la concepción maquiavélica de conseguir y conservar el poder por el poder mismo, cree que los únicos que pueden expresarse son los políticos. El pueblo, los vasallos, tiene por eso necesariamente que declarar un objetivo político en cualquier protesta o reclamo, para poder ser catalogado entre los amigos o los enemigos.

De lo contrario, no juega el papel que le corresponde en la farsa democrática y antirepublicana en la que la ciudadanía está atrapada. Su opinión sólo vale en la forma anónima y masiva del voto y sólo para nombrar a un rey, o reina. Una vez que cumple esa función casi zoológica, debe silenciarse y obedecer. Jamás protestar. Lo contrario es golpismo. Continuar leyendo