¿Cómo una península, no más grande que la provincia de Tucumán, emplazada en una zona geográfica remota, mantiene en vilo al mundo y desata reminiscencias de la Guerra Fría? Porque Rusia, o mejor dicho su presidente, Vladimir Putin, quiere aumentar su fuerza a nivel global y posicionarse a nivel geopolítico en un área que fuera suya hasta los años 50. Le sirve políticamente: desde el inicio de la crisis de Ucrania quebró su récord de popularidad que alcanzó el 69%, similar al del año 2012 cuando fue reelegido para un tercer mandato (encuesta del Centro Levada). Razones sobran para Rusia: Crimea alberga la flota rusa del Mar Negro, y fue parte de Rusia hasta 1954, cuando el entonces dirigente soviético Nikita Kruschev decidió “regalarla” a Ucrania.
La República Autónoma de Crimea, como su nombre lo indica, es una república autónoma de Ucrania. Sobre la costa norte del mar Negro, tiene una superficie de 26.200 km², que en términos de extensión es similar a Sicilia. Este mes de marzo de 2014 ha visto una sucesión de hechos por parte de las Fuerzas Armadas de Rusia, que tomaron la provincia, y su gobierno autónomo declaró su incorporación a la Federación Rusa por una abrumadora mayoría de 78 legisladores sobre 100. Específicamente, el 11 de marzo de 2014 el Parlamento de Crimea declaró su independencia de Ucrania, bajo la denominación “República de Crimea”.