En 1985 visité la URSS comunista. No me impresionaron ni la opresión, ni la dictadura, ni las restricciones policiales a la libertad. Me impresionó el peso tremendo y el accionar de la burocracia. Colegí que era lo peor del comunismo, la mayor restricción a la libertad y la peor dictadura que se podía imponer a una sociedad.
A mi regreso escribí varias notas sobre ese tema y lo comenté en algunas de mis columnas en radio y TV. Treinta años después encuentro en mi país lo mismo que en la URSS.
Cuando despotricamos contra el gasto público lo hacemos en general por el sobrepeso económico que pone sobre el sector productivo y el efecto redistributivo injusto que tiene en la sociedad. Pero gasto público es también sinónimo de burocracia, ya que inexorablemente se traduce en aumento de personal en las administraciones públicas. Continuar leyendo