El acuerdo USA-CUBA es de esos acontecimientos que tienen y tendrán múltiples lecturas y repercusiones. Aunque Raúl Castro, se aferre a los dogmas de la revolución, claro como la luz del sol es el fracaso total del sistema económico comunista que se pretendió implantar en la isla.
Casi desde la proclamación del comunismo y la ruptura con los Estados Unidos, el régimen dictatorial de los Castro le achacó al “imperialismo yanqui” y al “decadente capitalismo”, la culpa de todas las carencias de su economía planificada. Sonaba curioso, incongruente y hasta inconsecuente declararle la guerra al capitalismo y enseguida acusarlo de los desastres del “nuevo modelo”.
La evidencia histórica nos dice que la dictadura castrista siempre vivió de las ayudas externas. En ese sentido ha sido un régimen parasitario, primero de los soviéticos y luego del petróleo del populismo chavista. Pero, la revolucionaria técnica del fracking utilizada por los norteamericanos para extraer petróleo que ha llevado el precio del combustible a sus niveles más bajos en diez años, y el envejecimiento irremediable de Fidel y Raúl, como señaló acertadamente Moises Naim, despejaron el camino para el acuerdo logrado. El gobierno cubano, ante un panorama económico demasiado incierto y crítico no tenía otra opción que acercarse a Goliat.
Lo acordado por Obama y Raúl no es todavía el fin del “bloqueo” con el que, también, infructuosamente, los Estados Unidos quisieron quebrar la dictadura de los Castro. Tampoco significa la imposición abrupta del capitalismo, pero sí el inicio de un proceso de inversiones y negocios de corte capitalista que le insuflará vigor a la economía isleña.
La suerte de la democracia y de las libertades en Cuba no fue definida en los términos de la normalización. El exilio cubano que ve en la movida de Obama una traición debe entender que no es raro en el campo diplomático que gobiernos con sistemas diferentes y opuestos establezcan relaciones, tal como ha apuntado el exSecretario de Estado Colin Powell. La lucha ideológica y política contra el castro-comunismo seguirá siendo difícil y hasta heroica, pero, carece de sentido esperar que el cambio sea fruto de la presión norteamericana.
El viraje del castrismo no tiene ningún parecido con el proceso reformista del fin de la era soviética liderado por Mijail Gorbachov. En apariencia, se ajustaría más al camino de los comunistas postmaoístas chinos que optaron por el capitalismo manteniendo inalterable la dictadura del partido.
La pregunta por la actitud de Fidel en este proceso flota en el ambiente sin ninguna respuesta hasta ahora. Raúl no es el Gorbachov de Cuba, ni el disidente y revisionista que está actuando en contra de su hermano. El silencio de Fidel puede indicar que se encuentra demasiado enfermo, o que está lúcido pero su ego inmenso no le permite reconocer su fracaso.
Obama realizó este giro solo ahora que tiene el sol a sus espaldas y luego de la estruendosa derrota parlamentaria. La fuerte mayoría republicana no le augura un respaldo expedito a su acercamiento a la dictadura. Por eso, se puede entender que lo suyo es una apuesta de cara a las elecciones presidenciales del 2016 para abonarle el terreno al candidato demócrata: John Kerry o Hillary Clinton, los demócratas pueden estar interesados en rehacer la influencia de Estados Unidos en Latinoamérica.
Obama les recordará a los republicanos que fue un presidente de su partido, Richard Nixon, quien normalizó las relaciones con la China comunista de Mao, y que Estados Unidos nada pierde con restablecer relaciones con Cuba, sino todo lo contrario, pues abre un nuevo frente económico sin renunciar a presionar cambios democráticos.
La reconocida bloguera cubana, Yoani Sanchez, ha dado en el clavo al usar la metáfora de David contra Goliat para hacernos entender mejor lo sucedido: Goliat abrió su billetera a un David que ya no tenía con qué ni cómo seguir su pelea. Toda una paradoja, el capitalismo “voraz y salvaje” del imperio yanqui acude en salvación del comunismo cubano.
En cambio, enceguecidos por su antiimperialismo y obsecuencia con la dictadura, intelectuales como Pablo Gentilli, director de CLACSO, y Alfredo Molano, quieren ver en el acontecimiento un triunfo de David contra Goliat desconociendo el desastre de la economía cubana y callando ante su sistemática violación de los derechos humanos. Siguen aferrados a sus vetustos dogmas comunistas y hacen maromas ideológicas para explicar lo inexplicable, porque la verdad contundente es que el capitalismo no fue derrotado por el comunismo. A manera de consuelo, dicen que triunfó la dignidad del débil ante el fuerte.
Desagradable sorpresa navideña les ha dado Raúl Castro a los comunistas más refractarios del continente, una vez más incapaces de sepultar sus oxidados principios. El faro revolucionario cubano, gústeles o no, se está apagando, incluso para el gobierno títere de Nicolás Maduro que quedó en ridículo al no ser informado previamente por su gran aliado y mecenas sobre lo que tenía entre manos.
En lo que respecta a Colombia, no es recomendable aventurarnos a hablar de los efectos que podría tener en las negociaciones de paz. La guerrilla de las FARC ya ha demostrado en el pasado que no se deja presionar por eventos de esta naturaleza.