Antonio Cafiero lideró el último intento válido de renovar al peronismo, diez años después de la muerte del General Perón. Lo hizo desde una perspectiva humanista y social-cristiana, pero no pudo evitar el fenómeno de “ideología múltiple” ni los planteos del viejo nacionalismo, que moría al mismo tiempo que el comunismo soviético.
Aportó una visión democrática y dialoguista de la política y, pese a que podría haber practicado un fenomenal fraude en las elecciones internas que lo enfrentaron con Menem en 1989 (tenía absoluto control del aparato de certificación de los votos), no lo hizo y reconoció con gallardía su derrota.
Después de él, reinó la confusión, que sigue vivita y coleando.
Antonio, que descanses en paz, te lo has ganado después de una larga y prolífica vida.