Finalmente, después de un año y medio de corte de ruta, el pueblo de Famatina doblegó al gobierno kirchnerista de Luis Beder Herrera, que anoche firmó un decreto que deroga el convenio con la Osisko Mining Company, tal cual lo exigían los famatinenses.
El significado de este triunfo es inmenso. Siete mil habitantes de un pueblo perdido en la cordillera derrotaron a un gobernador que -desmintiendo el programa con el que había sido votado- decidió que se instale una empresa saqueadora en esa región. Un gobernador que acusó a sus habitantes de “hippies violentos”, que trasladó a un policía porque su esposa participaba de las asambleas ambientalistas, que era repudiado masivamente cada vez que llegaba a la región y que impulsó causas judiciales contra cincuenta miembros de la asamblea popular de Famatina. Un gobernador que, mientras tanto, realizaba con el condenado ex presidente Carlos Menem para que juntos apoyaran a la presidenta Cristina Fernández y que, incluso, llegó a inaugurar un monumento en su honor. Ese gobernador que parece salido de una caricatura medieval fue derrotado por la decisión inconmovible de un pueblo decidido a no morir por la megaminería.