La maravillosa magia de la democracia

Cuando a las 10 de la noche apareció en el Luna Park la figura envarada y dura de Daniel Scioli, la entrenada percepción nacional advirtió que algo no andaba bien en el Frente para la Victoria.

Hasta ese momento no había ningún dato oficial sobre el escrutinio provisional, y sólo el tono triunfal y la contundencia de algunas declaraciones Cambistas y el monocorde discurso sciolista hacían presumir que el ballotage era un hecho.

El tono y el contenido del discurso del gobernador no dejó lugar a dudas: no sólo habría ballotage, sino que el resultado era mucho peor que lo previsto por el FPV. Su entrega tuvo el contenido de una campaña electoral, pero ya sin emoción ni novedad.

Muchos creyeron que era su modo de aceptar que habría segunda vuelta y de comenzar su repechaje doblando la apuesta y haciendo más progresista, mas kirchnerista, y más camporista su propuesta.

Un análisis fino mostraba un cuadro grave: la derrota era más dura de lo que parecía. No era sólo que no se ganaba en primera vuelta.  La diferencia con Macri desaparecía. Se habían perdido impensadamente cargos clave en todo el país y Macri conseguía más votos que lo que él mismo pensaba. Vidal le ganaba a Aníbal Fernández la gobernación de Buenos Aires: cachetazos en las caras del sciolismo, del kirchnerismo y del peronismo.

Esas derrotas, dentro de un “movimiento” que se arrastra ante el líder exitoso y desprecia y traiciona al líder perdedor, tuvieron un efecto dramático.  Como si el Luna Park, elegido como búnker, fuera una trágica metáfora, Daniel Osvaldo Scioli parecía el clásico boxeador que ha recibido golpes demoledores y está nocaut de pie, esperando la campana salvadora o el tortazo final.

Su entrega fue un giro hacia lo mas criticado del cristinismo. Las menciones a las políticas presidenciales controladoras y totalitarias, a Zannini y la Cámpora, a la decisión de seguir dándole órdenes a los bancos y al sistema financiero para que pierdan plata, probablemente fueron para apaciguar las aguas internas, en especial la segura furia de Cristina Fernández.

Sin embargo, parecían estar destinadas a alejar al único posible aliado que le queda: Sergio Massa. Cegado por la confusión y el golpe electoral, Scioli, que ya venía mostrando una actitud de enojo e incomodidad, pareció un hombre sin convicción y sin confianza, cumpliendo un trámite y prometiendo volver en una hora, quién sabe para qué. (No volvió)

Los resultados oficiales no aparecieron a la hora señalada por el inefable Alejandro Tullio, retenidos por el gobierno pese a haber sido provistos por  INDRA, la cuestionada empresa española. Un papelón más, lleno de suspicacias. Pero ya no hacían falta. Había ganadores y perdedores clarísimos.

Así, Mauricio Macri se graduó de rival a la altura de Cristina. María Eugenia Vidal, se diplomó como importante protagonista de l  política nacional con una proyección que hoy no parece tener límites. Ernesto Sanz se ganó el respeto del PRO y de su partido por el armado y sustento de una alianza política que concibió y manejó con maestría. Lilita Carrió es simplemente Lilita. Su providencial testimonial de los últimos días a favor de Macri y de Cambiemos debe haber inclinado más de una voluntad.

Gerardo Morales arrasó en el feudo de la desagradable Milagro Sala, una tarea impecable. Otros candidatos de Cambiemos, muchos de ellos jóvenes o noveles, lograron triunfos importantes en gobernaciones e intendencias. También en la elección de legisladores, un aspecto no menor para la gobernabilidad futura. Una esperanza de renovación en los elencos partidarios, además.

Entre los perdedores están Daniel Scioli, Cristina Fernández y su absurdo capricho: el sospechado Aníbal Fernández, consumido por la estampilla narco que le ha adherido la opinión pública, y por una bendición negativa del Santo Padre, dicen.

