Seguramente la vida nos haya puesto muchas veces en situaciones donde, aun con buenas intenciones, llevamos a cabo acciones o actividades que indirectamente provocan un daño involuntario a terceros. Esta realidad se encuentra presente en el núcleo de la actividad empresarial de Argentina, donde sabemos que existe una cantidad importante de empresarios que actúan por fuera de la ética y de la ley, pero donde la gran mayoría se empeña en hacer las cosas dentro del amparo legal y de las buenas costumbres.
A pesar de ello, muchos de estos empresarios bienintencionados participan de un sistema económico que los beneficia injustamente y que los lleva a causar daño a la sociedad. Es una encrucijada en la que se encuentran que no parece tener salida a través de la buena voluntad ni la filantropía como medio compensatorio. La realidad económica de nuestro país les concedió posiciones dominantes que derivan en una terrible desigualdad social. Las altas participaciones en los mercados, los acuerdos entre ellos, escritos o tácitos, el control sobre la red de distribución y el sometimiento de proveedores y trabajadores son algunas de las injusticias que sus empresas han construido a lo largo del tiempo. Continuar leyendo