El fatalismo tanguero del esclavo

Mi TL es un grupo cualitativo interesante. Intercambiar opiniones en él provee de una gran riqueza de información sobre un sector representativo, educado, inteligente, informado y trabajador. No lo digo para halagar a nadie, lo que no es mi especialidad, sino porque creo que constituye una muestra significativa de los argentinos que sueñan con un país diferente de la actual caricatura.

Justamente por ese valor muestral asusta el grado de descreimiento y escepticismo que exhibe cuando se trata de ideales o de cambios de fondo. Habla de cambiar, defiende y discute candidatos, pero cuando se le propone discutir ideas renovadoras o modificaciones audaces a un sistema claramente corrupto en todas las acepciones, las descarta por default.

Las respuestas ante cualquier planteo profundo de renovación estructural son estereotipadas y unánimes: “eso aquí no se puede hacer”; “es poco realista”; “los políticos sólo piensan en robar”; “a los gobiernos no les conviene”,  “¿y eso cómo se logra?” y similares muestras de resignación y casi de sumisión. Continuar leyendo