Elecciones: idus de marzo de los trabajadores

Los idus de marzo de los que la clase obrera debería prevenirse están llegando. Todo indica que el próximo período estará marcado por los tarifazos, la devaluación, ataques al salario y, en suma, una crisis económica de gran envergadura que querrá ser resuelta por el próximo Gobierno a través del ajuste. Ante este panorama, las elecciones presidenciales que se vienen adquieren gran importancia. Según el modo de votar de los trabajadores, se planteará una perspectiva política para el período.

Las variantes mayoritarias son favorables a que el ajuste sea pagado por los sectores laboriosos. Tanto los posibles Gobiernos de Daniel Scioli como de Mauricio Macri -o también Sergio Massa, que cada vez más se aleja del mote de “presidenciable”- serán los que implementen este plan de ajuste, obligatoriamente -y porque está en su naturaleza de Gobiernos de la clase social de los empresarios. ¿En qué estado se encuentran los trabajadores y cuáles son sus perspectivas? Ciertos episodios podrían dar un pantallazo de una semblanza en ese sentido. Continuar leyendo

Corriendo el velo de la inequidad kirchnerista

La geografía social de la nación experimentó este martes un formidable paro general: se trató de la más potente medida de fuerza realizada durante todo el ciclo kirchnerista. El centro reivindicativo de la protesta estuvo enfocado en el rechazo a la aplicación del impuesto a las ganancias sobre los salarios de trabajadores, eje que dio lugar a una falaz polémica que intentó enlodar al paro por parte de los voceros del oficialismo. Todo paro implica una disputa. Se trata de una de las expresiones de la lucha de clases más intensas, allí donde un sector social subalterno invierte el orden cotidiano y, para eso, se enfrenta a sus salvaguardadores: el Estado y sus patrones. Se trata de una disputa física y, también, discursiva.

El paro corre ciertos velos y pone al descubierto las desigualdades que encubre el concepto de la democracia. No es cierto que todos los ciudadanos tengamos el mismo rango ya que la base íntima del orden actual es la desigualdad. El Estado y sus leyes responden a los intereses del grupo social dominante y contra esa perversión sistémica es que el paro actúa como resguardo de derechos y como promotor de avances en las condiciones de existencia de los sectores subordinados. El paro es la decisión colectiva de esa defensa y de ese avance. Los trabajadores organizan el uso de la fuerza en una así llamada medida de fuerza para que su decisión se cumpla en medio de condiciones sistémicas desfavorables.

Aluar, Acindar, Fate, las grandes fábricas gráficas, seccionales enteras de la UOM, el cordón industrial de San Lorenzo en Santa Fe, los trabajadores aceiteros, los trabajadores del subte, papeleros, los profesores universitarios, los obreros de la alimentación se sumaron a la proposición inicial de los trabajadores del transporte que propusieron paralizar el país en defensa de sus salarios y derechos, a los camioneros, conductores de colectivos, aeronavegantes y portuarios. Más de diez millones de trabajadores en la Argentina realizaron la medida de fuerza y un sector de estos trabajadores construyó los piquetes del paro general.

La convocatoria del paro fue realizada por burócratas sindicales como Hugo Moyano, Luis Barrionuevo e incluso el Momo Venegas. Sin embargo, el paro fue de toda la clase obrera. Sólo así se puede caracterizar la gran adhesión concitada, sobre todo en sectores no pertenecientes a los gremios que convocaban a la huelga. No se trata solamente de la lucha contra el impuesto a las ganancias, sino del impulso multitudinario a la reversión de un estado de precarización, trabajo en negro, tercerización y salarios de hambre que forman la actualidad de la clase trabajadora argentina. Cifras oficiales del dudoso INDEC señalan que el 34 por ciento de la población laboral trabaja en negro -y si se le suman tercerizados y monotributistas se llega al 50 por ciento-. La misma mitad de la Argentina que gana menos de cinco mil pesos de salario. Un estado de cosas imposible de soportar.

La argucia falaz de los kirchneristas consistía en decir: “Paran por los sectores privilegiados, por los que más ganan y no por los que ganan cinco mil pesos, por los que no tienen trabajo, por los receptores de planes sociales, por el pueblo pobre”. Su discurso ponía al descubierto el fracaso de la década kirchnerista y, en su cinismo, querían usar ese fracaso para atacar el justo reclamo de que no se graven los salarios de los trabajadores, a la vez que encubrían la inacción del sindicalismo kirchnerista, convertido en un vergonzoso felpudo del poder. El “impuesto a las ganancias” fue impuesto para evitar el fraude impositivo de empresarios que se hacían pasar por trabajadores con salarios descomunales. Hoy, kirchnerismo mediante, lo pagan incluso los docentes, los colectiveros, un obrero gráfico que hace horas extras. Que estos sectores lo paguen es consecuencia de una inequidad que caracteriza como ganancia al salario. Una injusticia propia de los conservadores históricos.

