Sorprendente encuestra sobre paz y política

Si a los colombianos les preguntaran si quieren que la guerra continúe, con toda seguridad la inmensa mayoría respondería con un no contundente. Demasiado sufrimiento se ha vivido como para desear más violencia propiciada por los grupos armados ilegales.

Cabe la especulación ya que con motivo del tercer año de su mandato, el presidente Santos dio muestras de desespero ante las críticas, se dejó sacar de quicio y planteó que un eventual rechazo en un referendo a un acuerdo de paz con las FARC significaría que “el pueblo colombiano desea que la guerra prosiga”.

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El presidente Santos pierde los controles

Es francamente desconcertante la pasividad del gobierno ante la fuerte ofensiva que en todos los planos adelantan las FARC. En La Habana lo que el país ha visto es una delegación oficial que peca por su silencio y su falta de valor para defender las instituciones y la democracia colombiana. Siempre han estado a la defensiva, tratando de frenar, inútilmente, el desbordamiento verbal y propositivo de los delegados de la guerrilla que exhiben total iniciativa en todos los temas tratados.

Humberto de la Calle y compañía dan la impresión de ser incapaces de tomar las riendas del proceso y explicar ante el mundo y la nación el por qué las guerrillas deben ceñirse al libreto acordado, respetar las reglas del juego, dar muestras de respeto a sus víctimas y de su compromiso para abandonar el camino de las armas. En torno a esos asuntos es mucho lo que se puede argumentar y, además, insistir ante la opinión internacional en el anacronismo de una guerrilla contra una democracia y del peligro de validar el terrorismo como método de lucha.

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