Quizás la izquierda política no haya tenido la posibilidad de insertarse en la sociedad argentina, tanto como hoy, desde hacía décadas y décadas y décadas. En nuestro país, el peronismo se configuró como el standard al que debían aspirar los trabajadores: es decir, como un espacio de conciliación entre los empresarios y los sectores laboriosos para propender al avance nacional. Una propuesta que evade la realidad de los mecanismos de la explotación capitalista y de diferencias de clase estratégicas. Los momentos de excepción política permiten que la izquierda corra los velos ideológicos que hacen naturalizar tal sistema de cosas. Entonces sucede que las propuestas políticas de transformación social obtienen un público receptor más amable, más dispuesto a pensar en que los socialistas podrían configurar una opción frente al estado imperante. Continuar leyendo