Perdió también el aparato de punteros, intendentes, caudillejos y patoteros del peronismo del conurbano, que fue asolado.

Un triunfo muy claro fue la organización de fiscales que armó Cambiemos, un rotundo beneficio de la participación radical.  Y en paralelo, Ser Fiscal prestó un servicio invalorable.

Sergio Massa, como predijera en mi nota el día de las PASO, es ahora el kingmaker.  Sus votos definirán la segunda vuelta. Y ahora viene el verdadero análisis. Un auténtico dilema del prisionero digno del mismísimo John Nash.

Tanto Macri como Scioli pueden decidir que los votos de Massa se lograrán con una campaña electoral dirigida a esos votantes, con prescindencia del tigrense. Pueden hacerlo con los riesgos que ello implica, jugándose a suerte y verdad.

No pareciera que sus asesores le vayan a recomendar tal cosa. Seguramente entonces, los dos protagonistas de la segunda vuelta buscarán subyugar al jefe de UNA. Además de sus votos, el caudal de legisladores, intendentes y gobernadores que le responden serán un aporte interesante no sólo para la elección sino para la gobernabilidad futura.

Massa deberá elegir qué le conviene. Volver al kirchnerismo y aportarle patente de peronista le puede costar perder control sobre su masa de votantes, enojados con Cristina, sus insultos, Zannini, La Cámpora y el sistematico ninguneo al peronismo clásico.  A cambio, tiene la posibilidad de transformarse en el líder justicialista del futuro, tal vez el siguiente candidato a presidente por un partido unificado.

Le resultaría así más fácil justificar el apoyo al FPV, afín a sus orígenes y sus ideas, y las de sus seguidores.

Pero también puede ser tentado por una oferta de Cambiemos que constituya una alianza de gobierno con objetivos superadores, que incluya todo el aporte que UNA puede entregar, que no es menor frente a los cambios que se requieren para solucionar el desastre que deja de herencia el kirchnerismo.

También en esa alternativa el otrora jefe de Gabinete puede aspirar a destinos políticos rutilantes. Cambiemos puede ser más fácil para convivir que Cristina y su legado y sus futuros obstáculos.

Massa tendrá que meditar y analizar cuidadosamente con sus aliados, sus gobernadores, intendentes y legisladores. No es una decisión que pueda tomar solo. Todos se juegan su futuro en esta instancia.  El macrismo tiene un punto importante para exhibir: el impecable cumplimiento de sus pactos en Cambiemos. Algo difícil de reproducir del lado del justicialismo, cuyo tejido constitutivo mismo es la traición.

De la Sota y Felipe Solá tendrán un decir en estas deliberaciones. El cordobés puede ser un factor de cohesión, aunque ha dicho que Macri es su límite. El ex gobernador bonaerense puede ser un arisco, pero seguirá a Massa: le conviene. Las declaraciones previas no tienen demasiado valor.

Hay plumas chamuscadas tanto con el kirchnerismo, por razones obvias, como con Cambiemos, luego del ninguneo de Macri a Massa.

Macri está muy fuerte luego de ese triunfo y del triunfo de Vidal, a quien él impulsó contra todos. Scioli está muy debilitado luego de esta derrota, que se agrava por no haber estado prevista, fruto de manosear las encuestas hasta llegar a creerse las propias mediciones compradas.

Todavía falta ver la reacción de Cristina, que no es difícil de prever: será visceral. Es muy poco probable que eso ayude a Scioli.

Massa ha prometido que producirá un documento donde se establezcan cuáles son los lineamientos que lo moverían a apoyar a alguno de los candidatos. Parece una idea sólida.

Macri tendrá que vencer su soberbia a la que es proclive, para no caer en el facilismo de creer que puede convencer a los votantes de Massa de que es mejor opción que Scioli por las suyas, sin hacer un acuerdo.

Todos los votantes, por supuesto, son dueños de sus votos y harán con ellos lo que quieran. Pero una propuesta inteligente los puede hacer decidir en algún sentido.

