Decía el celebre filósofo italiano B. Croce que “toda historia es historia contemporánea”, porque lo histórico es ineludiblemente abordado a partir de los planteos y perspectivas del presente.
Esto aplica mucho al actual férvido debate acerca de la última década (larga), “ganada” o “perdida”, a gusto del interlocutor. Esta “homogeneidad” en un sentido u otro, talla, en especial, en el plano político.
Frente a esto, y ya en la esfera estrictamente económica –macroeconómica general-, sostengo la tesis que de ningún modo se trató de una década homogénea, sino que se dio en ella una fractura –un quiebre- interna crucial, cuyas implicancias gravitan tanto en el presente como signan las opciones abiertas hacia delante. Revitalizándose así el péndulo argentino del que hablaba Diamand, bajo una acepción puesta al día. Con más amplitud, expuse esta tesis –con una impronta teórica y empírica- en un reciente texto intitulado El Quiebre del Modelo Macroeconómico de Desarrollo 2003-07 y la Incertidumbre Hacia el Futuro. La Sombra del Péndulo Argentino (Editorial Dunken).
Existe un rudo contraste en materia de concepción y de performance –esto último, reafirmado por las nuevas mediciones de la contabilidad nacional, más allá de los interrogantes y perplejidades aun en pie- entre el modelo competitivo productivo de 2003-07 (uno de los quinquenios más destacados de nuestra historia económica), ligado al cambio de régimen de 2002, y el enfoque de 2010-13 (haciendo a un lado 2008 y 2009, por su peculiaridades internas y externas).
Cuando se caracteriza al primer modelo como asentado en el dólar (real) alto, los superávit gemelos (sin mayores digitaciones al respecto), el desendeudamiento externo sin óbice para una saliente acumulación de reservas internacionales, la política monetaria de metas múltiples, y una inflación superior a la de los 90 pero tolerable, entre otros factores, el esquema de 2010-13 aparece como su radical contrafigura en prácticamente todos y cada uno de los elementos relevantes.
La resultante básica, atendiendo a resortes principalmente endógenos, es una contraposición flagrante en cuanto al desempeño del crecimiento global, de la inversión, de los superávit, de la acumulación de reservas, de la inflación, del empleo, del déficit externo de la manufactura MOI… and so on. Atravesando la fase del disfuncional cepo cambiario, el esquema 2010-13 remató en un desgarrador trípode: agudo retraso cambiario-restricción externa o de dólares-notable pérdida de reservas.
Este trípode tradujo el agotamiento ilevantable del esquema, y dio paso al giro estratégico oficial en curso, con una dosis de mayor realismo, pero con toda su problemática instrumentación. La coyuntura, más allá del tramo actual que luce algo más apaciguado, es muy compleja, con una incertidumbre todavía no redimida. Pero, en la propia coyuntura en marcha -y con el rústico esquema anterior habiendo quedado exangüe-, “late” el debate profundo en términos de modelo económico básico entre la opción del crecimiento liderado por el ahorro externo, y la liderada por el tipo de cambio competitivo.
En resumen, la difícil coyuntura de hoy es ininteligible sin considerar con seriedad aquel quiebre o fractura; y, a la vez, más allá de sus inherentes retos, aquélla cobija el debate modélico sustantivo hacia el futuro en lo económico.