¡Las vueltas que da la vida! ¿Quién creería, unos años atrás, que una tiranía hiciera las veces de anfitriona y locomotora de la democracia en Latinoamérica? Por donde se le mire, el caso es raro. La longeva dictadura de los Castro, imponiendo un fracasado experimento de instauración de una economía socialista, emerge a la cabeza de la lucha contra las desigualdades y por el bienestar de los pueblos de la región.
En Cuba, habrá que repetirlo una y mil veces, subsiste un régimen oprobioso que se aferra con terquedad a los modelos estalinianos, hoy en total bancarrota en el mundo. Gobierna un partido único, el partido comunista, no hay libertad de prensa, la oposición, si así se le pudiere llamar, es perseguida con cárcel y muerte, la educación está basada en la ideología marxista y en el culto a la personalidad. Una pequeña casta, nomenclatura de estilo soviético, una ínfima minoría, es la única que puede acceder a los productos y comodidades del mundo moderno. La inmensa mayoría vive en un mar de carencias materiales que la dictadura pretende justificar como el precio a pagar en la lucha contra el monstruo imperialista yanqui y el voraz capitalismo.
En Cuba no se lee literatura universal, es decir, diversa. Todos están obligados a asumir que el destino de su país está marcado y definido por el comunismo. El pueblo cubano se encuentra privado no sólo de bienestar material, sino del fundamental sentimiento de vivir en democracia y libertad.