Scioli tiene que recuperar su fortaleza y su optimismo, que pareció haber perdido ya hace varios días. También debe hacer olvidar su imagen de derrotado.  Y tiene la tarea no menor de tratar de que Cristina no reaccione como Cristina.

Ambos candidatos tienen que tratar de ganar los votos de Massa sin perder los propios.

También habrá que despejar otra incógnita: ahora que los gobernadores, intendentes  y punteros peronistas no defienden su tajada, ¿hacia dónde dirigirán la porción de votos que controlan?

Un dato a tener en cuenta en términos de gobernabilidad, es que las provincias más pobladas y de peso político importante, tienen gobernadores no kirchneristas, o directamente de Cambiemos o UNA.

Hasta las 18 de ayer, todos jurábamos que Massa se pasaría con sus fuerzas y pertrechos al kirchnerismo.  Tal vez ya no sea así.

Me queda la sensación de que es más fácil, más viable y más estable un acuerdo entre UNA y Cambiemos que entre UNA y Cristina, que de eso se trataría.

Más allá de lo que resulte, Argentina se despertó esta mañana con una esperanza.

Eso, exactamente eso es la democracia.

Parche patriótico al sistema de comicios

Vengo sosteniendo en este diario y en mi blog que entre este absurdo mecanismo de elecciones, las PASO, la boleta sábana, los partidos, las cuasicolectoras, los reglamentos internos de cada Cámara y el monopolio corruptor de los partidos, solamente un ultraoptimista puede llamar a nuestro sistema “democracia” y menos defenderlo como si fuera el Evangelio.

No soy original. Está ocurriendo lo que predijera Tocqueville sobre la democracia hace 180 años. No tema, no lo mandaré a leerlo.

Las quejas populares por las escandalosas elecciones en Tucumán parecen habernos despertado a los ciudadanos y a la oposición, que ahora amaga con proponer reformar el sistema antes de que el kirchnerismo haga valer la ley del almacenero: “El que suma la libreta gana”.

Pese a lo que opina Sergio Massa, la idea de saltar de la precariedad colonial de hoy a un voto nacional electrónico en 40 días es técnica y prácticamente inviable. Cualquiera que haya intentado implantar un sistema modesto de facturación en su empresita lo sabe.

Ni que hablar de las abuelas antidigitales, que temen, aún desde un conocimiento algo supersticioso, el hackeo, la pérdida de anonimato (se ve que no usan Internet) y otros terribles males que acarrearía tal modernización. Esa discusión llevaría a un debate de muchos meses. Continuar leyendo

Los candidatos ya piensan cómo evitar la segunda vuelta

Como anticipaban las últimas encuestas, algunas corregidas de apuro para salvar la ropa de las encuestadoras, Daniel Scioli obtenía a la madrugada 36.5% de los votos, mientras que Cambiemos lograba el 31.4% y UNA el 21.5%, con 40% de mesas escrutadas.

Inesperada recuperación para la alianza Massa-De la Sota, con el importante aporte de Felipe Solá, que se transforman ahora en árbitros de la primera vuelta y el ballottage, si no en factor definitorio de la elección presidencial.

Probablemente influidos por el recuerdo del efecto Lousteau, muchos analistas sugerían anoche que se trató de una elección de candidatos, no de alianzas, de modo que no habría que descontar una alineación automática de los votos de Cambiemos con Mauricio Macri, ni los de De la Sota con Massa.

Me permito disentir de esa idea. No parece que los radicales y los seguidores de Lilita fueran a estar dispuestos a votar en primera vuelta a Scioli, ni tampoco existe el elemental efecto defensivo que ejerció el kirchnerismo al apoyar a ECO en CABA contra su virtual rival Mauricio Macri, ayer confirmado.

Recordemos que Macri tiene dos gálibos a superar. Debe pasar los 30 puntos por si Scioli llega a 40, y debe tratar de que Scioli no llegue al poco democrático 45% que lo consagraría presidente. El tope de 30 puntos parece superado. Ahora veamos el segundo tope mágico.