Igual de conservadores fueron los dichos de la presidenta Cristina Fernández en respuesta de este escenario. “Hacen un paro porque tal vez tengan que dar un poquito de su sueldo para otros compañeros, jubilados, para hacer redes cloacales. Como dijo Evita, le tengo más miedo al frío de los corazones de los compañeros que se olvidan de dónde vinieron, que al de los oligarcas”. De un plumazo, los docentes, colectiveros y gráficos que pagan el impuesto a las ganancias no sólo debían contribuir con sus salarios a compensar las falencias del Estado -en lugar de arrancárselas al capital financiero o a Chevron- sino que además esos trabajadores se convertían por hacer paro en seres peores que los oligarcas. Frente al descomunal éxito del paro general, la presidenta Fernández ofrecíó una muestra sideral de cinismo.

El regreso de las patotas del SMATA

Volvieron con todo. Los grupos de matones organizados por las burocracias que dirigen los sindicatos regresaron a la acción, luego de un par de años de mantenerse en las sombras, agazapadas. Las patotas gremiales permanecieron más o menos escondidas desde que una de ellas, cuyos integrantes pertenecían a la Unión Ferroviaria, atacara a los tiros a una manifestación de trabajadores tercerizados y dejara tirado el cuerpo muerto del militante del Partido Obrero, Mariano Ferreyra, que contaba entonces con 23 años de existencia, sobre una calle del barrio de Barracas. Hoy están de vuelta

Este miércoles atacaron físicamente a los delegados de la empresa Lear. “Desde que la empresa nos tuvo que reincorporar haciendo caso a la justicia, nos mantiene en un lugar de trabajo alejado de nuestros compañeros -explica el representante gremial Daniel Farías-. Hoy a las siete y media de la mañana vino hasta ese lugar un grupo de alrededor de cuarenta personas, que son los militantes de la Verde en la fábrica y que son licenciados por la compañía para realizar este hostigamiento. Empezaron a gritarnos, tenían vuvuzuelas. Uno de ellos le arrebató el celular al delegado Silvio Fanti, que estaba filmando la agresión, entonces salimos del cubículo donde nos destinaron para intentar recuperarlo. Entonces se pusieron más violentos, como se puede ver en la filmación que pude realizar. Nos sacaron de la planta a los golpes, gritos y empujones”.

-¿No hubo reacciones por parte de los otros trabajadores?

-La situación es muy difícil. Esta patota hostiliza permanentemente, no es la primera vez que nos hostiga. Hay mucho miedo. El otro día un trabajador puso en su Facebook: “¿Cómo es posible que la empresa trate así a los delegados que nosotros mismos elegimos hace unos meses?”. Al día siguiente, estos patoteros lo fueron a increpar y reprochar por haber escrito eso. Hay un clima de constante miedo.

El video, que fue dado a conocer por el sitio Izquierda Diario, es elocuente. “Váyanse porque los van a matar, loco”, se escucha entre las imágenes de la agresión.

El lunes 8 un grupo de militantes del Partido Obrero se dirigió a la puerta de la fábrica Honda en Florencio Varela para repartir un volante a sus trabajadores. “Fuimos alrededor de 9 militantes, una cantidad considerable ya que debido a las declaraciones del secretario general del SMATA, Ricardo Pignanelli, y al clima enrarecido debemos cuidar la integridad física de nuestros compañeros -cuenta Daniel Orieta-. Empezamos la actividad a antes de las 14:55, que es cuando se da el cambio de turno, cuando salieron 20 tipos con las remeras del sindicato a decirnos que nos fuéramos de allí, decían: ‘Acá nadie les va a recibir un volante’, ‘Acá no hay zurdos ni los va a haber’. La seguridad nos dijo que nos fuéramos o nos iba a hacer arrestar por la policía. Vinieron tres patrulleros que en lugar de increpar a los patoteros, nos vinieron a pedir documentos a nosotros. Nos tuvimos que retirar de la puerta de Honda”. Las imágenes de este video también son elocuentes.

La teoría indica que la Cámara de Diputados es la representación del pueblo de la nación y que en su seno se desenvuelve un mapa condensado de la sociedad. A veces esto es cierto. Un par de horas después de que la patota agrediera físicamente a los delegados en Lear, un grupo de batatas del SMATA se hizo presente en el Congreso y desde las barras empezaron a interrumpir el discurso del diputado del Frente de Izquierda, Nicolás del Caño, con gritos e insultos. El presidente de la Cámara, Julián Domínguez, los recriminó suavemente, pero no cesaban en su agresión. Las patotas del SMATA habían llegado al Congreso nacional, invitadas por el bloque del Frente para la Victoria.

