Transitamos un régimen de metas de inflación (RMI) en gestación en el que se licuan las metas para el año (20%-25%) anunciadas tiempo atrás por Economía. Su desborde revolotea, y hasta las propias autoridades ya trasuntan su pronta revisión (aunque se blande el escape de la inflación federal).
No es un tema menor. Aunque no sorprenda: los pronósticos y las sospechas generales aludían a cifras mayores. Además, el desquicio macroeconómico colosal legado disparó una pesada carga de duros trade off o compromisos en materia de las fuertes correcciones exigidas por aquel.
Pero asúmase que al citar al RMI, más allá de la opinión que merezca en sí, posiciona un encuadre de base de lo macroeconómico, que busca priorizar reglas sobre intervenciones ad hoc (aun sin obviarlas), al revés de lo que pasaba previamente. El que una pieza importante del armado germinal ya quede en el camino no es trivial. Y alza el recaudo de seriedad a futuro.
Es probable que se paguen determinados furcios iniciales, coetáneos con el exitoso levantamiento del cepo cambiario. Incluido el serio error genérico de entrada de no presentar a la sociedad un cuadro descarnado del bodrio macroeconómico imperante y de los duros desafíos que derivaban de él. Luego, el desgaste de imagen que se quería evitar entonces quizás atisbe ahora. Continuar leyendo