¿Revolución educativa?

Días atrás, el presidente Mauricio Macri, en su discurso de apertura de las sesiones ordinarias del Congreso, realizó un claro diagnóstico: “La educación pública tiene severos problemas de calidad y hoy no garantiza la igualdad de oportunidades”. Nadie puede dudar lo acertado de esta foto. El Presidente expresó: “Para insertar a la Argentina en el siglo XXI todo empieza con la educación, ahí es donde se gesta el futuro del futuro. Por eso, hace unas semanas, en Jujuy, el ministro [Esteban] Bullrich, junto a todos los ministros de Educación de las provincias, fijaron un acuerdo llamado Declaración de Purmamarca que traza los ejes de la revolución educativa que queremos afianzar”.

¿Cuáles son dichos ejes? Como sintetiza Infobae en su edición del 12 de febrero pasado, acompañando la transcripción completa del documento firmado en Purmamarca: “Entre los puntos salientes se encuentra la obligatoriedad del nivel inicial a partir de los tres años de edad; el desafío de incorporar progresivamente la jornada extendida a través de actividades escolares, artísticas y deportivas; y el compromiso de crear el Instituto de Evaluación de la Calidad y Equidad Educativa, cuyo propósito será promover los procesos de evaluación a nivel nacional y obtener datos precisos que permitan mejorar el aprendizaje de los estudiantes”.

Es claro que cada uno de estos ejes habría de mejorar nuestra realidad educativa, no tengo duda alguna de ello. Pero de ninguna manera constituyen la revolución educativa que nuestro país requiere, sino una evolución hacia una mejor educación, adecuada para un país que enfrenta una situación mucho menos crítica que la que sufrimos. Continuar leyendo

Otro tabú argentino: la educación en el debate presidencial

Hace pocos días se llevó a cabo el primer debate presidencial de la historia argentina, con la participación de todos los candidatos, a excepción de Daniel Scioli. Se estructuró en cuatro bloques. Esta nota centra su atención sobre uno de ellos: la educación. La homogeneidad en las posiciones de los candidatos constituye una nítida foto de uno de los tantos tabúes que enfrenta nuestra sociedad.

Para introducir el bloque, su moderador, Marcelo Bonelli, señaló: “Hay aproximadamente 2,2 millones de chicos en la pobreza. La educación, obviamente en este marco, es algo que permite no sólo el desarrollo de los chicos, sino igualdad hacia adelante. La educación es una cuestión de bien público. La educación permite equiparar, dar igualdad, permite desarrollar a todos por igual. Ese es el tema que vamos a tratar”. Veamos una cita, siguiendo el orden del debate, de cada uno de los candidatos presentes frente a dicha consigna.

Margarita Stolbizer: “Si soy presidente, voy a convocar, no sólo como jefa de Estado sino también como madre, a un gran pacto por defensa a la educación pública, porque esa es la garantía de igualdad. Ahí todos entramos y salimos cada vez más iguales”.

Nicolás del Caño: “Mientras siguen degradando a la educación pública, se subsidia a las privadas. La educación no es un negocio. Proponemos una escuela estatal única, laica, gratuita y de calidad”. Continuar leyendo

Los políticos y la educación de sus hijos

Según los últimos datos oficiales, en 2011 repitieron en nuestro país el 11,8 % de los alumnos en el ciclo básico del secundario. Un estudio del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec) reporta que dicha cifra es solo superada por Uruguay, donde repitió el 20,4 % de los alumnos. Guillermina Tiramonti, investigadora de Flacso, resaltó que “si desagregamos las estadísticas por quintil de ingreso de los repitentes, nos encontramos con que quienes más repiten provienen de los quintiles más bajos. Históricamente estos chicos no fueron a la escuela media, cuya propuesta cultural es muy ajena a la cultura de origen de estos sectores sociales”.

Esta columna ilustrará, con evidencia provista justamente por escuelas del Uruguay, que dicha conclusión no es necesariamente correcta si se les otorga a las familias más humildes la posibilidad de que sus hijos reciban una educación de excelencia.

El pasado 23 de febrero el principal diario de Montevideo, El País, publicó una nota en la cual señaló que en el liceo Impulso (colegio secundario gratuito, laico y de gestión privada ubicado en Casavalle, uno de los barrios más pobres de la ciudad), en el ciclo básico repitió solo el 2,5 % de los alumnos en 2014. En otro liceo del mismo barrio, Jubilar, gratuito, religioso y de gestión privada, la repetición alcanzó el 6 %. A modo de comparación, en el liceo público número 73 de Casavalle repitió el 42,58 % de los alumnos. Continuar leyendo

Cuando las apariencias engañan

El pasado 5 de Abril, Claudio Sapelli, Director del Instituto de Economía y Profesor Titular de la Universidad Católica de Chile, publicó una interesante nota en La Tercera, el periódico de mayor tiraje del país vecino. En la misma postulaba que “algo está mal en el análisis cuando un país que va ganando terreno en la educación, como Chile, pretende adoptar el sistema del país que lo está perdiendo, Uruguay”.