Está claro que si los votantes de Massa votan del mismo modo que ayer, la segunda vuelta está decretada, una enorme complicación para Scioli.

¿Qué podría hacer que no votaran del mismo modo?

Por un lado, el clásico concepto del voto útil. La percepción de que al no tener chances de ganar, apoyar a Massa sería tirar el voto. En tal caso, parecería más razonable que muchos de los votantes de UNA se inclinasen por votar a Scioli, peronista igual que ellos al fin. Aquí pesará mucho el liderazgo de Massa y De la Sota, y también jugará la capacidad de captación de Macri sobre esos mismos votantes. Habría que recordar mi nota de junio en ese mismo diario, en la que sostenía que la designación a dedo de Carlos Zannini, y la inserción también dactilar de La Cámpora en los centros nerviosos del poder político peronista, podría revitalizar a Massa y crear una polarización interna en el peronismo. Parte de ello empezó a ocurrir ayer.

El tigrense pasará ahora a recibir los coqueteos de su ex facción y del macrismo. Dulce venganza para un doble ninguneo. Es cierto que los votos son del votante, pero el peronismo tiene una propensión pastoril a actuar como majada, de modo que el próximo presidente de la Nación bien puede llegar a ser designado por Sergio Massa.

¿Qué puede ofrecerle el kirchnerismo a Massa? O mejor, ¿qué oferta creíble le puede hacer el kirchnerismo a Massa? ¿Acaso la gobernación de Buenos Aires, por lejana que parezca la idea? Recordar que Solá es el tercer candidato en ese distrito, que ya gobernó.

Del otro lado, ¿qué puede ofrecerle el Pro, o Cambiemos, a Massa? Adivino aquí menos flexibilidad que en el kirchnerismo. Tanto por la inflexibilidad de Macri como por la presencia siempre complicada del radicalismo y de Carrió.

Sin embargo, parece más factible en términos políticos una alianza de Macri con Massa que de éste con su viejo entorno, en especial si se analizan los resultados de ayer en provincia de Buenos Aires, y la masa de diputados que puede aportar UNA para la imprescindible gobernabilidad en caso de que Macri fuera el presidente.

Seguramente que también habría presión interna de sus candidatos a diputados y gobernadores para Massa, que no querrán exponerse a no tener candidato a presidente en su boleta, o a sufrir un éxodo de boleta completa hacia alguna de las otras dos fuerzas con mayores chances.

Sergio Massa es ahora lo que en inglés se denomina un King Maker. Por un instante efímero, la democracia le ha conferido ese papel. Una bala de plata. Que obviamente, sólo se puede disparar una vez.

¿Y si Macri no miente?

Asesorado por su brujo ecuatoriano, Mauricio Macri sostiene que Aerolíneas Argentinas permanecerá en manos del Estado, que el fútbol será gratis, que YPF seguirá siendo brillantemente explotada con la conducción de Miguel Galuccio, y que seguirán los planes y subsidios.

Los seguidores del PRO, es decir los pro-PRO, han tomado la costumbre de atacar duramente a quienes ponen cualquier objeción a lo que hizo, hace o dice Macri. Esgrimen que su adalid es la única vía para defenestrar al nefasto FpV, ahora reencarnado en Daniel Scioli.

Argumentan que para convencer al conurbano dudoso es imposible decir lo que se va a hacer, so pena de ser sepultado. En consecuencia, hay que engañar a esos votantes y luego aplicar las verdaderas soluciones.

Querría contarles a los pro-PRO que también participo de la agrupación “Voto a cualquiera menos a Scioli” , si se me perdona la parcialidad. Pero con más fuerza defiendo mi derecho a decir lo que pienso. ¿Está claro, señoras?

El concepto de que hay que mentirle deliberadamente al electorado para luego hacer lo contrario me parece repugnante, sea quien fuere el que lo utilizare. Sin embargo, creo que Macri intentará hacer lo que dice, y que no se trata de una estrategia de campaña que luego descartará como un preservativo, con perdón de la precisa metáfora.

