La riqueza de los norteamericanos ha estado atada históricamente, y en especial en las últimas décadas, a dos activos muy particulares: las acciones y el mercado inmobiliario.
La crisis hipotecaria en EEUU derivada de la caída en el precio de las propiedades (que había comenzado ya en el año 2006) desnudó el apalancamiento bajo el cual operaba ese mercado y la especulación detrás de los precios de las acciones, evidenciada por el margin con el que se facilitaba tomar prestado más dinero para comprar más acciones.
Dicha burbuja explotó en ambos mercados y el accionar de los bancos centrales desplazó la atención a lo que hoy confirma otra burbuja: la de los bonos soberanos de EEUU, que fue mimetizada por Europa y Japón. Tarde pero seguro, para bajar el costo de endeudamiento y reflotar sus alicaídas economías. Continuar leyendo