Por: Diego Rojas
No había aclarado todavía en Lastenia a las cuatro y media de la mañana cuando Kobak salió caminando de la prisión en la que había estado detenido. Habían sido nueve largos días de detención desde que fuera apresado en la localidad de Los Ralos -a 25 kilómetros de San Miguel de Tucumán- mientras protestaba contra el fraude electoral y las detenciones arbitrarias de sus compañeros realizadas por la Gendarmería. José Kobak había sido liberado y así se había liberado a un preso político.
Los acontecimientos se habían precipitado al finalizar aquella jornada de domingo tumultuosa en la que se realizaron unos comicios escandalosos en la provincia de Tucumán. Durante todo el día el país había asistido a las imágenes que mostraban la descomposición de un régimen: punteros ofreciendo bolsones de comida a cambio de votos, periodistas apaleados por mostrar esos métodos, urnas que se llenaban de votos a favor de Juan Manzur antes de que la elección comenzara, robo y quema de urnas en varias localidades. Una de esas localidades tiene el nombre de Los Ralos.
Alrededor de las diez de la noche de ese domingo, cuando se dieron a conocer las tendencias definitivas y el ganador a delegado comunal -que pertenecía al Frente para la Victoria-, una patota que respondía a un candidato disconforme ingresó a la escuela Manuel Lizondo Borda y con violencia se apoderó de seis urnas, una de las cuales fue quemada en la calle de ingreso al establecimiento. Luego del ataque, la calma volvió. Por poco tiempo. A la medianoche, mientras se llevaba a cabo el escrutinio de los votos (en la pequeña localidad el fraudulento método de los acoples hacía que hubiera 25 candidatos a delegado comunal), un grupo de policías detuvo a Santiago Navarro, esposo de una fiscal del Partido Obrero. Pronto sus compañeros se congregaron frente al edificio para reclamar su libertad. Entonces la represión se desató. A una militante de más de cincuenta años le quebraron el brazo en tres partes. Otra sufrió rotura de sus dedos. Un auto sin chapa identificatoria fue a buscar a Kobak y, entre golpes, policías de civil lo detuvieron. “Zurdo de mierda”, cuenta Kobak que escuchó mientras lo golpeaban, tirado en el piso del auto.
Kobak fue detenido junto a Santiago y Alejandro Navarro, el último militante del Polo Obrero. Permanecieron presos en una celda de cinco metros por cinco metros en la que se hacinaban dieciocho detenidos por crímenes comunes. Se le permitía una hora de visitas por día a las que solo tenían acceso su abogado o familiares directos. Por eso amigos suyos que habían querido visitarlo durante su detención no pudieron hacerlo. El dibujante Bernardo Erlich escribió en su cuenta de la red social Twitter: “Kobak es un tipo sin recursos. Si no fuera por el bardo que está armando el PO, puede envejecer preso que a nadie se le mueve un pelo”. Se habían conocido cuando jóvenes, varias veces Kobak se había quedado a dormir en la casa de los Erlich, y cuenta el caricaturista que gozaban de la dicha de la conversación.
Kobak se había incorporado a las filas del trotskismo siendo ya adulto y le dedicó toda su energía desde entonces a la militancia. Su orgullo personal era el comedor comunitario del Polo Obrero en Los Ralos, del cual Kobak era el responsable. Conocido y respetado por todos sus vecinos, su organización lo había designado como candidato a delegado comunal de la localidad. Sabían que no iban a ganar, pero aprovechaban la elección para difundir en la población las ideas y las propuestas del socialismo revolucionario.
Kobak es, físicamente, un hombre pequeño. Quizás por eso sus amigos se alarmaron al conocer la noticia de su injusta detención. “Yo sabía que mi partido iba a activar los mecanismos necesarios para mi defensa, y por eso estaba tranquilo”, cuenta Kobak ahora que es, otra vez, un hombre libre. No se equivocaba. El Partido Obrero desarrolló una campaña nacional para reclamar la libertad de Kobak. Hubo movilizaciones en un sinfín de ciudades de la Argentina. Circuló un petitorio demandando su liberación. En las redes sociales se hizo notar el hashtag #LlibertadAKobak. Trabajadores, profesionales y artistas se sumaron al reclamo para que Kobak cesara de ser un detenido político. En medio de las turbulentas jornadas del Tucumanazo -con movilizaciones diarias en la plaza Independencia exigiendo nuevas elecciones contra el fraude-, sus compañeros instalaron carpas frente a la casa de Gobierno para que ni José Alperovich o Manzur pudieran olvidar que sus compañeros peleaban por la libertad de un preso político. El dirigente del PO Jorge Altamira viajó a Tucumán para sumarse a la causa. Entonces el juez decidió su liberación.
José Kobak forma parte de ese sector de la sociedad que está convencido de la caducidad del sistema capitalista y que por eso trabaja en pos de su superación histórica. Estuvo preso por defender el derecho a elecciones limpias y, apenas salido de la prisión, se sumó al reclamo de nuevas elecciones sin el sistema de acoples, para garantizar el derecho de los tucumanos al ejercicio formal de la democracia. Así lo manifestó al participar de la movilización de los martes de la comisión de familiares de víctimas del poder, encabezados por Alberto Lebbos, que pide justicia por su hija asesinada desde hace muchos años. Marchó junto a sus compañeros por la plaza Independencia, protagonista de tantas y tantas protestas. Era otra vez un hombre libre. Kobak había regresado al difícil, pero feliz, oficio de luchar.