Macri no es un liberal. Ni cree en ese principio, ni sabe cómo serlo, ni quiere serlo. Él cree que podrá tomar Aerolíneas y operarla eficientemente. Y hasta cree que a nadie se le ocurrió antes esa idea. Para ser generoso diré que se equivoca. Se enredará en una larga pulseada desleal en la que perderá. La combinación sindical-legislativa-operativa-financiera-contratista-prebendaria le hará perder un tiempo clave en un momento inicial clave.

Seguramente cree que si pudo negociar en CABA podrá hacerlo en varios aspectos en la Nación. Siento decirle que las soluciones en la Capital fueron pobres. Las del Subte casi no son soluciones. La verdadera salida son concesiones a largo plazo a consorcios internacionales que hagan la modernización y ampliación a cambio de ellas. El Metrobus es un paliativo.

El reciclaje con cartoneros es una solución precaria. Nadie puede pensar que es mejor esa variante que un sistema moderno de recolección mecánica y de reciclaje automatizado.

Muchos de los acuerdos logrados en minoría con la oposición se han basado en compartir (repartir) el presupuesto, algo casi inviable en el orden nacional con el presente nivel de dispendio y descontrol.

El transporte aéreo tiene otras soluciones más viables que la idea de eficientizar a Aerolíneas, el actual monumento a la corrupción y la ineptitud. Es preferible librar una batalla para aplicar esas soluciones de fondo, que el desgaste de tener al enemigo adentro durante todo la gestión. Preguntar a Marsans.

Pasando al fútbol, decir que será gratis es invadir de antemano un negocio privado, en el que el Estado no tiene nada que hacer. A menos que Macri, recordando sus tiempos de dirigente boquense, crea que puede tomar tiempo en rehacer desde las bases el negocio del balompié. Es un negocio privado y debe estar en manos privadas. Si pierden o ganan, debe ser un problema ajeno al Estado. ¿Para qué comprarse semejante trabajo hercúleo?

Tiene ganas de comprárselo. Pagará duro precio. Lo que creo es que nosotros también lo pagaremos. ¡Ah! Y la idea de financiarlo con publicidad privada, además de que debe dejarse que eso lo definan los dueños de los derechos, no cierra. Pero parece que hay que creerlo porque eso ayuda a ganar la elección.

El tema de los subsidios da para largo. Desde el modo en que se otorgan, hasta un análisis uno por uno de cada caso. No es lo mismo el transporte terrestre que la business de Aerolíneas, ni al AUH que un plan. Ni los subsidios energéticos son lo mismo que tarifas regaladas. Ni otorgárselos al usuario individualizado que hacerle un cheque a las empresas.

¿Seguirá YPF jugada al fracking? ¿Seguirá Bulgheroni con PAE metiendo sus cuñas en la actividad petrolera y asociada con la estatal? ¿ Qué quiere decir Macri con sus elogios a Gallucio? ¿Seguiremos teniendo precios no competitivos en el combustible?

¿De qué estamos hablando en estas pocas frases de campaña? ¿Son para engañar a “ellos” o para engañarnos a “nosotros”?

El gasto, y todo el presupuesto, requieren un gigantesco trabajo. No unas cuantas frases tiradas según las circunstancias. No bajar fuertemente el gasto condena a un endeudamiento inmediato para financiar gastos corrientes, lo que es simplemente irresponsable, lo que el propio Macri no querrá hacer.

No tener un mercado libre de cambios también tiene un costo muy alto de endeudamiento si se quiere salir del cepo pronto y sin dejar flotar la divisa. La suba del tipo de cambio debe acompañarse con restricciones en la emisión y el gasto para contener la inflación pendiente ahora frenada por la estúpida ancla cambiaria. Los anuncios que involucren cuestiones económicas deben ser fruto de un elaborado estudio de los equipos económicos, no de los equipos de campaña.

