Enrique Santos, apenas iniciándose las conversaciones en La Habana, advirtió sobre la necesidad de reelegir a su hermano para concluir las conversaciones de paz con un acuerdo. Aunque en la alborada de estas polémicas negociaciones se invitó desde Palacio de Nariño a no hacer política con ellas, es el mismo presidente el que la ha hecho a las anchas. En los últimos días utilizó de forma burda la canonización de la Madre Laura y su entrevista con el Papa Francisco para sumar apoyos al proceso. De manera que la propuesta de reelección de sus políticas y el montaje del equipo de campaña hay que entenderlo como el destape de sus aspiraciones. Es clara la interdependencia funcional entre reelección y proceso de paz. El presidente nos ha confirmado que buscó la paz para reelegirse y que se quiere reelegir para alcanzar la paz.
¿Qué se puede decir del equipo que va a preparar su campaña? Casi todos utilizaron a Uribe como escalera para llegar a donde no hubieran podido hacerlo por sus propios medios y méritos. Ni siquiera el mismísimo presidente Santos, ostentando una carrera de logros ministeriales y periodísticos, amén de su pertenencia al clan político más poderoso del país, habría ganado la presidencia sin el apoyo franco, abierto y temerario de Álvaro Uribe, quien dejó claro en febrero de 2010 que ése era el hombre llamado a continuar su obra.