A pocos días del ballotage, las nuevas autoridades enfrentarán una complejísima situación económica, con componentes tanto objetivos como subjetivos.
Lo objetivo gravita en lo hondo, un marco macroeconómico —el eje de la economía— que presenta un desalineamiento radical, cuyo epicentro es la enorme distorsión de los grandes precios relativos (una severa sobrevaluación cambiaria, sin olvido del desajuste de otros precios), el que calza con los desvíos en otras variables claves (fiscal, monetaria, tasas). A eso se suma una inflación alta, sólo algo contenida por la artificial ancla cambiaria. La restricción externa emblematiza la instancia, incluyendo el negativo cepo cambiario, y el resumen lo da un stock de reservas internacionales muy expuesto.
El llamado Plan Verano cumplió su circunscrita misión, con cierta mejora de la actividad y del consumo y evitó traumatismos mayores. Pero, su fondeo en dólares se desgastó y, sin chances de reciclarlo en forma, el Banco Central enfatiza ahora una mera línea de defensa a través de distintos resortes, apostando al aguante —hasta el cambio de Gobierno— sin que tallen cambios de portafolio ruidosos. Continuar leyendo