Cuando muchos economistas recomiendan un enfoque liberal, no lo hacen desde la mera preferencia ideológica, sino teniendo en cuenta que es el método más fácil para evitar que el Estado tenga que meter la mano en todas las realidades, y que los costos no deban ser pagados al azar, cuando no por los más carecientes.

¿Cree Macri en eso? Creo que no. Él lo llama pragmatismo. Esa definición ya se escuchó muchas veces , siempre con el mismo resultado. Es mejor dar la gran lucha para una solución de fondo.

El riesgo no es ético. O no es sólo ético. El riesgo es que el eventual gobierno de un PRO termine siendo parecido al del FPV, con menos insultos, avasallamiento y robo, pero con más endeudamiento e igual gasto, lo que preanunciaría futuras crisis a corto plazo.

Sería grave que Macri estuviera mintiendo. Mucho peor sería que estuviera diciendo la verdad.

CABA: Una victoria cabal, pero sin un ganador definitivo

Como era de esperar, los tres principales postulantes en las elecciones de CABA se consideran vencedores en cierto aspecto, aunque algunos hayan debido hacer prodigios de dialéctica para poder justificar ese supuesto logro.

Uno de los periodistas más entregado (comercializado) al kirchnerismo decía en su cuenta de Twitter que la elecciones que importaban ayer eran las de Grecia. Algo difícil de explicar al ciudadano preocupado por el transporte, la limpieza, la seguridad y conexas, pero un argumento al fin.

Dejando la barricada y lo anecdótico, esta elección con resultado previsto giraba sobre tres candidatos. Horacio Rodriguez Larreta y Mariano Recalde dependieron fuertemente de la tracción de sus respectivos jefes partidarios, Mauricio Macri y Cristina Kirchner. En cambio Martín Lousteau, un particular candidato mediático-estético, dependía de su mítico y probado carisma (con una ayuda cariñosa e importante de Elisa Carrió) y tenía el contrapeso de la resolución 125.

El 45% obtenido por Rodríguez Larreta parece pertenecer al partido, que ya lo había obtenido con Macri en 2011, en primera vuelta. Esto es coherente con la imagen desangelada del candidato a jefe de Gobierno. La pérdida de 2 puntos contra las PASO confirma además la creencia de que no todos los votos de Gabriela Michetti en las primarias eran del PRO, sino que algunos peronistas la habían votado por razones especulativas.

El 25% de Lousteau es un relevante logro político, cualquiera fuesen las razones inescrutables de ese voto. Si bien su publicidad rebasó lejos los límites de los fondos atribuídos, (la de los otros dos candidatos tampoco fueron un ejemplo) es indisputable su logro. Mejoró su cifra de las PASO y arrastra a su coalición a papeles importantes en la Ciudad, en especial en la Legislatura, por ahora. Su soporte y consejero en las sombras, un proverbial monje negro radical, fue un aporte sumamente valioso en todo sentido. En todo.

A su vez, Recalde puede exhibir, y lo hizo, una mejora de 3 puntos sobre las PASO, que agita como única bandera junto a la excusa estudiantil de la falta de tiempo.

Con toda lógica, ECO aventó muy pronto la aventurada idea que había circulado originalmente de que se retiraría del ballotagge si la diferencia de votos era mayor de 20 puntos. Correcta decisión.

Si bien el PRO necesita solamente 5 escasos puntos para ganar en segunda vuelta, no se conseguirán automáticamente. Los otros 30 puntos de votos que se quedaron sin candidato seguramente se inclinarán más por Lousteau que por Rodríguez Larreta, si bien no es sensato pensar que el 100% pasará al autor frustrado de la 125.

También importará mucho el número de votantes que concurra a la segunda vuelta, por una cuestión matemática (el denominador) y política, ya que no necesariamente el incremento o decremento guardará igual proporción partidaria. Los votos en blanco jugarán igual papel. Y no será menor la nacionalización de la discusión a la que apelará el PRO para sacarle algunos votantes a ECO en aras de fortalecer a Macri en la lucha contra Scioli.

