Por: Diego Rojas
Mauricio Macri llegó a la presidencia con algo más del 51% de los votos y una mayoría notable en la provincia de Buenos Aires —principal sede de los sectores de la clase laboriosa argentina— y de la ciudad de Buenos Aires, que está asociada a los sectores medios de la sociedad. Es decir, frente a análisis tendenciosos —incluso realizados por cierta izquierda— no es cierto que a Macri lo votaron los sectores de la clase media alta o sólo las minorías elevadas socialmente; no habrían alcanzado esos votos para el triunfo de Cambiemos. El repudio que había suscitado el Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, el declive de su discurso de transformación frente a una realidad conservadora y la evidencia del enriquecimiento de sus funcionarios de modo que no se había visto nunca en el país lograron que las amplias mayorías populares se volcaran a un voto a una vertiente opositora de raíz centroderechista, o liberal-conservadora, o como quiera definirse a sí mismo el PRO y la alianza que conquistó. Sin embargo, quizás los cinco primeros meses de gestión de Mauricio Macri hayan bastado para dinamitar el vínculo del Gobierno con los sectores sociales que lo votaron.
No podría causar sorpresa. La política devaluatoria incidió directamente sobre la capacidad adquisitiva de los salarios, que fueron a la baja, incluso en los sectores medios, en el marco de una tendencia inflacionaria alcista que aún no se detiene. No sólo eso: las tarifas de los servicios básicos de luz, gas y agua se multiplicaron de manera desorbitada y se acusó a los sectores medios de haber sido subsidiados injustamente frente a otros segmentos sociales del interior del país, que también tuvieron incrementos en sus boletas de servicios, paradojalmente.
Los aumentos mensuales de los combustibles no sólo incidieron en los bolsillos de quienes manejan automóviles de manera cotidiana, sino que afectaron a toda la cadena de producción, lo que llevó a la tendencia inflacionaria alcista al paroxismo. Sólo en el ámbito de los trabajadores de la construcción hubo 70 mil despidos en estos primeros meses del Gobierno de Macri, que se niega a usar las partidas de presupuesto para obra pública que podrían alivianar esta situación de desocupación.
De este modo, los estratos medios y medios bajos que le habían entregado el triunfo a Macri registraron rápidamente los efectos del ajuste de su Gobierno, de manera tangible, experiencial y negativa para las condiciones de existencia que habían alcanzado.
Tal vez la mayor muestra de ruptura con los sectores medios que habían votado a Macri se mostró a través de la intensa lucha de la universidad en su conjunto, liderada por los gremios docentes y a la que se sumaron estudiantes, no docentes y hasta autoridades, aunque con posicionamientos diferentes. Ante el anuncio del aumento equivalente a cero del presupuesto universitario y la negativa de aumento salarial a los docentes —en la Universidad de Buenos Aires (UBA) existen doce mil docentes ad honorem, es decir, que cobran nada por impartir sus conocimientos—, la comunidad universitaria salió a la lucha. Se decretó el paro, pero con clases públicas cortando calles, para de esa manera involucrar al estudiantado en el reclamo. Se dieron clases en trenes y subterráneos en movimiento, en el patio de comidas del Unicenter Shopping, en las calles circundantes a la vanguardista Facultad de Filosofía y Letras del barrio de Caballito, en la avenida San Juan de la de Sociales, en la de Independencia que corresponde a Psicología —las tres tomadas por los estudiantes— y hasta en la Facultad de Derecho, una de las más numerosas y siempre representativa del humor social por la extensión de su alumnado y profesorado. Allí hubo, por primera vez en más de una década, un paro.
La defensa de la universidad pública, gratuita y de calidad fue tomada por los estratos medios como una bandera de lucha irrenunciable. Y el jueves 12 se produjo una movilización universitaria como no se veía desde 2001, cuando Ricardo López Murphy anunció el recorte para las universidades durante el efímero Gobierno de Fernando de la Rúa.
Por primera vez en quince años se movilizaron todos los gremios universitarios, incluso los dirigidos por el kirchnerismo. Sin embargo, hay que hacer notar que tales sindicatos habían decidido no ir hacia la Plaza de Mayo, es decir, no realizar el reclamo en el centro del poder político. Querían quedarse en el Palacio Pizzurno, sede del Ministerio de Educación. Así lo hicieron mientras decenas de miles de manifestantes llegaron a la Plaza de Mayo para manifestar su descontento con el Gobierno macrista. La izquierda que dirige los sindicatos docentes y los centros de estudiantes combativos había marcado el rumbo de los reclamos.
Los sindicatos habían realizado una gran movilización el 29 de abril contra la política de desempleo del Gobierno macrista, aunque sin llamar a un paro. Los universitarios, hijos de la clase media, hicieron lo propio en un contexto de paros, cortes de calle y manifestaciones multitudinarias que culminaron el jueves en la Plaza de Mayo.
¿Hay una ruptura del Gobierno de Mauricio Macri con los sectores que lo habían votado? Es muy probable. Macri debería tener en cuenta que el ocaso del Gobierno de De la Rúa comenzó con las movilizaciones estudiantiles contra López Murphy. Y debería tener en cuenta que, a diferencia de De la Rúa, que siempre contó con la paz sindical a su favor, el Gobierno de Macri ya convocó a las multitudes gremiales en repudio a sus políticas. Toda señal de alarma en medio de una crisis económica que no cesa debería ser tenida en cuenta como prioridad.