No había aclarado todavía en Lastenia a las cuatro y media de la mañana cuando Kobak salió caminando de la prisión en la que había estado detenido. Habían sido nueve largos días de detención desde que fuera apresado en la localidad de Los Ralos -a 25 kilómetros de San Miguel de Tucumán- mientras protestaba contra el fraude electoral y las detenciones arbitrarias de sus compañeros realizadas por la Gendarmería. José Kobak había sido liberado y así se había liberado a un preso político.
Los acontecimientos se habían precipitado al finalizar aquella jornada de domingo tumultuosa en la que se realizaron unos comicios escandalosos en la provincia de Tucumán. Durante todo el día el país había asistido a las imágenes que mostraban la descomposición de un régimen: punteros ofreciendo bolsones de comida a cambio de votos, periodistas apaleados por mostrar esos métodos, urnas que se llenaban de votos a favor de Juan Manzur antes de que la elección comenzara, robo y quema de urnas en varias localidades. Una de esas localidades tiene el nombre de Los Ralos.
Alrededor de las diez de la noche de ese domingo, cuando se dieron a conocer las tendencias definitivas y el ganador a delegado comunal -que pertenecía al Frente para la Victoria-, una patota que respondía a un candidato disconforme ingresó a la escuela Manuel Lizondo Borda y con violencia se apoderó de seis urnas, una de las cuales fue quemada en la calle de ingreso al establecimiento. Luego del ataque, la calma volvió. Por poco tiempo. A la medianoche, mientras se llevaba a cabo el escrutinio de los votos (en la pequeña localidad el fraudulento método de los acoples hacía que hubiera 25 candidatos a delegado comunal), un grupo de policías detuvo a Santiago Navarro, esposo de una fiscal del Partido Obrero. Pronto sus compañeros se congregaron frente al edificio para reclamar su libertad. Entonces la represión se desató. A una militante de más de cincuenta años le quebraron el brazo en tres partes. Otra sufrió rotura de sus dedos. Un auto sin chapa identificatoria fue a buscar a Kobak y, entre golpes, policías de civil lo detuvieron. “Zurdo de mierda”, cuenta Kobak que escuchó mientras lo golpeaban, tirado en el piso del auto. Continuar leyendo