Con el ballottage ganamos todos. El slogan implantado ayer por Lousteau es su nuevo grito de lucha, que como mínimo le va a proveer de un respaldo de 40% de votos, un fuerte capital político. Los votos del peronismo y de la izquierda, por más que se reivindique el concepto ofensivo de manada, son de los votantes. Ceteris paribus, como dicen los economistas, el 18% de esos votos deben ir al PRO si quiere ganar. Todo indica que el PRO continuará en la Jefatura de Gobierno, pero es procedente sopesar estas consideraciones.

Al cierre del recuento, con los datos provisorios disponibles de la elección de legisladores, el PRO, como estaba previsto por una cuestión matemática pierde dos bancas (baja de 30 a 27 ó 28) con lo que continuará el mecanismo de consenso basado en usar el Presupuesto como prenda de negociación. El gasto seguirá firme.

En términos nacionales, el 45% de votos del PRO muestra que ese porcentaje es el techo del macrismo puro de CABA. Pero si a esa cifra se le suma el porciento obtenido por Lousteau, el 70% resultante parece indicar cual es el tope superior antikirchnerista de CABA, que contrasta mucho con las elecciones presidenciales de 2011, donde la cifra estimada de votos opositores al FPV era con mucho el 35%. La polarización juega aquí contra Cristina.

Si bien parece forzado, luce claro que la socia mayoritaria en la pérdida de los votos fue la jefa del partido. La baja de Recalde contra las elecciones presidenciales de 2011, de 7 puntos, no es culpa exclusiva del improvisado presidente de Aerolíneas Argentinas.

No es prudente colegir que esa sea una tendencia nacional, como decía anoche Macri, analizando lo resultados de varias provincias, pero es un dato importante a tener en cuenta.

El sistema de voto digital, o de impresión de voto digital, funcionó aparentemente bien, por lo menos por lo que hasta ahora se conoce. Hay otras objeciones a la adquisición directa y los proveedores del BUE, pero esa es otra historia.

Es de esperar que en la medida que el voto electrónico se afiance, se puedan obtener mejores datos más rápidamente. El número total de votantes era un dato clave, sobre todo frente a la alternativa del ballottage.

Si se sorprendió por el título de la nota, observe que titular de otra manera habría sido influir sobre la voluntad del lector en el ballotaje.

La moneda de CABA todavía no cayó.

Zannini, ¿un cátodo o un ánodo?

Es lugar común decir que la designación del candidato a vicepresidente del Frente para la Victoria (FPV) ha profundizado la polarización del electorado. Se recordará, o se googleará en este momento, que el término es una metáfora del proceso de la electrólisis, en el cual los iones negativos son atraídos por uno de los electrodos, el ánodo, y los positivos, por el cátodo.

No querría comprarme ese concepto de la profundización en términos del electorado en general. Para un no peronista el efecto electoral es neutro. No iba a votar por el justicialismo en ninguna de sus pieles, y esta designación solo aumenta su odio o su indignación. De modo que este dedazo únicamente refuerza la convicción, pero no cambia el peso del voto, ya que no se escruta la intensidad. Continuar leyendo

¿Y si el próximo gobierno fuera un clon de éste?

Juan Perón se hacía llamar ¨conductor¨, probablemente en emulación a Hitler y su clásico y trágico apelativo de führer (líder o guía, en alemán). No debe haber sido por homonimia que el Primer Hijo tuvo la idea de ofrecerle la gobernación de la Provincia de Buenos Aires al conductor Marcelo Tinelli, o al  menos es de suponer.

Tinelli, no avezado en política pero sí en esquina, aparentemente habría desechado la idea. Sin embargo, el solo anuncio de esa eventualidad refrescó la hipótesis de que el FpV pudiera ganar con algún buen candidato (bueno en términos políticos) la Provincia de Buenos Aires y desde allí propulsar el triunfo de Daniel Scioli a la presidencia.