Un clima enrarecido estimulado por la dirección del gremio metalmecánico se vive en fábricas automovilísticas argentinas. El macartismo y la agresión se convirtieron en una línea generalizada del oficialismo sindical verde desde que las expresiones del clasismo comenzaran a mostrar un ostensible crecimiento en esos núcleos laborales. Un clima de agresión similar se vivía en el periodo anterior al asesinato de Mariano Ferreyra en el gremio ferroviario, donde se había decretado que había que combatir al enemigo interno con los métodos que fuera necesario. Este enrarecido clima actual es propiciado por el Gobierno, que no duda en usar la represión contra la protesta social impulsada por la izquierda, como muestra el accionar de la Gendarmería de Sergio Berni en las protestas de Lear en la Panamericana. La historia argentina reciente es taxativa en las consecuencias que producen estos hechos. Es necesario que acaban para que no se derive de ellos otra tragedia nacional.

Un irrefutable giro político

Existe una forma precursora de la globalización. Desde 1889 que en casi todos los países del mundo se celebra del Día de los trabajadores, en conmemoración de los mártires de Chicago -cuatro anarquistas estadounidenses ejecutados por el Estado debido a su acción política. En miles de plazas y centros políticos de todo el orbe se realizan manifestaciones en la que los sectores laboriosos no sólo festejan su día, sino que plantean políticas para su clase. Así, tanto en Turquía como en Uruguay, pasando por Grecia, Bolivia o Japón, flamean banderas rojas (color del socialismo), se hacen manifestaciones y discursos, se canta La Internacional.

En la Argentina las mayorías obreras consideraban al peronismo como su propio proyecto. Y, desde el Estado, el peronismo, cuando era gobierno, anudaba esos lazos festejando el Primero de Mayo como su propia fecha.

Desde hace varios años la conmemoración internacional del Día de los Trabajadores se realiza, en la Argentina, por fuera del peronismo. A pesar de que Cristina Fernández gobierna bajo ese manto político, no convoca a manifestaciones obreras -muy probablemente no podría, ya que la ruptura de la clase trabajadora con el oficialismo es uno de los signos de esta época. La plaza de Mayo, centro político nacional, es ocupada por sectores políticos de izquierda, en particular el Frente de Izquierda y otros grupos pequeños partidos, y gremios y tendencias combativas sindicales.

Si bien en cierto momento estos actos se caracterizaban por un tinte meramente propagandístico, la noción del cambio de época se constata en la presencia de grupos de intensa intervención en la lucha de clases de hoy en la Argentina. No se proclama, solamente, la necesidad de la transformación de las estructuras de la sociedad, sino que se dan cita colectivos que actúan en los hechos para avanzar hacia esa posibilidad. La situación política introduce un interrogante: ¿es posible que un sector mayoritario de los trabajadores se aglutine en torno a una política socialista?

El alejamiento del gobierno kirchnerista de los sectores populares se torna más decidido en esta coyuntura de inflación, devaluación y precarización de las condiciones salariales -y de existencia- de los trabajadores. El paro del 10 de abril marca la masividad de esta ruptura, a la vez que el sector dirigente del paro, encarnado en Moyano y Barrionuevo, intenta acomodarse a las variables peronistas del fin de ciclo. Sin embargo, la tendencia a la protesta y la marcada intervención de los sectores clasistas es un dato que no debería ser desdeñado. Pero no toda intervención sindical, aún las que protagonice el clasismo, garantizan un salto hacia el campo de los proyectos políticos estratégicos, históricos, para la clase obrera.

No es un síntoma menor que sea una coalición política de izquierda la que cope Plaza de Mayo desde hace varios años el Día de los Trabajadores, ni que haya tenido grandes votaciones en diversos lugares, en particular en Salta (en cuya capital venció al peronismo) y Mendoza, y en otras regiones del país, donde logró bancadas legislativas nacionales, provinciales y concejalías. Dirigentes sindicales que pertenecían al peronismo hoy conducen gremios clasistas -como el SITRAIC (construcción), que se opone a la UOCRA de Gerardo Martínez y cuyo secretario general es el antiguamente peronista Víctor Grosi- o los paros docentes han sido dirigidos por esta fracción política.

En Salta, donde la huelga docente cumplió más de un mes, más de tres mil maestros votaron continuar el viernes 2 de mayo con el paro general y los dirigentes más destacados pertenecen a la izquierda. Incluso votaron que Claudio del Plá, diputado del Partido Obrero, fuera el vocero de sus reivindicaciones en el parlamento provincial. En Mendoza, el acto se organizó en conjunto con la CTA provincial y el Frente de Izquierda. Existe una tendencia hacia el giro político. De la maduración de esta posibilidad depende la intervención de los trabajadores en el postkirchnerismo, cuando la derecha peronista se prepara para el poder y las coaliciones centradas en el radicalismo plantean reflotar la fallida Alianza. De este salto político depende, en definitiva, la perspectiva histórica de los sectores laboriosos en la Argentina.