Al fin y al cabo, hace 20 años quién hubiese pensado que hoy el sistema educativo chileno, con todos sus problemas y defectos, se convertiría en el mejor de América latina, tanto en términos de calidad, como lo demuestran los resultados alcanzados en los exámenes PISA; como de cantidad, al tener las más altas tasas de graduación de la escuela secundaria entre los países de la región. Es claro que en Chile algo se debe haber hecho bien para haberse convertido, como bien señala Sapelli, en el segundo país del mundo que en los últimos años registró un mayor progreso en términos de calidad educativa.

Uruguay es un país considerablemente más equitativo que Chile, si es a la distribución del ingreso a lo que nos referimos, pero he aquí lo que muy pocas veces es reconocido: el sistema educativo chileno es claramente más equitativo que el uruguayo pues logra revertir una foto de mayor desigualdad en los ingresos de los padres en otra de menor desigualdad en la educación de sus hijos, evaluándola en función de los resultados de los exámenes PISA.

Aparentemente resulta fácil de olvidar que Chile ha sido uno de los pocos países de la región que en los últimos 20 años ha logrado reducir la brecha educativa entre el 20% más rico y el 20% más pobre de la población. Qué mejor ilustración de este hecho que el reporte en 2007 del Consejo Asesor para el Trabajo y la Equidad de la misma presidenta Michelle Bachelet, el cual señalaba que de los 500.000 estudiantes que se encontraban matriculados en Universidades chilenas, 7 de cada 10 eran los primeros miembros de su familia en acceder a ese nivel de educación.

Por ello resulta lícito preguntarnos que si Chile ha hecho semejante progreso en el terreno educativo, ¿por qué existe tanto descontento interno, tantas demandas de un cambio radical? En palabras de Sapelli: “Algo curioso de la actual cruzada refundacional es que pretendería cambiar al sistema chileno por uno que se pareciera mucho más al uruguayo; un sistema en que los establecimientos educacionales que reciben dinero público no reciben dinero privado y los que reciben dinero privado no reciben dinero público”.

Probablemente la respuesta más razonable nos la provea el galardonado escritor chileno Jorge Edwards, Premio Cervantes de Literatura, quien años atrás, frente a las manifestaciones estudiantiles contra el gobierno del por entonces Presidente Sebastián Piñera, señaló en una nota en el periódico español El País que “los estudiantes chilenos hablan de treinta años de retroceso en el país y proponen un cambio equivalente a una revolución. Tienen motivos para estar descontentos, pero usan ese lenguaje del todo o nada que parece nuevo, y que sin embargo se repite de generación en generación” y agregó: “El problema consiste en que las mejoras duraderas que están a nuestro alcance se construyen con paciencia, con razones en lugar de retórica. Sin borrarlo todo y partir de cero, sin creer en los paraísos en la tierra, que suelen desembocar en infiernos”.

En los países del primer mundo un gobierno construye a partir de donde culminó el anterior; por supuesto, diferenciándose de su predecesor, realizando cambios, por ejemplo, de políticas educativas, pero no afirmando que absolutamente todo lo realizado está mal y que el rol de su gobierno será retrotraerlo a fojas cero. La realidad educativa chilena parece ser mejor descripta por Edwards.

Ojalá no termine siendo este el caso, de ser así me atrevo a predecir que expresiones como la década perdida en el terreno educativo dejarán de ser apropiadas tan sólo para describir nuestra propia realidad, sino que podrían llegar a aplicarse al país vecino. Sólo el futuro nos dará la respuesta. Ese es el problema usual de políticas de largo plazo como la educativa, donde los resultados de las mismas usualmente se perciben cuando aquellos que las llevaron a cabo ya no se encuentran en el gobierno.

Otra educación es posible

Para Albert Einstein la definición de locura consistía en hacer siempre lo mismo y esperar resultados distintos. Por ello, cada tres años, nuestro rendimiento en los exámenes PISA nos obliga a cuestionar la lucidez de aquellos encargados de delinear la política educativa de nuestro país. ¿Cómo innovar? ¿Qué cambiar? No hace falta mirar lejos, con cruzar el Río de la Plata tal vez nos alcance. El caso de dos escuelas secundarias de Montevideo, los liceos Jubilar e Impulso, nos servirá de ejemplo para ello.

El objetivo de ambos colegios es eliminar la brecha de aprendizaje de alumnos provenientes de barrios extremadamente pobres, creando las condiciones que les permitan estudiar e insertarse en la sociedad. Ambos colegios son privados y gratuitos, religioso el liceo Jubilar, laico el liceo Progreso; y han alcanzado niveles de eficacia que superan a los del sector público. Los resultados del liceo Jubilar, dado que el liceo Impulso comenzó a funcionar recién en 2013, es comparable al de los mejores colegios privados del Uruguay.

La historia del liceo Jubilar es más conocida, pues el domingo 17 de marzo el Papa Francisco elogió a su fundador, el sacerdote jesuita Gonzalo Aemilius. “Quiero agradecerle su trabajo”, dijo Francisco abrazando al sacerdote frente al altar de la repleta Iglesia de Santa Ana y agregó: “Quiero hacerles conocer a un sacerdote que ha venido de lejos. Que desde hace mucho tiempo trabaja con los niños de la calle, con los drogadictos. Para ellos ha hecho una escuela, ha hecho tantas cosas para hacer conocer a Jesús. Todos estos niños de la calle hoy trabajan, con estudio, y tienen capacidad de trabajo”.

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