Parche patriótico al sistema de comicios

Vengo sosteniendo en este diario y en mi blog que entre este absurdo mecanismo de elecciones, las PASO, la boleta sábana, los partidos, las cuasicolectoras, los reglamentos internos de cada Cámara y el monopolio corruptor de los partidos, solamente un ultraoptimista puede llamar a nuestro sistema “democracia” y menos defenderlo como si fuera el Evangelio.

No soy original. Está ocurriendo lo que predijera Tocqueville sobre la democracia hace 180 años. No tema, no lo mandaré a leerlo.

Las quejas populares por las escandalosas elecciones en Tucumán parecen habernos despertado a los ciudadanos y a la oposición, que ahora amaga con proponer reformar el sistema antes de que el kirchnerismo haga valer la ley del almacenero: “El que suma la libreta gana”.

Pese a lo que opina Sergio Massa, la idea de saltar de la precariedad colonial de hoy a un voto nacional electrónico en 40 días es técnica y prácticamente inviable. Cualquiera que haya intentado implantar un sistema modesto de facturación en su empresita lo sabe.

Ni que hablar de las abuelas antidigitales, que temen, aún desde un conocimiento algo supersticioso, el hackeo, la pérdida de anonimato (se ve que no usan Internet) y otros terribles males que acarrearía tal modernización. Esa discusión llevaría a un debate de muchos meses. Continuar leyendo

Marcharon 500.000 fiscales

El mismo gobierno fanatizado que no puede juntar mas de 2.000 militantes en un patio de la Casa Rosada, o tal vez 20.000 en un acto con conjuntos músicales, choripaneros y planeros, cree que 500.000 personas en silencio, la mayoría bajo la lluvia, no son representativas de nada, ni siquiera existen.

El kirchnerismo, una exaltación de los desvalores de la concepción maquiavélica de conseguir y conservar el poder por el poder mismo, cree que los únicos que pueden expresarse son los políticos. El pueblo, los vasallos, tiene por eso necesariamente que declarar un objetivo político en cualquier protesta o reclamo, para poder ser catalogado entre los amigos o los enemigos.

De lo contrario, no juega el papel que le corresponde en la farsa democrática y antirepublicana en la que la ciudadanía está atrapada. Su opinión sólo vale en la forma anónima y masiva del voto y sólo para nombrar a un rey, o reina. Una vez que cumple esa función casi zoológica, debe silenciarse y obedecer. Jamás protestar. Lo contrario es golpismo. Continuar leyendo