Durante los últimos años, el Gobierno ha sostenido como estrategia de crecimiento el fomento del consumo, en detrimento de otras variables de la demanda, tales como la inversión y las exportaciones, las cuales son los componentes más dinámicos de la demanda agregada. La primera constituye tanto mayor demanda en el corto plazo como más oferta en el mediano plazo, ya que expande la capacidad productiva de una economía. La segunda, en tanto, representa más demanda, y con una correcta administración del tipo de cambio en niveles competitivos, más divisas comerciales.
Si bien ambas cumplen un rol crucial en el proceso de crecimiento económico, nos centraremos en esta ocasión en la inversión. Como se mencionó previamente, la formación de capital tiene un doble efecto. En el corto plazo, desde el punto de vista de la contabilidad nacional, la expansión de la inversión aumenta la demanda agregada, y por lo tanto, el PBI.
Por su parte, en el mediano plazo, la inversión productiva en capital físico expande la oferta agregada, eleva el stock de capital per cápita y con ello la productividad laboral. Asimismo, según las teorías de crecimiento endógeno, a través de la inversión se puede influir sobre el avance tecnológico y el proceso de innovación. De esta forma, la inversión favorece al crecimiento económico sostenido.
Pero para que no quede todo en meras palabras y teorías, veamos un poco de números para la economía argentina. En el gráfico 1 se muestra la relación positiva entre la tasa de variación de la inversión y el PBI entre el primer trimestre de 2005 y 2015.