El paso complementario, como se supo en la semana, sería una lista de candidatos a diputado nacional todos impuestos por la Señora de Kirchner, tal vez con ella a la cabeza de la lista.

El punto fue rematado con el colofón de la supuesta bendición papal para la candidatura presidencial del actual gobernador de Buenos Aires por el FPV que se esparció el fin de semana.

Pero el cúmulo de suposiciones y rumores, más los resultados de las encuestas, empiezan a mostrar que debería entrar en los análisis un escenario en el que Daniel Scioli fuera presidente de la Nación, con Cristina de Kirchner dirigiendo el partido y manejando la mayoría o casi mayoría en el Congreso.

Y aquí, donde usted señora, señor, se pregunta qué hago yo hablando de política, empieza la nota sobre economía.

El mercado, ese juez inapelable y despiadado, peor que Griesa, ha venido descontando que, como el mandato de la Presidente termina el 10 de diciembre, desde ahí en más, como un globo que suelta lastre, el país mejorará. Y eso lo piensa tanto el mundo externo como el doméstico. Eso ha obrado como un límite o dique a decisiones dramáticas, como cierres, grandes despidos, quiebras,  desinversión, rebelión fiscal, por ejemplo.

Aún los menos optimistas suponen que un nuevo gobierno no asumiría para hundirse, y eso lo llevaría, si no a producir cambios revolucionarios, por lo menos a recuperar la cordura económica, y a algún grado de idoneidad. De ahí infieren que a partir de 2016 habrá acercamientos importantes con el FMI, se solucionará el tema de la deuda con los holdouts de algún modo aceptable, se recibirán dólares al tener algún tipo de cambio más lógico y algún financiamiento externo, más allá de su buena o mala utilización.

Es decir, los mercados prevén que seguiremos en la mediocridad, pero no en el camino al suicidio.

Pero ahora imaginemos lo que ocurriría si de pronto el escenario futuro mostrase  un presidente vocacionalmente títere, que además de estar sometido a su titiritera por el Síndrome de Estocolmo, también fuese a estar preso de un Congreso que sólo obedece órdenes de ella.

¿Por qué amainaría el odio por los holdouts, o por Estados Unidos, o por el Juez Griesa, como para sentarse a negociar con ellos? ¿Por qué la Cristina Kirchner Presidente, fulmínea, crispada y vengativa, pasaría de golpe a permitir una auditoría del FMI que en pocos minutos pondría en evidencia sus torpezas, para ser generoso en mis calificativos? ¿Por qué eliminaría el cepo, o liberaria el tipo de cambio, o el comercio exterior,  o haría ajuste alguno?

Si Daniel Scioli, como dice La Cámpora, fuera Cámpora, o sea un pelele,  ¿qué cambiaría con relación a hoy?

Nada. Porque aún cuando el actual gobernador intentase una pirueta tipo Carlos Menem, seria neutralizado al instante por el Congreso y el Partido,  y hasta por la mismísima CGT unificada.

Estas suposiciones no requieren demasiada inteligencia, por lo que en cuanto se perfilase el escenario que describo, los mercados  externos e internos y todos los sectores productivos reaccionarán en consecuencia. Ya no tendría sentido aguantar esperando algo mejor.

El resultado sería impredecible, pero grave. Sin ninguna duda se derrumbarían todos los valores bursátiles y financieros que tuvieran relación con el país. Pero también los efectos en el mercado interno serían complicadísimos de predecir y prever. Aunque ninguno sería bueno.

La idea de que el próximo gobierno pudiera ser un clon del actual quitaría toda esperanza al sector de la sociedad que no se siente ni representado ni mucho menos apoyado por este modelo/relato. Como ese sector coincide casi exactamente con el sector productor de riqueza, la pérdida de la esperanza sería casi fatal.

Si Su Santidad Francisco quiere realmente que Daniel Scioli sea el futuro presidente, debería asegurarse de que alguien cortase los hilos que maneja la señora de Kirchner. Sería un milagro, ciertamente.

Pero, si no lo hace, se vería obligado luego a milagros mayores