Por: Diego Rojas
Toda manifestación comunicacional exhibe mucho más que el mero discurso que quiere mostrar. De tal modo, es en los silencios, las flexiones y las disrupciones donde el psicoanalista explora la conformación psíquica del paciente; o son las geografías del chiste las que pueden señalar, además del centro hilarante, la esencia de quien lo emite; o se pueden encontrar en los subtextos de lo no dicho de la literatura espacios para otros relatos secretos. No hay motivo para que las narrativas publicitarias se sustraigan de esta mecánica y mucho menos un spot publicitario estatal, ideado y realizado por las usinas comunicacionales del Poder Ejecutivo de la nación, que propone a través de la metáfora de la producción de una empanada una mirada distorsionada de nuestra sociedad, pero que a la vez dice demasiado acerca de cómo concibe el macrismo el papel de las instituciones sociales de la Argentina.
(Una digresión: ¿Qué necesidad lleva a la realización de un spot de campaña de Mauricio Macri y su Gobierno pagado con fondos estatales? ¿El spot de la empanada provee algún tipo de información relevante o se trata solamente de la continuidad de las publicidades electorales en tiempo no electoral y realizado con fondos públicos? ¿Es una distribución de la pauta oficial pero sin sentido informativo, sin utilidad pública ni social alguna, un mero intento de alcanzar una imagen simpática del oficialismo en medio del ajuste que lleva adelante y que sufren, en particular, los sectores populares? El spot de la empanada se trata de las innecesarias cadenas nacionales kirchneristas por otros medios).
Los personajes del spot son presentados de manera individual, para ello se disecciona —falsariamente— el proceso de producción social del trabajo en el país. Mientras los reductos campesinos se ven cada vez más amenazados, no sólo por el avance agrosojero y el impulso terrateniente que implica, sino incluso a través de bandas paramilitares que expulsan a los pequeños productores de sus tierras a punta de pistola, como sucede de manera frecuente en la provincia de Santiago del Estero (este año el Movimiento Campesino de Santiago del Estero —Mocase— denunció que la empresa Manaos intentó avanzar sobre los dueños de las tierras en Quimilí), el proceso de industrialización agraria se muestra como realizado por individuos. De ese modo, un tal Edgardo cría las vacas, Nilda planta cebollas y Pablo —que se presenta en una línea fordista de producción— cosecha papas. El proceso de apropiación del trabajo de los obreros agrícolas realizado por empresarios de la rama se ve camuflado, como si se tratara de pequeños productores, aunque deja entender que en realidad es gran producción agraria.
La invisibilización del empresariado permite ocultar su rastro destructivo: cuando el spot muestra la producción avícola (necesaria para el huevo de la empanada), es imposible desligar la imagen del drama laboral de Cresta Roja, quebrada falsamente para despedir a dos mil obreros y puesta a producir en condiciones precarias luego de la represión que ejerciera el Gobierno de Macri sobre sus obreros. El día que Macri anunció en Cresta Roja el veto a la ley antidespidos, los obreros avícolas habían realizado un paro por la falta de pagos de sus salarios, que fueron abonados antes de que el Presidente realizara su anuncio.
El spot de la empanada no sólo se ocupa de mostrar y ocultar al mismo tiempo el proceso social de producción, sino que indica cómo se ve a sí mismo el Gobierno y algunas instituciones. “Necesitamos gobernantes que se ocupen de tener buenas rutas”, dice el locutor y así da cuenta de la visión de un Estado ajeno a la producción, pero que debería hacerse cargo de la gestión que la permita. Sin embargo, también oculta que con una política que no implique la reorganización industrial del ferrocarril, el Gobierno solamente eternizará el esquivo método camionero como el principal modo de transporte, una forma retardataria de la producción que es más cara que el ferrocarril y que destruye la infraestructura vial —al promover la obra pública a los adjudicatarios gubernamentales de siempre, nuevos beneficiarios del viejo capitalismo de amigos. Baste señalar que es la única intervención en el spot en la que se menciona las tareas del Gobierno.
Sin embargo, luego, con la imagen de un brazo en remera y otro con camisa o delantal blanco que estrechan sus manos (y detrás, un escritorio y una computadora; más lejos, el cuadro de un título profesional), el spot apela a su visión del sindicalismo: “Gremios que cuiden a cada uno de los que trabajan”. ¡Pero la imagen da cuenta de una consulta en una obra social! No es de extrañar que las burocracias sindicales hayan levantado su amenaza de paro en función de mayores fondos a las obras sociales, que, se sabe, contribuyen a la riqueza personal de los dirigentes parasitarios de los gremios de los trabajadores. Otra vez, para el macrismo, los sindicatos deberían ocuparse de la gestión (“cuidado”) sanitaria de los trabajadores y no ser entidades de lucha por las reivindicaciones de los sectores laboriosos: al oficialismo le gusta la imagen de gremios mansos. De cualquier manera, el locutor alude a la gomería de Fabián, sin saber que los trabajadores de las gomerías y los obreros de las plantas del neumático acaban de ganar su sindicato nacional con una dirección clasista (el Sindicato Único de Trabajadores del Neumático de Argentina — Sutna— fue recuperado de la burocracia sindical k de Hugo Yasky y Pedro Wasiesko a manos de una lista encabezada por militantes del Partido Obrero, con lo que se logró que la izquierda dirigiera un sindicato industrial nacional después de sesenta años) y que, en el acto del primero de mayo, su nuevo secretario general, Alejandro Crespo, anunció que su gestión tendría como objetivo cumplir los derechos y las reivindicaciones de los trabajadores y aportar a la perspectiva de un gobierno obrero.
La línea final del spot de la empanada pronunciada por el presidente Macri señala la adscripción gubernamental a la utopía reaccionaria (por su falsedad estratégica) de una sociedad sin conflictos en la que existiría una comunión de intereses nacionales entre los distintos sectores que forman la nación. “Todo es posible juntos” es un eslogan demagógico: no existe una sociedad uniforme, sino que está atravesada por las diferencias de clase. El Gobierno de Mauricio Macri lo visibiliza de la mejor manera: los grandes beneficiarios de sus cinco meses de mandato son los empresarios, mientras quienes sufren el ajuste pertenecen a la clase trabajadora. No hay posibilidad de un “juntos”: el macrismo impulsa cada vez más al choque de clases.
Para finalizar, no es menor que la voz que guía el relato de la publicidad oficial pertenezca al actor Luis Brandoni, quien en esa obra mayor de la cinematografía local llamada Esperando la carroza definiera a la miseria mediante la imagen de tres empanadas. En época de despidos, inflación y ajuste gubernamental, el spot explica la sociedad mediante la exhibición de una solitaria y devaluada empanada nacional, dura definición autocrítica del horizonte de expectativas de las políticas macristas.