Para Albert Einstein la definición de locura consistía en hacer siempre lo mismo y esperar resultados distintos. Por ello, cada tres años, nuestro rendimiento en los exámenes PISA nos obliga a cuestionar la lucidez de aquellos encargados de delinear la política educativa de nuestro país. ¿Cómo innovar? ¿Qué cambiar? No hace falta mirar lejos, con cruzar el Río de la Plata tal vez nos alcance. El caso de dos escuelas secundarias de Montevideo, los liceos Jubilar e Impulso, nos servirá de ejemplo para ello.
El objetivo de ambos colegios es eliminar la brecha de aprendizaje de alumnos provenientes de barrios extremadamente pobres, creando las condiciones que les permitan estudiar e insertarse en la sociedad. Ambos colegios son privados y gratuitos, religioso el liceo Jubilar, laico el liceo Progreso; y han alcanzado niveles de eficacia que superan a los del sector público. Los resultados del liceo Jubilar, dado que el liceo Impulso comenzó a funcionar recién en 2013, es comparable al de los mejores colegios privados del Uruguay.
La historia del liceo Jubilar es más conocida, pues el domingo 17 de marzo el Papa Francisco elogió a su fundador, el sacerdote jesuita Gonzalo Aemilius. “Quiero agradecerle su trabajo”, dijo Francisco abrazando al sacerdote frente al altar de la repleta Iglesia de Santa Ana y agregó: “Quiero hacerles conocer a un sacerdote que ha venido de lejos. Que desde hace mucho tiempo trabaja con los niños de la calle, con los drogadictos. Para ellos ha hecho una escuela, ha hecho tantas cosas para hacer conocer a Jesús. Todos estos niños de la calle hoy trabajan, con estudio, y tienen capacidad de trabajo”.