El acuerdo USA-CUBA es de esos acontecimientos que tienen y tendrán múltiples lecturas y repercusiones. Aunque Raúl Castro, se aferre a los dogmas de la revolución, claro como la luz del sol es el fracaso total del sistema económico comunista que se pretendió implantar en la isla.
Casi desde la proclamación del comunismo y la ruptura con los Estados Unidos, el régimen dictatorial de los Castro le achacó al “imperialismo yanqui” y al “decadente capitalismo”, la culpa de todas las carencias de su economía planificada. Sonaba curioso, incongruente y hasta inconsecuente declararle la guerra al capitalismo y enseguida acusarlo de los desastres del “nuevo modelo”.
La evidencia histórica nos dice que la dictadura castrista siempre vivió de las ayudas externas. En ese sentido ha sido un régimen parasitario, primero de los soviéticos y luego del petróleo del populismo chavista. Pero, la revolucionaria técnica del fracking utilizada por los norteamericanos para extraer petróleo que ha llevado el precio del combustible a sus niveles más bajos en diez años, y el envejecimiento irremediable de Fidel y Raúl, como señaló acertadamente Moises Naim, despejaron el camino para el acuerdo logrado. El gobierno cubano, ante un panorama económico demasiado incierto y crítico no tenía otra opción que acercarse a Goliat. Continuar leyendo