El ajuste ya está sucediendo

En un plano que cabría llamar “preelectoral largo”, por lo que falta para los comicios de 2015, se instaló algo así como el debate acerca del “ajuste”; sobre quienes, supuestamente, son o no adeptos al mismo. La clave política del asunto se capta. Pero ¿qué ocurre en lo estrictamente económico?

De hecho, nuestra economía atraviesa actualmente una clara etapa de ajuste. Es verdad que se suele aludir a los “planes de ajuste”, en tanto enfoques integrales que incluyen diversas medidas de contención de gastos y/o amplias correcciones de precios relativos.

Ahora, no juega esa integralidad. Sin embargo, es innegable la situación de evidente estancamiento en actividad y ventas, la alta inflación, los daños en el mercado laboral, las remuneraciones reales apremiadas, las reservas bajo tensión y la visible caída de las exportaciones, entre otros factores. En sustancia, opera una instancia de arrastre, de fuente endógena en lo esencial, asociada al esquema macro aplicado en 2010, que alentó el retraso del tipo de cambio y la falta de dólares, y dio cauce al disfuncional cepo cambiario.

La economía, pues, registra una conducta muy negativa, ligada a un agudo desalineamiento de sus variables básicas, incluidas distorsiones de precios relativos y de tenor fiscal-monetario. No aplicamos en sí un plan de ajuste amplio, pero, el citado desalineamiento impone un serio ajuste de facto, con muchas dudas de que el cuadro pueda revertirse. Luego, ¡el ajuste ya está en casa! Por ende, ¿a qué viene el debate sobre el ajuste? Es como discutir sobre el sexo de los ángeles.

Una hipótesis de color rosa, es que las autoridades –luego del actual plan de emergencia para amparar las reservas en estos meses inmediatos- consigan en 2015 armar un flujo neto de divisas positivo, incluidos recursos frescos más allá de los compromisos existentes. En todo esto, el quid pasaría por la incidencia que cabría al arreglo con los holdouts. En el summum de la hipótesis, la economía repuntaría un poco, bancándose cualquier atraso cambiario sin expectativas de devaluación, y gambeteando exigencias en lo fiscal, lo monetario y en lo relativo a la inflación.

Late la idea del continuum feliz. Ahora, se aprovecharía un pedazo del “valor actual” de la edénica Argentina de mañana, post 2015, con su plétora de recursos naturales a mano -sin olvido de la infraestructura-, a activar mediante el ingente aflujo de capitales del exterior en un nuevo clima. Sin duda, este libreto ve al atraso cambiario como algo trivial. No obstante, ¿seguiría la “piedra libre” en materia fiscal, monetaria e inflacionaria? Mmm…

Desde ya, si se cree que el duro retraso cambiario haría estragos en sectores productivos claves y en el empleo, exigiendo rectificación, entonces, previo a decantar en las ventajas (de crecimiento y de empleo) de un esquema de dólar competitivo, se requiere un set de correcciones que alguien podría tildar de ajuste.

A nivel preelectoral, el debate por el ajuste tiene su retórica, mientras lo estrictamente económico marca su lógica. De facto, ya cursamos un ajuste, con una economía muy desalineada. Por esto, aun jugándose a futuro por el crecimiento –habría que ver el cómo-, luce arduo obviar una primera fase de correcciones, no muy alegres, seguramente tachada de ajuste.

Un modelo agotado y una coyuntura compleja

Decía el celebre filósofo italiano B. Croce que “toda historia es historia contemporánea”, porque lo histórico es ineludiblemente abordado a partir de los planteos y perspectivas del presente.

Esto aplica mucho al actual férvido debate acerca de la última década (larga), “ganada” o “perdida”, a gusto del interlocutor. Esta “homogeneidad” en un sentido u otro, talla, en especial, en el plano político.

Frente a esto, y ya en la esfera estrictamente económica –macroeconómica general-, sostengo la tesis que de ningún modo se trató de una década homogénea, sino que se dio en ella una fractura –un quiebre- interna crucial, cuyas implicancias gravitan tanto en el presente como signan las opciones abiertas hacia delante. Revitalizándose así el péndulo argentino del que hablaba Diamand, bajo una acepción puesta al día. Con más amplitud, expuse esta tesis –con una impronta teórica y empírica- en un reciente texto intitulado El Quiebre del Modelo Macroeconómico de Desarrollo 2003-07 y la Incertidumbre Hacia el Futuro. La Sombra del Péndulo Argentino (Editorial Dunken).

Existe un rudo contraste en materia de concepción y de performance –esto último, reafirmado por las nuevas mediciones de la contabilidad nacional, más allá de los interrogantes y perplejidades aun en pie- entre el modelo competitivo productivo de 2003-07 (uno de los quinquenios más destacados de nuestra historia económica), ligado al cambio de régimen de 2002, y el enfoque de 2010-13 (haciendo a un lado 2008 y 2009, por su peculiaridades internas y externas).

Cuando se caracteriza al primer modelo como asentado en el dólar (real) alto, los superávit gemelos (sin mayores digitaciones al respecto), el desendeudamiento externo sin óbice para una saliente acumulación de reservas internacionales, la política monetaria de metas múltiples, y una inflación superior a la de los 90 pero tolerable, entre otros factores, el esquema de 2010-13 aparece como su radical contrafigura en prácticamente todos y cada uno de los elementos relevantes.

La resultante básica, atendiendo a resortes principalmente endógenos, es una contraposición flagrante en cuanto al desempeño del crecimiento global, de la inversión, de los superávit, de la acumulación de reservas, de la inflación, del empleo, del déficit externo de la manufactura MOI… and so on. Atravesando la fase del disfuncional cepo cambiario, el esquema 2010-13 remató en un desgarrador trípode: agudo retraso cambiario-restricción externa o de dólares-notable pérdida de reservas.

Este trípode tradujo el agotamiento ilevantable del esquema, y dio paso al giro estratégico oficial en curso, con una dosis de mayor realismo, pero con toda su problemática instrumentación. La coyuntura, más allá del tramo actual que luce algo más apaciguado, es muy compleja, con una incertidumbre todavía no redimida. Pero, en la propia coyuntura en marcha -y con el rústico esquema anterior habiendo quedado exangüe-, “late” el debate profundo en términos de modelo económico básico entre la opción del crecimiento liderado por el ahorro externo, y la liderada por el tipo de cambio competitivo.

En resumen, la difícil coyuntura de hoy es ininteligible sin considerar con seriedad aquel quiebre o fractura; y, a la vez, más allá de sus inherentes retos, aquélla cobija el debate modélico sustantivo hacia el futuro en lo económico.